Desde la Llorona en Xochimilco o el topo gigante del Metro, la Ciudad de México guarda leyendas urbanas, pero ¿habrá sido alguien capaz de enterrar a una persona en los cimientos de una obra?
Dicen que para levantar semejantes columnas que lo sostienen, el estadio Azteca fue bautizado con sangre cuando comenzó a erigirse como la nueva joya de la arquitectura mexicana a mediados del siglo XX. No es que ahí se haya presenciado un sacrificio humano como en tiempos prehispánicos, pero albañiles y habitantes de Tlalpan afirman que en los cimientos varias personas fueron enterradas vivas para bendecir la obra.
Mario, un albañil de 23 años es uno de los que ha escuchado ese relato. Dice que fue de las primeras historias que le contó su padre, cuando dejaron atrás San Felipe del Progreso en el Estado de México, para trabajar en construcciones por la zona de Santa Fe, Interlomas y Tecamachalco.
Y es que a pesar de que no lo cree del todo, asegura que en la mayoría de los edificios que vio construir desde dentro, supo de al menos un muerto. A ninguno lo conocía personalmente, a lo mucho los ubicaba de habladas, pero el hecho de saber que una persona había muerto o desaparecido en su mismo lugar de trabajo, le eriza la piel.
Huesos de cemento
En el caso del Azteca, Mario segura que es una leyenda que todos los albañiles con los que ha convivido la conocen, todos con matices y elementos de la historia diferentes. Según le narró su padre, por orden directa de los arquitectos Pedro Ramírez y Rafael Mijares varios albañiles y ayudantes de albañiles fueron enterrados vivos en las fosas que dieron lugar a las columnas del coloso de Santa Úrsula.
Los arquitectos acudieron a este pacto con el diablo, supuestamente muy conocido en el gremio, a fin de que su obra se mantuviese firme durante décadas, tal como sucedió con el Azteca. Al ser gente de escasos recursos la “elegida” para reforzar los cimientos, nadie se preocuparía por ellos ni reclamaría su desaparición.
Esa fue la historia que su padre le contó, pero escuchó muchas otras versiones de sus colegas. Como que fue en realidad un grupo de albañiles el que organizó los sacrificios para proteger la edificación, que fueron puros hombres los sacrificados, o que sólo murió una persona y por las noches su alma vaga por los alrededores del estadio.
Si hay o no cuerpos enterrados debajo del imponente campo mundialista, probablemente nunca se sepa. No obstante, hay apuntes del filántropo norteamericano Max Shein donde menciona que desde 7 mil años antes de Cristo, aproximadamente, hasta el siglo XIX hubo construcciones con infantes enterrados para sostener mejor la obra, por lo que la historia capitalina podría no ser un cuento.
Peligro latente
Cuestionada sobre la validez de este mito urbano, la arquitecta por la UVM, Miriam Noceda contó a Letra Roja que efectivamente hay una leyenda muy conocida entre sus colegas, la cual dice que “es de buena suerte que un albañil se muera durante la obra, normalmente si nadie va a preguntar por ellos, los entierran”.
La también docente, explicó que también es común que desaparezcan a los albañiles muertos en las obras para no meterse en problemas con las autoridades y clausuren la construcción. Sin embargo, descarta que sea los muertos sean órdenes de algún arquitecto.
Según explica, si bien enterrar a una persona entre la mezcla de cemento no implicaría un reto técnicamente hablando, sería una decisión bastante arriesgada. Un en la que tal vez ningún pacto con satán ayudaría a remediar las cosas.
“Te lo pongo así: si todos los edificios tuvieran muertos debajo de ellos, muchos ya habrían colapsado, porque los cuerpos se descomponen y generan huecos que en todo caso debilitarían la estructura, más en una ciudad como esta”, finaliza la arquitecta.