Esa falta de comunicación se tradujo en un problema de motivación, el cual se vio reflejado en un ligero, pero extraño empeoramiento de las notas escolares
Con el inicio del nuevo milenio, las formas de interrelación humanas se han revolucionado. Impulsadas por el también creciente uso de Internet a nivel global, las llamadas nuevas tecnologías pasaron a ser miembro inexorable de la sociedad mundial que ha sabido adoptar lo que hasta hace dos décadas habitaba únicamente en el imaginario de la ciencia ficción.
Pero esta acelerada y brusca metamorfosis que no respeta la idea convencional de lo que entendemos por brecha generacional, no solo ha alterado las principales características recreativas y de convivencia en el mundo digital, sino que ha sido firmemente transportada a la realidad.
Una de las principales unidades sociales afectadas ha sido el núcleo familiar. Las relaciones entre padres e hijos, e incluso entre hermanos y hermanos han sufrido mutaciones que poco a poco han puesto distancia en las relaciones interpersonales.
No existen cifras oficiales al respecto, sin embargo, la experiencia profesional de algunos especialistas, así como las vivencias de algunos afectados permiten imaginar que el fenómeno, además de encontrarse inmerso en las principales arterias de la sociedad, muestra un considerable crecimiento.
Un problema camuflado
Uno de los principales factores potencializadores de esta tendencia son las mundialmente famosas redes sociales. Aunque en México no se le ha prestado suficiente atención, en algunos países europeos, e incluso algunos latinoamericanos, el fenómeno no ha pasado desapercibido.
Recientemente, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar de Santander constató que las denuncias por abandono o negligencia infantil se están multiplicando y en gran medida, el hecho responde a la escasa atención hacia los menores, hijos de padres enajenados con la utilización de las novedosas tecnologías.
Para Lorenia González, psicóloga y terapeuta familiar, el uso excesivo de las redes sociales, así como de algunas otras funciones de los dispositivos electrónicos, como los videojuegos y las aplicaciones de entretenimiento pueden influir sustancialmente en la cohesión familiar.
Aunque considera que resulta difícil evadir por completo el impacto de las mismas, también asegura que existen formas de disminuir la influencia que estas tienen en la convivencia familiar.
“Están de moda y no está mal, pero para evitar el distanciamiento social tanto de padres como de hijos y en general entre cualquier persona, se deben estipular ciertos parámetros disciplinarios para su utilización”, comenta la capitalina.
Además, la especialista indica que no solo se trata de evitar el distanciamiento familiar, sino las consecuencias que este puede propiciar a corto y a largo plazo como el acercamiento de los menores a las malas compañías y a un gran número de adicciones, así como a problemas de inseguridad, autoestima e inclusive a conflictos para relacionarse con el resto del mundo.
Por su parte, Ismael Plata, terapeuta especialista en problemas de índole familiar considera que la tendencia se incremente, sobre todo de acuerdo con las ocupaciones de los padres, quienes motivados por diferentes incentivos laborales dejan en segundo término la crianza de sus vástagos.
Según el entrevistado, de acuerdo con los testimonios que suele recibir por parte de sus pacientes, se está incrementando el uso indiscriminado de estas tecnologías debido a diversos factores. Entre los principales se encuentran el socioeconómico, el factor laboral y el de la mercadotecnia.
Terapia familiar
Esmeralda cursa el quinto grado de primaria. Su desempeño académico es meramente ejemplar pues posee uno de los mejores promedios de la primaria Sitio de Cuautla. Asiste a la escuela en horario matutino y por las tardes dedica cuando menos tres horas a elaborar las tareas que le asigna la maestra Ana María.
Sin embargo, desde hace un par de meses esa rutina se vio modificada ya que, por recomendación de la profesora, Esmeralda y Patricia, mamá de la pequeña, asisten a una terapia asistida por Ismael Plata, quien puso en contacto a Letra Roja con la pequeña familia.
Desde la primera sesión de una hora a la que asistieron, comenta el especialista, se notó que una de las principales problemáticas entre madre e hija estaba situada en la escasa comunicación que existía entre ambas cuando la madre, al llegar del trabajo mostraba poco interés en el desarrollo de Esmeralda a lo largo del día.
Anteriormente, cuando estaba con su mamá, asegura la pequeña de 11 años de edad, la principal convivencia que tenían era recostarse en el sofá de su sala a mirar las caricaturas. Las conversaciones eran escasas gracias a que la adicción confesa de Patricia por el popular juego Candy Crush, le impedía observar el cambio en algunos rasgos de su nena.
Esa falta de comunicación se tradujo en un problema de motivación, el cual se vio reflejado en un ligero, pero extraño empeoramiento de las notas escolares. Ahí fue cuando la profesora recomendó a la madre recurrir a los servicios del terapeuta, quien recomendó algunas técnicas de acercamiento a través de pequeñas entrevistas entre las interesadas.
Actualmente Esmeralda recuperó el mejor promedio de su grupo, se siente más confiada y hasta ha conseguido nuevos amigos. Asegura sentirse diferente, como si algo “hubiera cambiado entre mi mamá y yo”.