Cuando menos tres veces por semana, Luz María Martínez López acudió al hospital para visitar a Ricardo. No pudo sostener su mano ni quedarse al lado de su cama porque el Covid-19 se lo impidió. Sin embargo, lo que le quitó la enfermedad se lo dio la tecnología: la posibilidad de estar cerca, a través de las videollamadas.
Por 15 días, Ricardo Jiménez Martínez permaneció hospitalizado en el Centro de Atención Temporal Covid-19, anexo al Hospital General de Zona Número 24 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Durante ese tiempo, Martínez López pudo saber que su hijo avanzaba y así mantener viva la esperanza de que pronto estarían juntos; él en su cama, y ella en una sala de espera se encontraban a través del internet.
“Vengo aquí para motivarlo y que salga adelante, que él vea que no está solo. Que aunque no lo pueda visitar ni nada, estoy con él. ¡Qué quisiera más que abrazarlo, darle un beso y decirle que lo estamos esperando!”, dijo a EL UNIVERSAL.
María, a quien Ricardo le ha dado tres nietos y una nuera, siguió todas las indicaciones contra el Covid-19: usó cubrebocas, gel antibacterial, se lavó las manos y se quedó en su casa. Aun así, su hijo se contagió.
Luego de que Ricardo presentara calentura, tos y dificultad para respirar, Martínez López observó desesperada cómo la salud de su hijo decayó en unos días. Finalmente le hicieron la prueba y dio positivo a SARS-CoV-2, el virus que ocasiona la llamada enfermedad del siglo.
“Sentía que lo perdía, él me decía que estaba bien, pero yo lo veía que no”, contó mientras esperaba su turno para hacer su videollamada.
El hombre, remolcador de 37 años, fue trasladado de su clínica a la ambulancia y luego al hospital Covid, en una cápsula de plástico diseñada para reducir los riesgos de contagio para el personal médico. A la distancia se despidió de él su madre.
Imposibilitada para pasar a verlo y darle apoyo para superar la enfermedad, a Martínez López no le quedó más que pedirle a su hijo, a través de una tablet, que siguiera las instrucciones de los médicos y se cuidara mucho, y decirle que su familia lo esperaba. “Te quiero mucho y te extraño. Échale ganas”, le susurró a través de la pantalla.
El estado de salud de Ricardo mejoró y pudo abrazar otra vez a su mamá: “Gracias a Dios ya está en la casa. Se está recuperando. Los doctores dicen que está evolucionando muy bien”, contó ella.
Sus encuentros virtuales fueron posibles a través del esquema digital Infórmate de tu familiar del IMSS. El sistema se emplea en cuatro hospitales generales de zona y el Centro de Atención Temporal Covid-19, en la Ciudad de México, para dar tranquilidad a los familiares al informarles su estado de salud y permitirles hablar directamente con ellos a través de dos videollamadas diarias.
Estar cerca. Con las manos entrelazadas y los ojos húmedos, como cuando las lágrimas se contienen, Ramón Hernández y su hija Nayeli observaban lo único que podía darles esperanza: una tablet para ver a Rosa Evelia. Deseaban oír de su propia voz la mejor noticia posible: que un día más venció al virus. Que ese día el virus había perdido la batalla.
La llamada de ese martes duró cuatro minutos con 12 segundos y ocurrió en una sala equipada con baños, lavabos, agua corriente, jabón, sillas y una lona que los cubre.
Primero, un médico les informó que a Rosa Evelia Pérez Castañón, de 65 años, se le había reducido la cantidad de oxígeno, se sentaba, iba al baño; estaba mejorando. Luego la trabajadora social les mostró la tableta y pudieron verla.
A Nayeli y Ramón sus cubrebocas les tapaban la mitad de la cara, pero la sonrisa se les reflejó en los ojos; su madre y esposa les sonrió de vuelta.
“¿Cómo te sientes? ¿Mejor? ¡Bendito sea Dios! ¿Estás comiendo bien?”, le preguntó él a su compañera de vida. “Sigue así. Ya quiero que estés conmigo, mami”, intervino Nayeli, de 34 años.
La estadía en el hospital Covid fue la primera vez, en 44 años de vida compartida, que Rosa y Ramón pasaron tanto tiempo separados, nunca habían dormido en camas distintas. “Haz tus oraciones mañana y noche. Estamos contentos porque ya mero nos vamos. Sigue las indicaciones, por favor, no te desesperes. Ya pronto estaremos juntos”, le decía Ramón con dulzura.