“Metámoslo en la cabeza: con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar porque nos va a ganar siempre”, declaró el Papa Francisco durante la misa multitudinaria que ofició en Ecatepec.
El pontífice advirtió luchar contra las tres tentaciones que enfrenta todo cristiano y que encierran “en un círculo de destrucción y de pecado”: riqueza, vanidad, y orgullo.
“Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta, ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos”, agregó.
Señaló a la vanidad como la búsqueda de prestigio con base en la descalificación continua y constante de los que “no son como uno” y el deseo exacerbado de los “cinco minutos de fama” que no perdona la fama de los demás, “haciendo leña del árbol caído”.
Añadió que el orgullo es colocarse en un plano de superioridad, sentir que no se comparte “la común vida de los mortales” y de aquel que reza todos los días: “Gracias Señor porque no me has hecho como ellos”.
Entonces cuestionó hasta dónde la gente se ha habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo están la fuente y la fuerza de la vida.