Sin lugar para el vértigo. La vida de un vidriero

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Según la experiencia del entrevistado, no es mal remunerado, aunque sí lamenta que las condiciones en que trabajan algunos compañeros sean poco favorables

Desde las alturas del piso 42 de la Torre Latinoamericana la vista resulta esplendorosa. Es un paisaje bien conocido por la cuadrilla de vidrieros —como se autodenominan—, que se descuelga comandada por Guillermo, quien hace 22 años se inició en el oficio de limpiar los cristales más altos de la Ciudad de México.

Acompañado por Antonio y Rodrigo, Memo, como lo conocen sus amigos más cercanos, limpia el exterior de unos cristales que delatan el paso de los años en uno de los edificios más emblemáticos de la capital.

A pesar del riesgo que se vive en este oficio, los limpiacristales no suelen contar con más seguridad de la que exige la ley. “Si encuentras a un vidriero que te diga que nunca siente miedo, probablemente te está mintiendo”, asegura Guillermo mientras ajusta el arnés que lo mantendrá suspendido en el aire. A pesar de ello, la tarea de desempolvar por fuera este histórico titán es motivo de orgullo para el entrevistado, pues “no cualquiera se atreve a trabajar colgado a tantos metros de altura”. Vaya si tiene razón.

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Casi nadie en la torre sabe cómo se realiza esta actividad. De hecho, la desinformación llega al punto en que, cuando se entrevista a personas que trabajan en las oficinas del lugar, mencionan que “aquí nunca se limpian los vidrios”. Algo hay de eso. De acuerdo con Guillermo, los únicos cristales que se limpian de manera habitual son los de los pisos ubicados entre el 37 y 43, en donde se encuentran el mirador del rascacielos y el restaurante Miralto.

“Este trabajo es un peligro permanente, pero como sucede con todo lo que conlleva riesgo, se deben tener las precauciones pertinentes para evitar accidentes. También es muy importante el trabajo en equipo, ya que la falla de un solo miembro de la cuadrilla puede costarnos el trabajo o, incluso, hasta la vida misma”, continuó Memo, quien además se dijo feliz de tener un empleo estable y cuyos horarios laborales le permitan disfrutar de la compañía de sus dos hijos y su esposa.

En este oficio, los mejores aliados son la precaución y el tiempo. Mientras más temprano se realice el trabajo, mejores serán las condiciones para elaborarlo de manera adecuada y segura. El viento, la lluvia y los rayos del sol vulneran la inercia de quien se atreve a desafiar las leyes de la gravedad, pendido de cuerdas y un arnés sujetados a una columna en la parte más alta de la construcción.

Este trabajo, según la experiencia del entrevistado, no es mal remunerado, aunque sí lamenta que las condiciones en que trabajan algunos compañeros sean poco favorables en términos de estabilidad laboral, pues conoce algunas empresas que, a pesar del riesgo permanente que este oficio representa, ni siquiera aseguran a sus empleados

“Conozco una persona que cayó de cuatro pisos de altura. Le decimos el Toro. Se cayó de una escalera muy alta mientras limpiaba unos cristales en el edificio del ‘pantalón’, en Bosques de las Lomas. Cuando llegó al suelo se golpeó la cabeza y sangraba por una oreja, el paramédico que lo atendió en el momento dijo que entró en shock. Estuvo en coma durante dos semanas. Lo más triste son las secuelas que el impacto le dejó. Sufrió daños cerebrales graves que no le permiten distinguir entre el día y la noche”, relata Memo con congoja, a punto de enjabonar el primer vidrio de la jornada.

FUENTE : LETRA ROJA

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