Domingo, Martín y Gonzalo, niños que huyeron del maltrato

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Domingo, Martín y Gonzalo, tres hermanos que huyeron de su casa ubicada en Coatepec Harinas por ser maltratados, fueron los primeros niños que atendieron los voluntarios de la casa hogar Por una Niñez Feliz hace 10 años; ahora forman parte de una familia extensa que cada año va creciendo.

El refugio de la casa hogar es el único espacio que han encontrado los menores, de otra forma seguramente habrían muerto o sucumbido en las drogas, pidiendo una moneda en un semáforo, cuenta Cresencio Olmos, administrador y voluntario en Por Una Niñez Feliz.

“Empezamos con tres pequeñitos, tres hermanitos que nos llegaron, a Domingo cuando llegó no lo entregaron de cinco años, todavía usaba pañal y biberón, él es un niño con autismo y requiere de muchos cuidados, aquí le enseñamos a caminar e incluso solito lava su ropa y ayuda a limpiar”, recordó el encargado.

La casa se instaló en unos locales prestados, que se ubican en la calle Sánchez Colín, en la zona de la terminal de Toluca, donde se acondicionaron dormitorios, cocina, salones para primaria y secundaria, incluso una pequeña cancha de basquetbol que les sirve a los pequeños inquilinos olvidarse por un momento de su condición social.

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Entre los habitantes se encuentra Guillermo, un niño con autismo que llegó junto con sus otros dos hermanos cuando apenas tenía pocos meses de nacido; ayer que le visitamos, se sorprendió al usar la grabadora, con la curiosidad salpicada entre sus ojos, Memo -como le conocen sus amigos- hizo la labor de reportero, poniendo la grabadora a su oído como si se tratara de un radio y con dos palabras como mucho daba a externar que se sentía feliz de que le visitaran.

La casa cuenta con un pasillo largo que divide las oficinas del comedor y los dormitorios. Ayer, un grupo de inquilinos ayudaba a pintar las paredes, pues se esperaba la visita de una asociación que llegaría a convivir con ellos.

En un rincón, donde se ubican los lavaderos, ayer se escondía Jesús, el “inquilino estrella” como le dicen sus compañeros y maestros, tal vez para darle fuerza y ánimo, pues es de los inquilinos que su familia pese a saber donde está, no ha querido recogerlo.

“¿Cuántos años tienes?”

Contesta Chuco que 14 cumplidos, pero debido a su enfermedad de enanismo aparenta menos edad; se le pregunta si tiene hermanos, Chuco contesta que todos los de la casa.

Es común, según explicó el encargado, que los pequeños hablen poco con los extraños, de cierta manera hay una mirada de pena que se les refleja, pues cada uno lleva detrás malas experiencias y que, poco a poco, en el entorno de la casa van olvidando.

“Tenemos varios grupos de hermanitos que no quisiéramos que se separarán, si fuera así no sé cómo le haríamos para volverlos a reintegrar como hermanos porque es la única familia que tienen”, externó el administrador de la casa.

Ahí en la casa vive Reyna, “la mamá de todos” como le dicen de cariño sus hijos postizos; ella trabaja de 24 por 24 horas y presume que en los 10 años que participa de voluntaria con la casa hogar, ha cuidado a más de 400 niños.

“De los que se han ido y se han quedado, son como 400, los he tenido por días, por semanas y meses, o por unas horas a veces también, los días más difíciles es cuando se enferman, anda uno más estresado, por ejemplo, a Domingo me lo entregaron a los cinco años, pero con mamila, con pañal y sin caminar, aquí a marchas forzadas, trabajando para que caminara, se logró”, relata la mujer mientras saca una risa de la ardua labor que hace con los niños.

Además de una doctora, la directora del plantel y el administrador, en la casa hogar Por Una Niñez Feliz participan maestros voluntarios y cuidadoras, todos sin paga alguna aportan su trabajo.

Actualmente son 16 niños los que esperan ser reintegrados a sus familias, o adoptados mediante el proceso que autoriza el DIFEM y la Procuraduría.

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