Maduro en la situación de Hitler
La camarilla que usurpa el poder en Venezuela ha entendido finalmente que le llegó su hora. Y que es inevitable su capitulación incondicional ante la orden de regime change (cambio de régimen) de Washington. Su estado mental ahora es comparable al de Hitler en la Batalla de Berlin, cuando la ofensiva final soviética arrancó el 16 de abril, 1945, con 2.5 millones de soldados, más de seis mil tanques y alrededor de 45 mil piezas de artillería. Ante la abrumadora correlación de fuerzas reales en contra, Hitler movía ejércitos defensivos virtuales, que sólo existían en el papel (Geisterarmeen) y en su delirante mente. Lo mismo sucede con la troika usurpadora de Maduro, Cabello, Padrino López, que hace grandes movimientos salvadoras con ejércitos fantasmas: dos millones de milicianos estarán listos en abril (Maduro); inversiones fantasmas: “las mejores empresas de EEUU van a venir a invertir aquí”, y monedas fantasmas, que nadie quiere, como el Petro. Ninguna de esas quimeras salvará a los usurpadores, como tampoco les salvará su infantil esperanza, de que Rusia o China puedan rescatar su distopía contra la voluntad del Imperio. Por eso, el indigno Maduro ya se arrastró ante Trump, mandando un “mensaje muy humano” vía Fox News, pidiendo desesperadamente dialogar, porque “somos gente humana”: somos personas con las que “se puede negociar”.
Revolución rusa en Caracas
La actual situación venezolana se caracteriza por una dualidad de poder, que es semejante a la descrita por Lenin en la Revolución Rusa. Por supuesto, no es una guerra de clases entre un poder obrero revolucionario (soviets) y una burguesía capitalista, sino entre dos fracciones de la burguesía, que luchan por el control monopólico del Estado: en lo legislativo, judicial, ejecutivo y electoral. Por su propia naturaleza, una situación política dual de este tipo es inestable, porque las facciones involucradas procuran acumular fuerzas para liquidar al rival y quedarse con el poder único. Ese conflicto hegemónico intra-burgués sobre las rentas extractivas del país se ha internacionalizado, porque afecta los intereses geopolíticos del centro de gravitación continental. Por lo mismo, es Washington, que decide el conflicto por los medios imperiales que vea oportuno y en el momento oportuno. Ese momento imperial ya ha llegado y terminará pronto con el colapso del régimen y la imposición hemisférica del efecto geopolítico Saddam Husseín y Muhamar Gaddafi.
La Solución sandinista
El principal problema del futuro venezolano, aparte de la reconstrucción económica, es la paz interna. Es decir, impedir que el modelo de asesinato político selectivo del régimen colombiano se aplique en Venezuela. Si a Maduro y su camarilla le quedara un ápice de responsabilidad y patriotismo, negociaría con los gringos y su ficha Guaidó la solución sandinista de 1989: gobierno transitorio, elecciones libres y el reemplazo de la corrupta cúpula militar de Padrino López, Nestor Reverol y del SEBIN, por los militares patrióticos chavistas, como los generales Rodríguez Torres, Raúl I. Baduel y Cliver Alcalá. Esta es la única forma, en la cual se puede proteger la vida de los militantes chavistas y abrir cauces pacíficos para el futuro del país. En contrapartida, se permitiría a la camarilla burguesa madurista exiliarse en un país que la acepte.
Trump, Maduro y el impeachment
La política exterior de Estados Unidos está en manos de los neofascistas gubernamentales, encabezados por John Bolton y Mike Pompeo; de los neofascistas (neoconservadores) republicanos y demócratas del Congreso; de la mafia anti-comunista de Miami y de la derecha israelí (Netañahu). Trump ya no es más que un bufón distractor, que pierde cada vez más poder de decisión y negociación y terminará probablemente destituido por un impeachment (juicio político), durante el año en curso. Si se da este escenario, seguirá el vicepresidente Mike Pence en la Casa Blanca: un oportunista teocrático como Bolsonaro, que es aún más reaccionario que Trump. De ahí, que aún un cambio de este tipo en la Casa Blanca no modificaría esencialmente la política monroeista frente a América Latina, porque Washington necesita el subcontinente esclavizado, como peón geoestratégico frente a China, Rusia y la Unión Europea.
Ajedrez geopolítico de la Patria Grande
Los imperialistas washingtonianos han declarado públicamente que quieren destruir a los actuales gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Es probable, que el gobierno de Maduro caiga hasta mediados de 2019. El gobierno de Daniel Ortega, que repite la misma política ciega de Maduro, tendrá un espacio de vida más largo. Pero, a lo máximo, hasta las elecciones del 2022. El futuro de Cuba depende, esencialmente, de la voluntad de China y Rusia, de proporcionar los medios de una simbiosis económica y un Plan Marshall, para dar un salto cualitativo en su desarrollo económico y resistir la intensificación de la agresión gringa.
De este primer grupo de gobiernos, al cual pertenece también la Bolivia de Evo, hay que diferenciar los grandes vasallos latinoamericanos, que han aceptado un swap (intercambio) imperial monroeísta sui generis: comprar la protección de la mayor organización delincuencial de la historia, la OTAN, pagando con la entrega de las regiones estratégicas del subcontinente: Macri, con la Patagonia y el acceso a la Antártida; Bolsonaro, con la Amazonia y el Pantanao del Matto Grosso; Uribe, Santos, Duque con el “portaaviones terrestre” de Colombia para el control bi-oceánico y el Canal de Panamá y Paraguay, con el acuífero del Guaraní.
México en el gran tablero de ajedrez
Es obvio que México no encaja en ninguno de los dos grupos: ni en el “socialista”, ni en el entreguista. Y también es obvio, que hay varios puntos de fricción estratégica con el Imperio. Por ejemplo, la Doctrina Estrada de política exterior, fundada en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la soberanía nacional, nunca será aceptada por el Imperio gringo en proceso de ocaso. De la misma manera, el ejemplo positivo de democracia y eficacia de AMLO en la actual crisis de esperanza estratégica de la Patria Grande –causada por el derrumbe de los regímenes socialdemócratas progresistas– no se ve con buenos ojos en los bunkers del poder en Washington. De ahí, que con el neofascismo estadounidense, que es hegemónico en este momento, difícilmente habrá coexistencia duradera. Una versión más preclara de la dominación imperialista, como la que ejecutó Obama, en cambio, podría priorizar la estabilidad interna de México y la tranquilidad en la frontera, que garantiza el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Siendo AMLO un genio de la política y, sin duda, el hombre de Estado más talentoso del continente americano, puede ser posible, que con la caída de Trump y su equipo de walking dead neofascistas, logre establecer una cohabitación viable con el futuro gobierno de los demócratas.
El naciente Sol azteca
Tal coexistencia puede parecer poco a la luz de una perspectiva maximista y radical. Pero, para los pueblos de la Patria Grande sería una avenida hacia la paz y la prosperidad. Una luz de esperanza en la noche de los Maduro, Macri, Duque y Bolsonaro. De hecho, la única luz visible en el firmamento del Sur.
Por Heinz Dieterich / (Con información de aristeguinoticias)