El Día Internacional del Libro tiene como propósito principal promover el hábito de la lectura; en México se leen menos de 6 libros al año.
Gabriel, como el grueso de la población en México, no era fanático de la lectura. Ni siquiera llegaba a los 5.3 libros que según el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), leen en promedio los mexicanos al año. Pero todo cambió, en el amplio sentido de la palabra, cuando ingresó a trabajar en la extinta editorial Nueva Imagen.
La incitación a la lectura, fue justamente el motivo con que la UNESCO promovió el Día Internacional del Libro, establecida el 23 de abril supuestamente por coincidir con los aniversarios luctuosos de Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Aunado a ello, se aprovechó para incluir la promoción de la industria editorial, así como salvaguardar el derecho de autor.
Don Gabriel, como le llama sus compañeros, lo recuerda a la perfección, pues le hablaron de ello en una de los tantos cursos de actualización que recibe en su actual trabajo en el Fondo de Cultura Económica (FCE), donde acepta que la vida la llevó casi por casualidad, pero del que ya no pudo desprenderse.
En 1980, con apenas 22 años a cuestas, tras la invitación de un amigo a participar en la Feria Internacional del Palacio de Minería, fue que llegó al mundo de los libros por medio de un módulo de la editorial donde trataba con los clientes. Ahí supo, por ejemplo, quien era Mario Benedetti y sus poemas, las traducciones de Cortázar, además de conocer los trazos de Quino y sus historietas.
En la víspera de la celebración, cuenta que todo lo aprendido lo transmitió a sus hijas, ambas estudiantes universitarias, así como el hábito de leer, apoyado con colecciones completas de cuentos infantiles que les daba como regalo de cumpleaños. Y es que según la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura 2015, cuando existen estímulos en el hogar o la escuela, el porcentaje de lectores siempre será más elevado.
Dicho estudio, también señaló entre otras cosas que, de los libros leídos por los mexicanos, sólo 3.5 son por gusto, mientras que el 1.8 por ciento es por obligación. Asimismo, entre los motivos para no leer, los argumentos más repetidos fueron falta de tiempo con un 40.5 por ciento, mientas que la falta de motivación o gusto ocupó un 24.3 por ciento.
Gabriel es consciente de ello, por acepta con mayor gusto el “legado” que dejó a sus hijas, máxime después del difícil sendero que implicó el mundo editorial. Según recuerda, a Nueva Imagen “Luis Echeverría se la comió”, junto con la horda de intelectuales sudamericanos que recibió como refugiados. La compañía prácticamente quedó en manos del gobierno hasta desaparecer, como tantas otras de la época. Él abandonó el barco antes, debido a la llegada de nuevo personal apadrinado por el gobierno. De eso se enteró ya cuando laboraba en la librería del estado.
Ahí también llegó casi por casualidad. Pues a pesar de su experiencia en los almacenes, donde debió memorizar autores y títulos que nunca imagino que existían, además del bagaje ya adquirido sobre el proceso de producción editorial, fue una excompañera quien lo recomendó para una plaza en la bodega, justo cuando el ya probaba suerte en otros sectores.
Con firmeza afirma que en el Fondo es feliz. Aunque no tiene todo el tiempo del mundo para leer, como mucha gente supone de alguien que vive rodeado de libros, sí ha tenido la oportunidad de conocer nuevos autores, libros, y darse una empapada de cada uno con las reseñas y algunos capítulos cuando la jornada lo permite.
Tampoco niegas las bondades y acepta que le agradan los encuentros con los autores para hablar de sus nuevas obras. No obstante, el tiempo le ha vuelto selectivo, y hoy puede decir que sólo acude cuando hay un autor de su agrado. Esa misma experiencia acumulada, lo hizo un romántico de la lectura, para afirmar que no está en contra de los libros electrónicos, “pero siempre será mejor oler el papel”.