Cirugías pirata: negocio de charlatanes

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Sobre los riesgos que corría al operarse en una clínica de dudosa reputación, nada sabía. Estaba más apurada en encontrar un médico que no la cuestionara por ser menor de edad

Años acumulados de burlas dolosas, apodos que en ocasiones no entendía, y comentarios hirientes fueron puyas que reventaron su autoestima, por lo que decidió que una operación de nariz le devolvería la vida perdida por rechazar cualquier actividad social, para no soportar más posibles burlas.

Marcela tenía 15 años recién cumplidos cuando entró a la prepa y fue a pocos meses de clases que comenzó a investigar dónde le podían practicar la cirugía estética. Se lo comentó a su familia, aunque lejos del apoyo esperado, recibió comentarios lastimeros sobre su belleza interior que únicamente la deprimieron más, pero también la empujaron con decisión a la cirugía.

Por suerte, Marcela poco tardó en descubrir que era pésima para hacer planes en secreto. A más de diez años, recuerda que sus hermanos encontraron recortes de la Sección Amarilla con información de cirujanos, cada uno con nombre más raro que el otro. Ahí comenzó el declive de su plan, el cual finalmente acabó en oídos de sus padres.

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“Estaba tan decidida, porque me sentía tan mal, que lo único que quería era hacerlo (la operación) lo más rápido posible, aunque fuera en el Seguro, tal vez podía juntar para una buena clínica, pero en todas te pedían la autorización de tus papás”, confiesa Marcela sobre la ocasión en que casi acaba sobre la plancha de un cirujano pirata.

Estafadores con bata blanca

Con aproximadamente 800 mil cirugías plásticas y reconstructivas (además de tratamientos no invasivos), México ocupa el tercer lugar a nivel mundial en el rubro, sólo por debajo de Estados Unidos y Brasil. A pesar que ambos países superan por mucho el número de habitantes mexicanos, 202 y 321 millones de personas, respectivamente, según datos de la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica y Reconstructiva (AMCPR), desde hace más de una década es común que las jóvenes comiencen a practicarse este tipo de operaciones desde los 18 años y en muchas ocasiones lo piden a sus padres como regalo de cumpleaños.

Con esa demanda de cirugías, se formó un caldo de cultivo para charlatanes con poca o nula preparación, que engañan a personas como Marcela. Se aprovechan de sus inseguridades e ignorancia para formar su mina de oro a costa de la salud, con consecuencias que pueden llevar a la muerte. Datos de la misma AMCPR, indican que existen alrededor de mil 500 médicos certificados por el Consejo Mexicano de Cirugía Plástica y Reconstructiva, y por cada médico certificado -se piensa- hay 15 estafadores que montan una clínica, es decir, la cifra podría superar los 22 mil 500 cirujanos pirata.

“Es muy común que haya gente que se dedique a eso (engañar), la gente busca el sustento y trata de aumentar sus ingresos (…) el simple hecho de haberle ayudado en algún tiempo a algún cirujano plástico, o haber aprendido con otros especialistas ciertos procedimientos, los van copiando y sin tener el entrenamiento apropiado los van haciendo con la única finalidad de ganar dinero”,  indica el Doctor José Luis Haddad Tame, presidente de la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva A.C.

“Las cirugías son cada vez más específicas, requieren de más subespecialidad; en la medida que uno esté más entrenado en hacer los procedimientos, mejor le irá al paciente. Yo como cirujano plástico a pesar de tener un entrenamiento de 12 años de especialidad no puedo hacer una cirugía cardiaca porque no sé, entonces puede tener repercusiones en el bienestar del paciente”, explica el especialista en entrevista con Letra Roja.

Según comenta, en México actualmente las cirugías de nariz o rinoplastia ocupan el tercer lugar junto con los procedimientos de cara. En primero y segundo lugar se encuentran el aumento mamario y procedimientos de liposucción o lipoescultura, “incluyen los de contorno corporal, sobre todo uno que se conoce como abdomenoplastia, en la parte del abdomen”, agrega Haddad Tame.

