Los humanos han resultado muy prolíficos a la hora de inventar métodos increíblemente crueles para quitar la vida a sus semejantes (a menudo por razones ridículamente arbitrarias). Evidentemente, los tiempos de guerra han sacado a flote lo peor del ser humano, por lo que no resulta sorprendente que las ejecuciones en estos conflictos figuren entre las más extrañas y crueles.
Este tipo de crueldad promovida por la guerra quedó de manifiesto en la autobiografía de John Masters, en un primer volumen titulado Bugles and a Tiger, donde reseña uno de los métodos de ejecución más extraños: muerte por ahogamiento en orina.
El sufrimiento cotidiano.
Esta forma de ejecución fue ideada y ampliamente practicada por el pueblo Pastún (también conocidos como “pashtunes” o “afganos étnicos”), cuya descendencia actualmente habita regiones de Pakistán y Afganistán. Más sorprendente aún es que las mujeres de este grupo, especialmente aquellas de la tribu Afridi, eran las encargadas de ajusticiar a los condenados bajo este método.
Los detalles de esta práctica son descritos de forma clara en la reseña que hizo Masters sobre la experiencia que atestiguó cuando tenía 18 años mientas se encontraba en la India británica allá por el año de 1933.
“… si [los Pastún] llegaban a capturar cualquier otro soldado además de los musulmanes, especialmente si se trataba de sikhs o británicos, procedían a castrarlos y posteriormente a cortarles la cabeza. Frecuentemente ambos procedimientos eran ejecutados por las mujeres. Otras veces torturaban a sus prisioneros con la muerte de los mil cortes, empujando espinas y pasto a través de cada herida apenas la hacían.
En ocasiones, tomaban al prisionero y, con ayuda de un palo, abrían sus mandíbulas a tal grado que le resultaba imposible tragar, a continuación estas mujeres procedían a orinar sobre la boca abierta, turnándose constantemente hasta que el prisionero moría ahogado.
Sin embargo, este tipo de crueldad no se limitaba a la época de guerra, sino que formaba parte importante de la vida cotidiana para el pueblo Pastún tanto como su independencia. Si un hombre tenía la más mínima sospecha de infidelidad sobre su esposa, simplemente le cortaba la nariz. Los pashtunes castigaban actos de adulterio en los hombres introduciendo una ramita gruesa e irregular por la uretra del adúltero. Los crímenes menores tenían como castigo arrancar la lengua de raíz”.
El lado oscuro de los humanos.
Como si esto no fuera ya lo suficientemente impactante, Masters continúa:
Entre algunas tribus de Assam (una región al nordeste de la India) aún es costumbre castigar a una mujer adúltera atándola a un poste con las piernas abiertas sobre una especie de bambú que tiene un crecimiento acelerado, el objetivo es mantenerla en ese lugar hasta que el bambú crezca, le perfore el útero o el estómago y finalmente muera.
De forma bastante extraña, si tomamos en cuenta la postura del pueblo Pastún respecto a las mujeres y el adulterio, hay algunos relatos sobre estas ejecuciones de muerte por “lluvia dorada” donde las participantes violaron al condenado antes de ahogarlo en orina.
Sin embargo, la crueldad no sólo se originaba con los Pastún, durante las diversas escaramuzas en las que se vio involucrado, Masters fue testigo de la crueldad en ambos bandos. Uno de los casos más notables fue el de un miembro de la tribu que había sido herido (ambas piernas rotas) y terminó capturado.
Contrariando la orden del comandante de este batallón de no llevar prisioneros, sus hombres terminaron presentándolo a la base. El oficial se llenó de ira e inmediatamente ordenó que el prisionero fuera colgado al revés frente al cuartel de guardia. No había sombra y en ese lugar la temperatura probablemente alcanzaba los 55 grados Celsius.
Adicionalmente, ordenó que cada hombre que pasara por el lugar debía patear al prisionero en los testículos. El prisionero terminó muriendo esa misma noche y el cadáver fue colocado en el mismo sitio donde un soldado británico había sido desollado vivo por los Pastún.
Datos de interés sobre los pastún y la orina.
El pueblo Pastún fue el primero que acuñó la célebre frase “la venganza es un plato que se sirve frío“, misma que los británicos terminaron adoptando y diseminando en su idioma.
Un hongo llamado Amanita muscaria es empleado por el pueblo Koryak, de Siberia, como una droga psicoactiva. El alcaloide activo en este hongo pasa a través del organismo y llega hasta la orina sin sufrir alteraciones. Por eso, si alguien llega a beber la orina de la persona que se ha drogado con Amanita muscaria, experimentará los mismos efectos psicoactivos. Por esta razón, algunos miembros de la comunidad Koryak llegan a beber la orina de otros (e incluso la propia) que han consumido los hongos.
Hace mucho tiempo, en Francia, existía una “cura” por excelencia para tratar la faringitis estreptocócica: envolver alrededor del cuello del enfermo pañuelos o calcetines empapados con orina.
Anteriormente, en el yoga existía la práctica de beber la primera orina de la mañana (solamente el flujo intermedio), pues se creía que este elixir ayudaba a promover el estado de meditación. De hecho, tal vez exista alguna base científica para esta práctica. Químicos como la melatonina están presentes en altas concentraciones en la orina de la mañana, y esta sustancia podría ayudar a promover el estado de meditación pues se encarga de regular el ciclo diario de sueño. Sin embargo, no se trata de la forma activa de melatonina. Una vez aclarado esto, un par de investigadores de la Universidad Newcastle, creen que la ingesta de esta orina de la mañana podría regresar a la melatonina a su forma activa.
El 7 de mayo de 1996, en una publicación de Theoretical Medicine Institute se propuso la teoría de que beber la orina propia podía funcionar como una “cura” contra el cáncer. Esto se basa en que con antígenos de células cancerosas presentes en la orina, el sistema inmunológico tendría oportunidad de crear anticuerpos y curarse contra el cáncer. Sin embargo, jamás se ha llevado a cabo una investigación formal que pudiera corroborar esta teoría.