Enganchadas por Facebook y Xbox…desaparecen

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Parece que la tierra se traga a las mujeres en Ecatepec. Las devora un mal día y nunca las escupe de vuelta. Así se tragó a Syama Sakhi Paz Lemus el 27 de octubre de 2014 y a decenas de mujeres desde entonces en el Estado de México. Sólo que ahora los secuestradores usan un nuevo modus operandi para el rapto de sus víctimas: las enganchan a través de las redes sociales antes de venir a levantarlas. Ese día, un lunes por la tarde, llegó un hombre a casa de Syama a bordo de un taxi color blanco y se la llevó sin que nadie opusiera resistencia en el vecindario, a pesar de que varios comerciantes la escucharon gritar. Pero la historia de este rapto comenzó varios meses antes del secuestro.

A su madre, Neida Lemus, la conocí un par de meses después de que su hija de 17 años —los cumplió el 29 de noviembre— desapareciera. Me recibió con una mirada de lado, recelosa, con ojeras de no poder conciliar el sueño. A diferencia de los policías encargados del caso, tenía muy clara la ruta sobre cómo llegaron a su hija y asumió su papel de investigadora amateur como tantos otros padres en este país donde reina la impunidad. “Que me den los recursos y yo lo hago”, fue lo primero que me dijo.

Recientemente, además de las listas de números telefónicos marcados por las víctimas (sábanas de llamadas), de las relatorías de entrevistas y las fotografías del vecindario, se comenzaron a añadir pruebas electrónicas de conversaciones sostenidas a través de redes sociales como Facebook en los gruesos expedientes grises de la fiscalía. Respondían a un nuevo mecanismo que pronto hizo mella en todo el país.
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Pintada de naranja y con un portón blanco, su casa podría confundirse con cualquier otra de su vecindario situado en el municipio de Ecatepec, el más poblado y uno de los más pobres de la región, de acuerdo con datos oficiales del Coneval y el Inegi. Una verdadera urbe en la periferia de la ciudad de México donde a partir de 2006 estallaron los feminicidios y se comenzaron a leer en los periódicos adjetivos como asesinada, desaparecida, tiroteada o putrefacta.

En la sala, hay un retrato de Syama en donde aparece con un vestido color azul y una ligera sonrisa, tímida. La niña tiene un rostro finamente delineado, el cabello teñido y ojos verdes como los de Sakura, su personaje favorito de la caricatura japonesa Naruto. Aunque el nombre “Syama Sakhi” es de origen hindú y significa “confidente de Dios”, sus conocidos piensan que era un apellido japonés correspondiente a sus gustos orientales.

Ese parecido con el personaje de anime asiático, llevó al criminólogo José Luis Cisneros a afirmar que ella respondía a un modelo estético usualmente frecuente entre las mujeres desaparecidas. Una tipología detectable en Facebook donde las páginas personales de las adolescentes sirven como “catálogo” de chicas para el crimen organizado, como si se tratara de un supermercado.

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