-¡No tengo miedo de que me maten, si ya se llevaron a mi hija! externó Raquel al recordar la ocasión en que fue a buscar el cuerpo de su hija Lucely al Semefo, de Tlalnepantla, donde le negaron entregárselo por no llevar identificaciones.
Su hija, asegura la mujer, murió el pasado lunes 27 de junio, pero cuenta que la vida se le hizo un “infierno” desde los 19 años, cuando fue capturada por su “padrote”, como nombra al captor de Lucely, quien la usó para prostituirla y procrear a nueve hijos; todos extraviados y usados para delinquir.
La mujer de la tercera edad, marcada con las arrugas de la lucha que ha llevado desde hace 19 años, recuerda que este martes 5 de julio, su hija Lucely cumpliría sus 38 años, pero una semana antes a su cumpleaños, por fin sus captores lograron asesinarla.
“La tenían encerrada aquí en Toluca en una vecindad de Zopilocalco, ahí estaba en un cuartito y no la dejaban salir, la golpeaban mucho y la usaban para empacar droga”, afirma con su voz ilegible y señalando con sus manos temblorosas al captor de su hija, a quien asegura identifica plenamente: -¡Se llama don Ramón, es un delincuente! advierte, pero de quien nunca pudo rescatar a Lucely.
Apenas cumplía los 19 años, cuando Lucely fue enganchada y envuelta en las drogas allá en el municipio de Chalco, donde vivieron varios años; la mujer no titubea al señalar que su hija fue víctima de la trata de blancas, y asegura que desde ese entonces comenzó a buscarla, hasta que la halló con una supuesta banda dedicada a la prostitución y el narcomenudeo en varios municipios, incluidos Toluca, donde Lucely pasó sus últimos meses de vida.
“A mi hija la violaron cuando era menor de edad, tenía 17 años, y yo los demandé cuando vivíamos en la Lagunilla, y a los 19 me la robaron, la busqué y la busqué y la encontré aquí en Toluca, luego se la llevaron de vuelta a Chalco, ahí otra vez fui a buscarla y no me dejaban acercarme a ella, le vendieron un riñón”, recuerda la enfermera jubilada, un tanto extraviada y sin precisar todos los datos que le llegan en recuerdos.
Menciona entre sus relatos a sus nietos, se le pregunta si los conoció, y asegura que sólo los miraba de lejos, siempre vivió cerca, pero sin poderles hablar.
¿Recuerda a sus nietos, los conoce?
-Sí, primero fue Luisito, tiene 16 años, a él ya lo tienen robando, y la “china”, que luego don Ramón la hizo su mujer, ellos son los mayorcitos-, Asegura Raquel, de los demás, perdieron el rastro, unos fueron entregados a otras familias, una fue llevada Guanajuato para donar sus corneas, menciona.
En algunas ocasiones, dice, podía platicar con su hija cuando se escapaba, pues con los años se hizo la “mujer” de su captor, eso le permitió tener un poco de libertad.
“Yo le decía que estaba en una mafia de trata de personas que se armara de valor y se escapara por sus hijos y me contestaba: ¡es que me dicen que te van a matar a ti mamá! y yo le decía que nadie se muere antes de que le toca y si me muero, ya estoy vieja, y si con mi muerte los salvo a ustedes, no me importa”, relata Raquel con lágrimas que le salen de repente, da una pausa a la plática de la entrevista, para disculparse y buscar una servilleta.
Lucely, fue ingresada al penal estatal de Santiaguito en el mes de mayo pasado, donde estuvo durante dos semanas acusada de ser cómplice de un homicidio ocurrido en Atizapán de Zaragoza, donde la obligaban a trabajar de checadora de microbuses, tras no comprobarse cargos en su contra, salió y se refugió en Toluca, donde su captor tiene supuestamente un domicilio; ahí fue la última vez que se le miró a la mujer, asegura su madre; hasta que le informaron que su cuerpo fue hallado en un predio baldío en el municipio de Tlalnepantla.
La mujer ingresó diversas denuncias de hechos ante la Procuraduría estatal, una de ellas bajo el número 165970360025615 ingresada el 5 de julio de 2015.
“Mi hija quería tener una vida normal, quería buscar un novio y darle un padre a sus hijos, se escapaba y se pintaba su boca, se peinaba con su cabello y se iba a bailar”, recuerda la mujer.
El día que la despidió en el Semefo, dijo que la encontró como cuando se escapaba para ir a bailar.
“Llevaba los pies arreglados con sus uñas color fresa o como rosa, muy arreglados y traía unos huarachitos, las uñas con unos brillantitos, me aguanté mi coraje, pero si dije unas maldiciones: ¡qué poca calidad humana! y ¡qué poca ma… tuvieron el que hizo esto, les pedí que me dejaran hacer una oración y le dije ¡vengaré tu muerte! y me salí”, recordó Raquel en las últimas palabras que le dio a su hija Lucely