Estos últimos mencionados por el cirujano son los de mayor peligro en caso de practicarse con un seudoespecialista. Debe de hacerse perfectamente protocolizado, es un hospital de primera línea, y no me refiero al precio -aclara Haddad- sino que tenga todo lo necesario para prevenir las complicaciones y en el caso de operaciones que tuvieran complicaciones, tratarlas de manera eficaz.

Y añade: “Cualquier procedimiento de cirugía plástica, a pesar de que no haya gran manipulación de tejidos, sí tiene riesgo el paciente (…) si alguien por ejemplo se meta a hacer una cirugía de parpados de la cual tiene muy poca experiencia o no sabe operar parpados, el paciente tiene la posibilidad de quedar desfigurado”.

Por este motivo, es común que con él como con todos los demás médicos especialistas certificados, lleguen pacientes para que les corrijan una mala operación. Las más frecuentes son de lipoescultura, aunque en el caso de las cirugías de cara o el aumento de senos , hay desfiguraciones difíciles de arreglar, por lo que insta a todas la personas que buscan hacerse una cirugía de este tipo, revisar los nombres de los médicos aprobados por el Consejo Mexicano, a fin de no caer en la garras de los timadores.

Viva por suerte 

Agotadas las opciones del directorio impreso por las altas tarifas, Marcela se sumergió en internet para buscar uno barato. Sabía que tarde o temprano podría juntar los 35 mil pesos que le cobraba el más barato de la sección amarilla, pero le costaba imaginar siquiera la forma en que podría convencerlo. En cambio, sabía que con uno barato y el dinero de por medio, la negociación sería más asequible, e incluso, podría sobornarlo en caso de que supiera su verdadera edad.

Sobre los riesgos que corría al operarse en una clínica de dudosa reputación, nada sabía. Estaba más apurada en encontrar un médico que no la cuestionara a cada momento como los demás. Luego de varias horas en la red, llegó el doctor Manzúr, nombre que el supuesto cirujano le dio desde un principio. No recuerda bien cómo llegó, pero sí mucho del precio y el lugar. 20 mil era el costo de la rinoplastia. “Ni tan barato, pero quedaba lejos de mi casa y era el que cobraba menos, apenas lo que necesitaba”, explica entre risas a Letra Roja.

Luego de contactarlo por teléfono, así quedaron acordados los términos de la operación: llegaría a las 10 de la mañana a la “clínica” ubicada cerca del metro Politécnico, pagaría por adelantado una operación calculada en 3 horas y al terminar podría regresar en taxi a su casa para guardar reposo. Marcela nunca sospechó nada, todo le parecía parte del proceso médico y se convenció más cuando Manzur le dijo que las revisiones posteriores no se las cobraría.

El día finalmente llegó y Marcela estaba “cagada” según sus propias palabras. No por lo que pudiera pasar en la intervención, sino por el miedo a que sus padres la descubrieran, como pasó al final debido a su nerviosismo para actuar con cautela.  “imagina que no sabía ni llegar a Lindavista, nosotros vivíamos por Clavería y ahí fue donde me cacharon porque toda la semana me la pase preguntado a mi papá cómo llegar en metro (…) que bueno que no conocía la pinche ciudad”.

Tres años después, varias noches de llanto por sentirse fea y una semana de castigo incluida, Marcela al fin pudo tener la rinoplastia, pero esta vez todo bajo cuidado en el Sanatorio Durango. Con la limadura quirúrgica, no sólo se fue parte de su cartílago nasal, sino también su inseguridad y los apodos humillantes que la acompañaron durante su niñez.

Con la poca o mucha madurez que le dieron sus 25 años, Marcela recuerda lo vivido y no sabe decir si lo haría de nuevo. Sin embargo, recuerda el calvario mental que sufría por las burlas y ahí justifica todo. “Tenía ganas hasta de matarme, igual y ya me tocaba, con el tipo ese o muerta en mi cuarto (…) pero qué bueno que sigo aquí”, concluye con sonrisa cómplice, como de niña que se ha salido con la suya.

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