Guillermo Chin, el científico mexicano de origen maya que se abre camino

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Se llama Guillermo Chin Canché y se describe como una combinación de niño curioso e investigador
incursionista. Pero lo cierto es que a sus 26 años es el primer mexicano que trabajará junto con 117 científicos del mundo en uno de los proyectos más importantes de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA): la exploración de Titán, el satélite más grande de Saturno.

Fue en la comunidad indígena de Bethania, en el estado de Campeche, donde Guillermo, con ayuda de sus padres, respondió sus primeras dudas sobre el universo. Los demás cuestionamientos los fue descubriendo él mismo y así inició su fructífero camino en la ciencia, que ha transitado desde la mecatrónica hasta la astrofísica, y de ahí a la oceanografía física, todo siguiendo una línea muy clara: la astrobiología.

“Yo desde pequeño sabía que me quería dedicar a la ciencia, quería ser científico para estar en contacto con la naturaleza, pero para mí fue muy difícil decidir en qué parte de la ciencia quería enfocarme”, narra Guillermo en entrevista con RT. Sin embargo, el joven finalmente descubrió que la astrobiología era una forma de combinar muchas cosas: “Estoy aprendiendo tanto la parte física, como la parte matemática, la biológica, la química”.

Sus inquietudes, su pasión por aprender, su “amor por la ciencia”, como lo subraya él mismo, lo han llevado a estudiar Ingeniería en Mecatrónica en la Universidad Autónoma de Campeche y la maestría en Ciencia y Tecnología del Espacio en el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), en Puebla.

Ha colaborado en proyectos del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, el Instituto de Investigación del Suroeste, el Gran Telescopio Milimétrico y el Instituto Holandés de Investigación Espacial.

Actualmente es estudiante del doctorado en Oceanografía Física del Centro de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada (CICESE), en Baja California, la casa de estudio donde encontró un artículo que hablaba sobre las nubes de metano en el satélite Titán, mientras pensaba en el enfoque de su tesis.

Este hallazgo lo llevó a buscar al doctor Scot Rafkin, de la División de Ciencias Planetarias de la NASA –a quien considera como “su guía”–, sin imaginar que el mentor lo invitaría a trabajar en el equipo de meteorología para la misión Dragonfly, una especie de dron con el que se podrán tomar muestras del suelo y de la atmósfera de Titán, con el objetivo de conocer cómo es el proceso químico para que surjan los primeros microorganismos.

Pero ¿cuál será la labor de Guillermo en este proyecto? Su tesis, explica, “es la fase preliminar antes de que lancen a Dragonfly”, por lo que el equipo que se dedica a la programación va a poner diseñar los sistemas de control para la sonda.

Después de ese proceso, el científico mexicano tiene claros cuáles serán sus pasos: “Voy a dedicar mis últimos años de investigación en el proyecto a tratar de procesar los datos que Dragonfly vaya recabando”.

Más jóvenes para la ciencia

El camino que ha recorrido Guillermo no ha sido fácil, pero aunque los aprietos económicos siempre estuvieron presentes en el seno de una familia de raíces mayas, él habla con orgullo de cómo impulsaron su curiosidad y le dieron todo lo que necesitaba para la escuela.

Más allá de su labor científica, el joven también ha tocado muchas puertas en busca de financiamiento. Para su fortuna, asegura, ha recibido mucho apoyo por parte del Gobierno de Campeche y de las universidades donde ha estudiado. Además, cuenta con una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), un organismo público descentralizado encargado de promover el avance de la investigación científica, la innovación, el desarrollo y la modernización tecnológica de México.

Guillermo ha colaborado en proyectos del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE), en México; el Instituto de Investigación del Suroeste, en EE.UU.; el Gran Telescopio Milimétrico, en México, y el Instituto Holandés de Investigación Espacial, en Países Bajos.

“Siempre me gusta compartir los proyectos que estoy realizando en un lenguaje que pudiera ser más entendible para todos”

Ha ganado varias medallas de primero y segundo lugar en concursos internacionales de ciencia. Uno de ellos, el más relevante para él hasta ahora, es el I-FEST, el Festival Internacional de Ciencia y Tecnología en Túnez.

Allí, cuenta, se enfrentó a competidores de países asiáticos y europeos: “Nosotros creamos biocombustible a partir de microalgas, tomamos muestras del manglar de Campeche, aislamos tres microalgas y a partir de ahí producimos lo que se conoce como biodiesel”, relata.

Por otro lado, Chin Canché fundó la Sociedad de Ciencia, Tecnología e Investigación Juvenil (SCTIJ) de México A.C., un sistema que reúne a jóvenes interesantes en el estudio y la divulgación de ciencia y avances tecnológicos.

Para él, hacer divulgación de la ciencia constituye una tarea impostergable. “Es un legado –afirma– que todo científico debería tener de motivar a la sociedad a que, primero, se interese por la ciencia, y segundo, a que se interese por trabajar en la ciencia”.

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“Siempre me gusta compartir los proyectos que estoy realizando en un lenguaje que pudiera ser más entendible para todos, y también me gusta hacer campañas con los niños para que sientan que quizá el camino de la ciencia se ve difícil, y hasta cierto punto sí lo es, pero no es imposible de transitar”, comenta.

“Me gustaría que más niños, más jóvenes, se interesaran por incursionar en una carrera científica”, agrega.

Aunque por ahora Guillermo está enfocado en la astrobiología, admite que esta abierto a trabajar en diferentes proyectos. “Quisiera enfocarme más en ciencias interplanetarias, entonces creo que voy a continuar como con un proceso similar, quizá para otro planeta, que en este caso podría ser Marte o posiblemente Venus”.

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