COVID-19. Inexistente regreso a la normalidad POR Norberto HERNÁNDEZ

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El regreso a la normalidad ante la presencia del virus SARS-CoV-2, popularmente identificado como COVID-19, no existe, no es posible. Ante nosotros, y frente a todo el mundo, la raza humana experimentará una nueva realidad que la insertará dentro de las grandes transformaciones ocurridas en la tierra, nuestro planeta. Las guerras, la peste negra, la gripe española, los movimientos de independencia, la lucha por la colonización y descolonización de los países africanos o de la América impactaron profundamente la geografía mundial. Hubo un reparto del mundo entre los vencedores que se apropiaron de las riquezas de los vencidos, de su mano de obra y fueron los diseñadores de un destino que los condenó a la desgracia.

El descubrimiento de América, las guerras de los cien o los treinta años, además de las dos mundiales, fueron factores decisivos para la conformación de los núcleos sociales aglutinados en países con fronteras que impone el color de piel, la lengua, las costumbres, incluyendo las propias de la cultura de la dominación. Como resultado de las guerras mundiales, donde murieron más de 70 millones de personas, surgió el mundo bipolar bajo dominio de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados Unidos (EU). De esa división global, basada en el poderío militar de ambas potencias, se vivió la tensión de la guerra fría. Desde 1945, vivimos bajo la amenaza de una posible tercera guerra mundial, solo que sin armas convencionales como las dos anteriores. Esta sería nuclear que simplemente acabaría con todo. El momento que más cerca estuvo la humanidad de vivir una conflagración de esas dimensiones fue durante la llamada crisis de los misiles entre Cuba, Estados Unidos y la URSS. Afortunadamente ninguno apretó el botón nuclear. Kennedy y Nikita Jrushchov guardaron los maletines que podían destruir nuestra civilización.

Años más tarde, en la década de los ochenta, el bloque soviético se derrumbó. La perestroika impulsada por Mijaíl Gorbachov cambió la vida de la potencia socialista construida con el dolor y la sangre de millones de personas encarceladas o ejecutadas durante el régimen de Iósif Stalin, el líder soviético triunfador de la segunda guerra mundial. Con este acontecimiento, aparece el mundo de la globalización que impuso un nuevo modelo de desarrollo económico que impactó la vida pública y política de todas las naciones. Tan violento fue el cambio que México no ha terminado de asimilar los costos de su adaptación a lo que se conoce como el libre mercado. Otros lo llaman neoliberalismo. Lo paradójico fue que mientras la URSS se desintegraba, los países europeos daban paso a la Unión Europea.

El saldo para los países en desarrollo, como el nuestro, fue de pobreza y marginación en niveles alarmantes. En treinta años de la aplicación de las políticas neoliberales los mexicanos acumulamos más de 50 millones de pobres, de ellos 10 millones en pobreza extrema. Lo más lamentable es la existencia de siete millones de jóvenes sin posibilidades de un mejor futuro. En Centro América las cosas no son diferentes, antes bien, viven en condiciones más desafortunadas; para Sudamérica, como en México, la tendencia fue la acumulación de la riqueza en unas cuantas manos y la extensión de la compartida pobreza.

En los últimos años, la competencia por el control del poder mundial ha conformado un escenario distinto. La globalización ha terminado y en su lugar se ha colocado la llamada tripolarización encabezada por China, EU y Rusia. Nuestro vecino del norte sigue siendo el imperio, pero China ahora es una potencia económica; mientras Rusia ha consolidado su poderío militar bajo el liderazgo de Vladímir Putin. China, con un gobierno autoritario, se ha desarrollado tecnológicamente con tendencia al dominio comercial. Rusia, con un dirigente tan carismático como autoritario, sigue creciendo y compitiendo con los EU. Putin dejará el poder en mayo de 2024.

Inevitablemente, el mundo se ha visto impactado por cada uno de los hechos históricos señalados. Pero, desde diciembre de 2019, la ciudad de Wuhan, China, dio a conocer un nuevo agente del apocalipsis que está provocando hambre, muerte y pobreza. Este es el hecho social, en términos de la definición del sociólogo francés Émile Durkheim, de mayor impacto para la humanidad desde finales del siglo XX y lo que va del siglo XXI. No hay regreso a la normalidad. En su lugar surgirá una nueva, marcada por la competencia científica y tecnológica, el control del comercio mundial, la competencia por la hegemonía entre de China, EU y Rusia. Sobre todo, saldrán a lucir las abismales diferencias de los niveles educativos entre países. Millones de personas se quedarán sin empleo, porque los trabajos que ahora realizan desaparecerán. El riesgo es que los países que estaban en el tercer mundo, accedan a otro más abajo, pasando del bloque del subdesarrollo al bloque del sufrimiento humano.

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