Fue la Navidad más triste para las víctimas de Tultepec

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El velorio del pequeño de once años de edad, Nico Peralta Delgado Alvarado, quien murió en la explosión del mercado de cohetes de San Pablito, Tultepec, Estado de México el pasado 20 de diciembre concluyó al mediodía del viernes.

Después de dos días de mantener el féretro en el patio de su casa –en ubicada en la popular colonia Emiliano Zapata del municipio de La Paz, en el Estado de México- para brindarle el último adiós, la llegada de la carroza fúnebre revivió en la familia el dolor: era momento de llevarlo al Panteón Alta Vista de los Reyes la Paz para darle sepultura, cerca de la tumba de su madre quien murió atropellada hace cuatro años.

En el momento de subir el ataúd que obsequió el gobierno del Estado de México como parte de los apoyos a los familiares de las víctimas mortales de la explosión, su abuela Bernardina entró en crisis nerviosa.

 

“¡Hijo, perdóname, perdóname! ¡No te vayas! ¡No lo suban, bájenlo, bájenlo!” eran los gritos de su abuela Bernardina mientras abrazaba el féretro, incluso cuando el ataúd ya se encontraba arriba de la carroza intentó detenerla pero sus familiares la contuvieron.

El viaje al Panteón Alta Vista fue breve y en silencio, solo se escuchaban murmullos y llanto. Al llegar al lugar de su última morada, algunos vecinos y familiares soltaron globos azules y blancos a manera de homenaje para Nico, quien visitó ese fatídico día el mercado de San Pablito con la intención de comprar luces de bengala que llevaría a una fiesta en Huajuapan de León, Oaxaca.

Durante todo el cortejo fúnebre su bisabuela, Dionisia García,  sostiene la fotografía de Nico con tanta fuerza que ya luce arrugada, en su rostro se refleja el peso de la tristeza, de perder a un ser querido más pues en su familia en los últimos cinco años han muertos al menos seis personas, varias en circunstancias trágicas.

 

Cuando todos han llegado al cementerio un cura ofrece unas palabras, después el ataúd es depositado en la fosa y nuevamente su abuela y sus tías entran en crisis nerviosa, Bernardina exigía a los trabajadores del panteón que “no le echarán tierra”, mientras sus tías abrazaban el cajón con fuerza intentando retenerlo, finalmente la resistencia fue vencida y poco a poco la tierra cubre el féretro de color blanco.

Los deudos lloran sobre un montón de tierra, reflejo de la pobreza en la que vive la familia de Nico, esas carencias eran precisamente el aliciente que hacían soñar a pequeño con ser un empresario para dejar atrás esa vida de miseria.

Antes de retirarse el panteón Claudia Alvarado, tía abuela de Nico hace una reflexión dura sobre su situación, “será la peor Navidad para esta familia en 46 años. No hay nada que celebrar, será un día triste”.

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