La campaña para la sucesión presidencial del 2018 en México ha comenzado. Con malos y buenos augurios y con la incertidumbre de no saber cuáles prevalecerán. Soplan fuertes vientos de cambio, en el mundo hacia la ultraderecha y en México hacia la izquierda.
Era tradición en la política mexicana que una vez terminada la elección intermedia, iniciaban los preparativos de los aspirantes presidenciales. Valoraban el posicionamiento que tenían, hacían o ajustaban sus alianzas y (re)diseñan su estrategia. Para un año antes de la elección los partidos ya estaban listos para presentar a sus candidatos.
Durante varios sexenios del siglo XX en el PRI, según la expresión de Fidel Velázquez, “el que se movía no salía en la foto”. Eso ya es historia, ahora “el que no se mueve no sale en la foto”. Enrique Peña, Felipe Calderón, Vicente Fox y el mismo Andrés Manuel López Obrador son ejemplo de ello.
A ésta nueva tradición se suman ahora, Miguel Ángel Osorio Chong, Margarita Zavala, Ricardo Anaya y el mismo Eruviel Ávila entre otros. Saben que, si no levantan la mano, no les dan la palabra y, como dice el dicho, se quedan chiflando en la loma.
Hoy, sin embargo, en esa vieja tradición de destapar o presentar los candidatos presidenciables entre los meses de septiembre a noviembre del año anterior a la elección también se ha roto, los tiempos se han adelantado por dos factores.
Uno, por la profunda crisis multifactorial del gobierno de Peña, que no cede y más bien se profundiza. Y dos, por un fenómeno externo que dicen inesperado, pero que en realidad la clase política y empresarial mexicana veía venir con pánico indescriptible: El triunfo de Donald Trump sobre Hillary Clinton.
La madrugada del 8 de noviembre inició la sucesión presidencial del 2018. Trump ganaba y el 2018 iniciaba. Un reacomodo de la geopolítica mundial está en marcha, la fracción neoconservadora de la oligarquía capitalista, impulsora de la globalización neoliberal, está dando un giro hacia políticas económicas proteccionistas, abandonando las de libre mercado.
Este giro tiene en el total desconcierto a la oligarquía neoliberal mexicana, que ve en el arribo de Trump, el derrumbe de su proyecto y la caída de la estrella polar del mismo: El Tratado de Libre Comercio. Es lógico, el 80% de los negocios de exportación de esa oligarquía, que algunos han calificado de parasitaria, son realizadas con y hacia los Estados Unidos.
Los empresarios mexicanos son adictos a la economía gringa. Hay, en palabras de Jesús Cantú, una “fatal nortedependencia”. El problema es que el fracaso del salinato y sus políticas neoliberales han arrastrado a todo México al borde del abismo.
En este marco es en el salen los caballos presidenciables del arrancadero: 1) Una profunda crisis política, social y económica que se profundizará en los próximos meses; 2) un enorme
rechazo al PRI que lo ubica en el tercer lugar desde la salida y un inmenso desprestigio de Peña Nieto cuya aprobación anda rondando el 20%; y 3) la imposibilidad que tiene el salinismo del PRIAN para colocarse rápidamente en el nuevo contexto mundial.
Las encuestas reales, no las encuestas-propaganda, ubican a AMLO al frente de la contienda, a Margarita Zavala en segundo lugar y en lejano tercer lugar a Osorio Chong, si se mide por posibles candidatos. Cuando se hace por partidos el PAN va en primero, en segundo MORENA y también en lejano tercer lugar el PRI. Medidos a nivel nacional.
Los candidatos independientes no pegaron, se apagaron aceleradamente. Y, según encuestas, todos los partidos chicos van a la extinción, lo cual parece que inexorablemente. Se observa, además, una gran fragmentación del voto.
Margarita Zavala ya presentó su libro autobiográfico con muy poco de qué presumir, las encuestas-propaganda que la ubican en primer lugar en Reforma y el Universal, recuerdan el método con que se promocionó a Peña. Percepción que se refuerza cuando el lunes 21 de noviembre Televisa lanza su telenovela “La candidata”, con la evidente intención de apoyar a Zavala.
AMLO ha presentado el 20 de noviembre la versión actualizada de su proyecto alternativo de nación y ha anunciado que MORENA ha logrado construir más de 40 mil comités seccionales. Y, paradójicamente, el nuevo contexto generado por el triunfo de Trump le es favorable, no obstante que sus detractores quieren presentarlo como el Trump mexicano.
Los ciudadanos, por el contrario, según encuesta de El Financiero ubican a AMLO como el único presidenciable que puede defender la soberanía nacional y la independencia de México frente a Trump y su ya próximo gobierno. En cambio, la visión nacional e internacional que hay sobre Peña y el PRI la resume The Economist: “Pobre México, tan cerca de Trump y tan lejos de un buen gobierno”. Pero el ciudadano de a pie tampoco le confía a Zavala ni a Osorio.
Emplazadas las fuerzas sobre el terreno, todo indica que la primera gran batalla de ésta guerra electoral se va a dar en el Estado de México. Donde, como siempre sucede por la dimensión de la entidad, la participación de las fuerzas políticas y los personajes nacionales tienen una relevancia no solamente importante, sino determinante.
Por el momento basta recordar que hace ya casi 6 años Calderón y los Chuchos del PRD perdieron una batalla estratégica en el Estado de México. Al fracasar su política de alianzas en ésta entidad, y al no concretar su ansiada alianza PAN-PRD en la elección de 2011 para el cambio de gobernador, el PAN perdió el paso y se rezagó para la contienda del 2012.
Hoy nuevamente los Chuchos y el dirigente nacional del PAN Ricardo Anaya han colocado el tema de la alianza PAN-PRD como parte central de su estrategia de campaña para el 2018. Lo cual no es compartido ni por todos los panistas, ni por todos los perredistas. Un nuevo fracaso para integrar esa alianza puede ser el Waterloo de los napoleones azules y amarillos para el 2017 y el 2018.