La oposición al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se multiplica para tratar de desgastar a su oponente, pero sus esfuerzos no se han visto retribuidos como ellos esperan o exigen. Esto sucederá una y otra vez hasta que entiendan que AMLO no es su verdadero enemigo; que el líder del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) llegó a la sala, porque encontró la puerta abierta; mientras ellos estaban en el patio celebrando el reparto de la riqueza nacional. Los millones de pobres, marginados y grandes sectores de la población que votaron por el insistente candidato morenista fueron creados por ellos, por su terca tendencia a confundir las políticas neoliberales con el capitalismo de cuates, por la cleptomanía tatuada bajo la piel que los unió en el saqueo de las arcas nacionales entre 1982 y 2018.
AMLO no es la causa, más bien es la consecuencia de los excesos del conservadurismo que supone que es suficiente su poder económico para desplegar toda una campaña en contra del presidente para derrotarlo o derrocarlo. Están equivocados. Vale precisar que esa oposición no es la que representan los partidos políticos; lamentablemente, muchos de ellos son solo instrumentos de la verdadera oposición al nuevo régimen. Hace décadas que estos partidos no representan proyectos de Nación y se han situado como el medio para que ciertos grupos o personajes lleguen al poder público, del que luego hacen un rentable negocio personal. La noble militancia de estos partidos ya no elige, ya no vota por sus candidatos, su participación se limita a confirmar a los designados para llegar a los cargos de elección popular. Antes de 1988, —al menos en términos de discurso— el Partido Acción Nacional (PAN) representaba una propuesta de país distinta a la del Partido Revolucionario Institucional (PRI), lo mismo sucedía con el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Renunciaron a esa condición ideológica y programática para ocupar el lugar de la consorte del conservadurismo.
La oposición que promueve el conservadurismo comete el mismo error que sus afines durante la colonia. Se resistieron a cambiar y fueron desplazados por el movimiento de independencia nacional; mismo fin tuvo el conservadurismo durante la guerra de reforma. ¡Llegaron al extremo de ir a Francia por un emperador para que gobernara México! Luego se aferraron a la dictadura porfirista que controló el país de 1876 a 1911, hasta ser derrotados por el movimiento revolucionario encabezado por Don Francisco I. Madero que enarboló el lema “Sufragio Efectivo No Reelección”. Desde 1929, se unieron en un pacto con la familia revolucionaria representada por el PRI que se mantuvo vigente hasta el fin del sexenio del presidente José López Portillo. El modelo económico que garantizaba sus negocios se agotó, por lo que desde 1988 incluyeron al PAN como medio que mantuviera sus relaciones de poder en el manejo de la política económica nacional.
Desde 1988, subordinaron a los dos partidos más importantes del país, pero nació el PRD, (antecedente de MORENA) como partido de izquierda, opositor al régimen y al modelo económico neoliberal. Su resistencia al cambio democrático, o su falta de visión de los nuevos tiempos, dieron origen al rompimiento interno del sistema político. Pasarían treinta años, para que se dieran cuenta que el modelo de país subordinado a sus intereses había terminado. La alternancia panista de 2006 a 2012 no significó un mayor riesgo para los conservadores, antes bien se sintieron fortalecidos. Lo mismo ocurrió en el periodo de 2012 a 2018; incluso, fue la plenitud de su poder al aprobarse las llamadas reformas estructurales del país.
Sin embargo, al igual que durante la colonia, la guerra de reforma, la dictadura porfirista, los años del régimen presidencialista y la temporada neoliberal, el pueblo se cansó de tanta corrupción, inseguridad e impunidad. La ceguera conservadora no se enteró que el control de los partidos, de los gobernantes y de los medios tradicionales de comunicación ya no era suficiente para garantizar la subordinación de todo el sistema a sus propósitos. El saqueo a la riqueza nacional se hizo público. Unos cuantos hombres de negocios eran dueños del país. La clase política obligada a mantener los equilibrios era socia, realmente minoritaria, de la repartición del patrimonio público.
Hasta aquí, nada tiene que ver AMLO. Fue el conservadurismo el que detonó el cambio de régimen y eso tienen que razonarlo para adaptarse. También deben asumir que Estados Unidos no vendrá en su auxilio, porque México ahora juega un rol geopolítico decisivo en el mundo dominado por los regionalismos chino, ruso y estadounidense. Adicionalmente, México es parte del mundo tripolar, donde conviene a los Estados Unidos tener un socio fuerte y políticamente estable. Para serlo está obligado a combatir la corrupción, esa que fue la plataforma de las fortunas de los llamados hombres de negocios.