Farderas dejan pérdidas millonarias por robos

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La pérdida para las tiendas de autoservicio por el robo hormiga, representa el 2% de las ventas totales

Cada año las tiendas de autoservicio pierden alrededor de 11 mil millones de pesos, por el denominado “robo hormiga” que llevan a cabo las “farderas” -mujeres profesionales de la delincuencia-, que operan con una planeación táctica muy efectiva y en ocasiones sofisticada.

David Chong Chong, Ingeniero en Comunicaciones y Electrónica, egresado de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional, señala que la especialización de estas mujeres va desde ser “exploradores” que, simulando ser compradores, previamente establecen los blancos y detectan las grietas en las previsiones de seguridad, hasta “vigías” y “distractores”, capacitados para aprovechar dichas grietas, o crear otras nuevas, y que actúan sincronizados con los “ejecutores”, encargados de efectuar la sustracción en sí.

La pérdida para las tiendas de autoservicio por el robo hormiga, representa el 2% de las ventas totales, señala la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales, la ANTAD.

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Advierte que el fenómeno del “robo hormiga” se puede equiparar al del “shoplifting” en los Estados Unidos, con el que comparte algunas características de forma, aunque no de causas; por ejemplo, que en este país sólo el 3% de los responsables son “profesionales”, causantes del 10% de las pérdidas totales, incluyendo en estos desde drogadictos hasta la delincuencia organizada incluso a nivel de bandas internacionales.

Chong Chong, señala que entre las características comunes a ambos países se tiene que el impacto de este fenómeno no sólo afecta a las propias tiendas sino que repercute en muchos ámbitos, ya que representa una carga de trabajo adicional y desgastante para los cuerpos policiacos y los juzgados.

Incrementa -agrega- los costos de seguridad a los establecimientos, que eventualmente repercuten en los precios a los consumidores así como en los impuestos, y de alguna forma afecta la estabilidad familiar de los involucrados.

Otro aspecto común es que los robos ocurren en todo tipo de establecimientos, que no hay un perfil típico ya que puede involucrar hombres y mujeres de todas las edades, que los montos de los robos son de importes muy bajos, por lo que en la gran mayoría de las ocasiones reducen cuando no evaden la detención y proceso por las autoridades, ya sea por desinterés del afectado, por maniobras legales, prácticas de corrupción, o alguna combinación de ellas.

El especialista quien hace un estudio sobre el fenómeno de las farderas en nuestro país, refiere que en México no existen cifras confiables acerca de este tipo de delincuencia precisamente por la escasez de denuncias, consignaciones y sentencias para estos delincuentes, por cualquiera de las causas antes mencionadas. Ello a pesar de que se trata de verdaderos profesionales perfectamente organizados para el robo, y no simples delincuentes por ocurrencia o de ocasión, como ocurre con la mayoría de los “shoplifters” en los Estados Unidos.

Advierte que en ocasiones suelen recurrir a mujeres o niños como “ejecutores” para la sustracción de bienes dentro de la ropa, como medio para reducir la posibilidad de un eventual registro corporal o detención, aprovechándose de su condición o simulando una agresión por parte de los empleados del establecimiento.

También recurren a mujeres o niños como “vigías” y “distractores” para desviar la atención de los elementos de seguridad de la actuación de los “ejecutores”. Un aspecto importante que se debe considerar es que resulta más caro y complicado detener y procesar a estos delincuentes que establecer previsiones para disuadirlos o evitar sus ataques.

También señala que por su capacidad de respuesta, incluso a niveles de confrontación y violencia, con repercusiones en la imagen del establecimiento, no es conveniente enfrentarlos. Y que por lo atractivo de los beneficios, y la facilidad para conseguirlos, es prácticamente imposible acabar con estos delincuentes.

Por eso señala que hoy los centros comerciales utilizan herramientas como sistemas de videovigilancia o circuitos cerrados de televisión, vigilancia electrónica de artículos, sistemas de alarmas, espejos en los carros de autoservicio, personal de prevención de pérdidas con presencia de baja visibilidad (uniformados) o no visible (sin uniforme), inspecciones a la salida, mercancía valiosa bajo llave, empaques vacíos y vigilancia del exterior del establecimiento.

Por su parte, la ANTAD estima que sus agremiados gastan alrededor de mil 500 millones de pesos en dispositivos de seguridad, con un éxito muy variable en la reducción de estos ilícitos.

En nuestro país, el común denominador de los centros comerciales es la instalación de circuitos cerrados de televisión para revisar cada centímetro del piso de venta, o la instalación de vidrios polarizados detrás de los cuales varios vigilantes observan a la gente haciendo sus compras y cuando detecta a una fardera, se comunican con su compañero que se hace pasar como cliente para alertarlo.

Además de hacer su chamba, en algunos casos los vigilantes reciben una compensación por cada ladrón que atrapen, esto como incentivo para que no descuide su trabajo.

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