OPINIÓN: ¿A USTED TAMBIÉN LE ROBARON SU AUTO EN ECATEPEC?

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Era domingo y las once de la noche cuando salió hacia su casa. Diez minutos después llegó, se bajo del auto abrió el zaguán de su casa, volvió a subir y en reversa lo colocó en su cochera. Bajo rápidamente y cuando se disponía a cerrar la puerta dos tipos surgieron de la oscuridad y ante él, escuadra en mano, uno de ellos le dijo, “ya valiste madre, no hagas pedo y entrega las llaves”.

Entregó las llaves que aun traía en la mano, sintió el ligero golpe del cañón en las costillas y levantó sus manos. El tipo le entregó las llaves al otro y le dijo, fuerte pero sin gritar, ¡saca el carro!, mientras lo hacía el que lo amagaba con una mano revisó las bolsas del pantalón sacándole su cartera con la licencia, credencial de elector, tarjeta de debito y setecientos pesos.

El otro arrancó el carro y cuando estuvo afuera se acerco a su oído y le susurró “no hagas pendejadas” y se fueron. Se asomó y los vio alejarse, nunca había visto la calle tan negra, recordó que hacía tiempo no había alumbrado público.

Dio media vuelta para entrar y su hijo que salía le preguntó “¿por que sacó otra vez el carro? ¡Se lo robaron! le dijo. ¿No te hicieron nada? preguntó su esposa; no, nada, respondió. Y se metieron a la sala. ¿Y ahora qué hacemos?, preguntó ella.

¡El seguro!, dijo él, dónde están los papeles. Ella buscaba ya la tarjeta de los vigilantes de la caseta. Le dijeron que se comunicara al 066 de emergencias. Los llamó y no contestaban, volvió a marcar y sonaba ocupado, lo hizo nuevamente y contestaron pero se cortó la llamada varias veces.

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Y así durante unos treinta largos minutos, hasta que por fin contestaron “emergencias de la Ciudad de México”. Le dijeron que en Ecatepec reportara a “emergencias del Estado de México”, pero ellos ya habían iniciado la alerta.

Marcó, marcó y marcó hasta que por fin alguien contestó, “Modulo de la Curva del Diablo”, solamente para decir que no les correspondía y de plano les dieron el número del Centro de Mando. Después de casi una hora comenzó a denunciar la emergencia, le dijeron todo el procedimiento y documentos que debía llevar al Ministerio Público.

Él por su lado ya se había comunicado al número del seguro y lo habían puesto en contacto con un abogado, que le indicó qué reportes y documentos debía reunir, lo mismo que a su esposa le indicó el Centro de Mando de Ecatepec. El abogado del seguro preguntó la ubicación del lugar de los hechos y entonces le dijo que le correspondía el Ministerio Público de San Agustín.

Junte sus documentos, le dijo, anote sus reportes y me llama para vernos en el MP. Así lo hizo lo más rápido que pudo y llamó al abogado. Solamente para que le dijera que le habían dicho que en el MP de San Agustín no tenían sistema y le dieron cita para el otro día a las 10 de la mañana. Que ahí se veían a esa hora.

¡Qué! exclamó su esposa cuando le dijo, para que luego mañana nos digan que eso es lo que nos preocupa el robo, que nos fuimos a dormir, reclamó. Agarró nuevamente el teléfono y marco al Centro de Mando donde le dijeron que “tenían reporte que en San Agustín no había sistema”. Qué sistema ni que sistema, dijo ella, no quieren que los despertemos es casi la una de la mañana del lunes.

Por cierto, preguntó ella, ¿no se te subió el azúcar? Parece que no, dijo él, trate de tomarlo con calma, pero por cierto, pregunto él, ¿no te diste cuenta? ¿De qué? preguntó ella. Tardaron en atender una emergencia casi una hora. En ese momento si no guardaron cerca el carro, ya podían ir en Toluca, o en Pachuca, a medio camino de Puebla o por San Juan del Río.

O que también, remarcó, que no se apareció para nada ningún policía, ninguna patrulla. Vaya, ni los vigilantes bicicleteros que cada sábado pasan religiosamente por sus diez pesos, vinieron a preguntar si algo se ofrecía, nada, nadie. Estamos en el desamparo, dijo ella.

Al día siguiente llegaron directamente a la barra a decir su asunto. Ah, le preguntó un tipo con facha de judicial, ¿a usted también le robaron su carro? Desconcertado preguntó, ¿A mí también, pues cuantos somos? Todos ellos, dijo, y señaló a un grupo que estaba entre formado y disperso, ahí busque su turno y les vamos llamando. Mejor esperaron al abogado del seguro.

Al fin y al cabo hermanos del mismo dolor en la platica fue saliendo de dónde eran, uno de Granjas Valle, otro de la Estrella, uno más de la Rústica Xalostoc, otro de Valle de Aragón y así otro tanto. Uno de cada colonia, exclamó alguien. No, dijo otro, de Valle de Aragón ya anduvieron por aquí otros dos.

Al terminar el abogado le dijo que eso era todo. Y él preguntó que qué más tendría que hacer. Ir a Coacalco a acreditar la propiedad y a esperar. ¿Esperar? ¿No hay que ver a nadie? No, dijo el abogado del seguro, y si eventualmente su auto aparece tiene que hacer esto, lo otro y aquello. Hay que esperar un mes.

A la salida otro de los que habían estado esperando su turno le preguntó, ¿y ahora que piensa hacer? Esperar a que recuperen el auto, le dijo.

¡No amigo! exclamó, cómo cree, yo soy abogado y a mi esposa le robaron una X Trail, ya está pérdida. A las ratas les dan en la entrega 15 mil, 10 mil o cinco mil pesos según el carro. Ya no hay remedio. Si a usted le robaron su auto, ahora es un número, una estadística. Tan tan.

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