Los problemas de salud persistentes fueron ligeramente más comunes en los niños después del COVID-19 que en aquellos de edad similar que evitaron el virus, informaron investigadores de Dinamarca en The Lancet Child & Adolescent Health.
Pero los niveles de ansiedad eran más altos en los niños que nunca habían tenido COVID-19, según los investigadores.
Dijeron que el 40% de los bebés y niños pequeños con COVID-19 y el 27% de aquellos no infectados experimentaron al menos un síntoma durante más de dos meses.
Entre los niños de 4 a 11 años, los síntomas persistentes se observaron en el 38% con COVID-19 y en el 34% sin la enfermedad, y entre los niños de 12 a 14 años, el 46% de los que tenían COVID-19 y el 41% de los que no la tenían presentaban síntomas duraderos.
Los resultados se basaron en una encuesta realizada a casi 11.000 madres de niños infectados y a casi 33.000 madres de niños no infectados.
Los síntomas asociados a el COVID de larga duración, como el dolor de cabeza, los cambios de humor, el dolor abdominal y la fatiga, suelen ser experimentados por niños por lo demás sanos, pero aquellos infectados tenían síntomas más duraderos y un tercio tenía nuevos síntomas que se desarrollaron después del coronavirus.
Para sorpresa de los investigadores, los niños que tuvieron COVID-19 experimentaron menos problemas psicológicos y sociales que los del grupo de control.
Especularon que esto podría deberse a que los niños no infectados tenían más “miedo a la enfermedad desconocida y una vida cotidiana más restringida debido a la protección contra el contagio del virus”.