Independientemente de las mejoras tecnológicas y mayor cobertura de sismógrafos en el país, se requieren mejores construcciones, dijo Miguel Ángel Santoyo, sismólogo de la UNAM, quien además explica porqué el pasado 19 de septiembre, la alerta llegó al mismo tiempo que el temblor.
¿Qué ocurrió el pasado 19 de septiembre a las 13:14 horas?, ¿sonó la alerta?, ¿lo hizo tardíamente? A diferencia del sismo ocurrido en el Golfo de Tehuantepec, que generó destrozos y provocó la tragedia en Chiapas y Oaxaca, el 7 de septiembre, esta vez la onda sísmica y la alerta llegaron a la Ciudad de México casi al mismo tiempo. ¿Por qué?
“En el caso de este sismo, la distancia entre el foco sísmico, entre Puebla y Morelos y la Ciudad de México, fue equivalente a la que había desde este punto de origen a las estaciones más cercanas de la alerta, sumado al tiempo que tomó definir a los algoritmos si el sismo era fuerte o no”, explicó Miguel Ángel Santoyo, sismólogo del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Es decir, los dos tiempos fueron casi iguales, por lo que la alerta sonó casi al mismo tiempo que inició el sismo. “La posición del hipocentro —zona en el interior de la Tierra donde inicia la ruptura de la falla geológica, desde donde se propagan las ondas sísmicas y que se encuentra por debajo del epicentro que corresponde a la superficie terrestre— fue más cercana a la Ciudad de México que para la que está diseñada la alerta”, añadió el especialista en sismología de movimientos fuertes.
El investigador explicó el funcionamiento de la alerta: “A lo largo de la costa del Pacífico mexicano, y otros puntos del interior de la República hay instalados sensores (sismógrafos); una vez que ocurre un sismo en una localidad, éstos registran la actividad y definen si el sismo es grande o no, mediante la ejecución de algoritmos matemáticos. Si determinan que es un sismo fuerte, emite una alerta instantánea a través de medios digitales al Centro de Investigaciones y Registro Sísmico (Cires), el organismo encargado de gestionar y mantener alerta sísmica que opera en los estados con riesgo de sufrir los efectos de un sismo”.
La señal llega casi de manera instantánea, entonces se emite la alerta sísmica que se escucha en los megáfonos de las ciudades. Regularmente, esa señal viaja más rápido que las ondas sísmicas: esa diferencia de segundos proporciona un poco de tiempo para realizar acciones de prevención, como evacuar un edificio o cerrar las llaves del gas.
Esos segundos que podría proporcionar la alerta sísmica reduce el riesgo de las población ante el colapso de infraestructura, no obstante, el sismólogo de la UNAM, institución que forma parte de la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, enfatizó que independientemente de la alerta sísmica, las personas deben estar preparadas ante el arribo de un sismo, porque en casos como el del pasado 19 de septiembre, la alerta llegó al mismo tiempo que el sismo.
“Pero si estamos bien preparados, las instalaciones de nuestros edificios son seguras y seguimos las recomendaciones de Protección Civil, el riesgo sería menor. Más que necesitar una buena alerta sísmica, debemos de tener buenas construcciones”, dijo.
Sin embargo, eso no significa que el sistema de alerta operado por el Cires no pueda mejorarse. “Puede hacerlo, sin duda, si somos capaces de mejorar los algoritmos y de tener más sismógrafos a lo largo del país, tendríamos una alerta más eficaz. Por ejemplo, si hubiéramos tenido un sismógrafo justo encima del hipocentro, probablemente habríamos tenidos hasta cinco segundos más antes de que llegaran las ondas”.
Cinco segundos podría parecer insuficientes, pero se pueden sumar a los que el movimiento telúrico intenso proporciona otros segundos antes. El investigador explicó que la fase intensa del sismo normalmente tarda algunos segundos más en llegar después de la onda primaria, que es de menor amplitud. Si sumamos las mejores técnicas a esta antesala del movimiento intenso, podríamos tener una alerta con hasta 10 segundos más de antelación, nada despreciables si el sismo tiene su origen cerca de las ciudades en las que generará la mayor sacudida.