Durante la última década, los narcocorridos llegan a más sectores poblacionales modificando conductas por sus letras.
Según el investigador, apoyado de más estudios realizados en San Diego, California, a parir de los años 30 los narcocorridos comenzaron a tomar popularidad, aunque era básicamente imposible conseguir alguna de estas pistas. En algún momento, el sentido de la música norteña mexicana se tergiversó y cambió de eje; en un principio, el fin de los narcocorridos era vanagloriar a alguna figura heroica, como Gabino Barrera Barrera, o de héroes patrios como los que se hacían en la revolución.
Con el paso del tiempo, ya por los años 60 y 70, el narcocorrido se hizo permisible, aún con letras más sugestivas y menos obvias; el tema era el narcotráfico, cómo y por dónde, y en algunas ocasiones se hablaba de algunos personajes dentro de la canción. Fueron grupos como Los Tigres del Norte los que dieron pie a toda esta música que hoy debería ser tratada como un problema social; camciones como Contrabando y Traición y La Banda del Carro Rojo, son claro ejemplo de que ya no era un tabú hablar del narco en México públicamente.
A finales de la década de los 90 y principios del 2000, las disqueras (ya patrocinadas por el propio negocio del narco) comenzaron a ver una pequeña mina de oro y un negocio redondo en los narcocorridos: Los meros malos se hacían fama por medio de músicos mediocres que con santo y seña narraban las hazañas que hacían sus protagonistas.
Todo lo anterior desencadenó en un “Movimiento” que tuvo su origen (como todo lo que se ha narrado) en el norte del país: El Movimiento Alterado, que ya no escatimaba en realismo ni en nombres ni hechos ni en prácticamente todo lo que se narraba en esos 3 minutos de ritmo, melodía y silencios, entre más explícito fuera, entre más decapitaciones narradas, más “pozoleados”, ejecutados se mencionaran, más, y más se vendería ese producto disfrazado de música.
Al día de hoy, ese mensaje tan usado y gastado, tan repetido y cacofónico como una balacera, ha comenzado a crear estragos en nuestra sociedad, y es que cada vez más personas escuchan estos himnos al desmembramiento, a las ejecuciones, y que no distinguen entre posición económica, sexo, edad, o demarcación, el narcocorrido se mete por los oídos y se arraiga en el cerebro, dejando una espina de maldad y tolerancia a la violencia.