Sigue la rata andando, cínicamente, por esta zona.
El 30 de julio, a las 8:10 am, dos ratas trataron de robarse un vehículo en Avenida San Carlos, a un lado del Parque de las Nubes, y al poco rato buscaron meterse a una casa, en una de las privadas entre avenida San José y Camino al Monte.
Por la noche, alrededor de las nueve de la noche, las ratas asesinaron a un joven estudiante que se resistió al asalto a bordo de un autobús que iba de Texcoco a Ara. La fulminante acción ocurrió a la altura de Puerta Texcoco.
Hoy 31 de julio otro par de ratas despojaron de sus pertenencias a un joven por la mañana al filo de las 7.30 am de nuevo en Avenida San Carlos, entre San Cristóbal y San José.
Es decir, la rata desalmada se mueve a plena luz del día y en las primeras horas de la noche con la desfachatez de quien actúa bajo el amparo de un arma y cierta aura de impunidad que le obsequia el marco jurídico. Y cuidado si los golpea la Policía al detenerlos porque entonces se activa el escudo discutible de los Derechos Humanos.
Por eso la mayoría de la gente se inclina y mira con buenos ojos y aprueba la opción del linchamiento cuando uno o varios ciudadanos los atrapa.
Por eso aplauden y apoyan la decisiva acción de los vengadores anónimos.
Ante este cotidiano panorama de violencia cotidiana aún queda la posibilidad de que las fuerzas policiacas municipales echen mano de la inteligencia policiaca para organizar efectivos de detención, no de previsión.
El problema de robo con violencia en Chicoloapan es tenebrosa anécdota diaria.
Está bien que se instrumenten los conocidos operativos de previsión y vigilancia en puntos definidos, nunca aleatorios, para revisar vehículos.
Aunque estaría mucho mejor escalar las tareas de seguridad pública a otro nivel: detener, atrapar a las ratas sin piedad.
La estructuración de fuerzas de reacción inmediata sobre objetivos definidos. Buscar la manera de ubicar el modus operandi de las ratas y prenderles al treparse al autobús de pasajeros. Toparlos en sitios donde operan, al calor de la información de la inteligencia policiaca, y aplicarles la fuerza pública de alta intensidad, para después se queden largo tiempo en la cárcel.
De seguir la rata andando con esa mala entraña por los rumbos de Chicoloapan no tardan en convertirse las Unidades Habitacionales en semillero natural de vengadores anónimos.
A la rata que pulula por estos rumbos hay que aplicarle exterminio, sin piedad. Son ratas sin alma.