El desaparecido rancho de La Condesa ocupaba las tierras donde actualmente se asienta el fraccionamiento “Las Alamedas”; fue una propiedad que nació durante La Corona española, teniendo varios nombres a lo largo de los años: “Rancho de los Delgado”, “Tierras de doña Angelina viuda de don Lorenzo Delgado”, “Rancho El Argentino”, “Granja Isabel”, “Rancho Cuauhtémoc” y “Rancho Cárdenas”.
La historia cuenta que durante la Revolución Mexicana había una muchacha de gran cabellera negra y piel morena, cuya madre trabajaba en la hacienda de “El Pedregal”, quien había sido violada por uno de los hijos de don Lorenzo de Bermejillo, propietarios de la hacienda, pero que nunca fue reconocida por su padre.
Cuando esta bella mujer tenía entre 19 o 20 años, fue violada por un habitante de Atizapán, de quien tuvo un hijo que murió cuando apenas tenía 6 días de nacido. Tiempo después, a esta muchacha la conoció “Lorenzo”, un hijo del dueño del rancho de La Condesa, quien tenía buenas intenciones con ella para casarse. Un día, el joven le preguntó a ella que sí era “virgen”; la joven le dijo que sí, pero no sabía lo que significaba esa palabra.
Al poco tiempo, los dueños del rancho hicieron una fiesta que duró dos días para conmemorar el enlace de los dos jóvenes, y como se acostumbraba, afuera de la alcoba nupcial se colocaban las clásicas cazuelas, jarros y ollas de barro, los cuales, si la doncella era virgen, los trastes se mantenía enteros; pero si no, al amanecer los trastes eran rotos y esparcidos afuera de la alcoba. El morbo siempre estaba presente y ésta no era excepción; ya que al día siguiente aparecieron los trastes rotos, y a su lado la doncella con la ropa deshecha, rasgada, y ella golpeada y arrumbada. A la noche siguiente, la joven mujer fue llevada por su marido hasta el estanque de agua que existía cerca del casco de la propiedad, entre lo que hoy ocupa el Paseo de Las Palomas y el cruce con el Paseo de Las Alamedas, donde en la actualidad hay un pozo de agua potable que surte del líquido a los vecinos de ese fraccionamiento. Ya de noche, se dice que Lorenzo llevó a su mujer hasta ese lugar, y sin dejar de golpearla la aventó al estanque; ella desesperada trataba de salir, pero no la dejó su marido, hasta que finalmente murió ahogada. Ya sin vida, la sacó y subió al cerro con el cuerpo, donde con pala y pico, cavó una fosa clandestina entre la magueyera, y ahí la dejó sin que nadie se diera cuenta.
Muchos años después, cuando Lorenzo ya tenía edad avanzada, en su lecho de muerte mandó por un sacerdote para que lo confesara, y al estar a solas con él le confesó lo que había hecho con su moza; les pidió que la fueran a buscar para darle cristiana sepultura, dando señas de donde estaba enterrada, pero los peones del rancho por mas que la buscaron, nunca dieron con su tumba. Desde esas fechas, por las noches se ve la figura de la mujer que vaga por las calles de ese fraccionamiento; quien la ha visto dice que es una mujer que viste ropa blanca, con pelo negro y un caminar lento y silencioso que parece no tocar el suelo, deslizándose sigilosamente.
“Una noche venía de mi consultorio ubicado en Polanco y al entrar al fraccionamiento y pasar por el Paseo de Las Palomas y el bulevar Las Alamedas, vi una mujer impecablemente vestida de blanco, que estaba parada en la banqueta, y quien al verme me esbozó una ligera sonrisa. A ello no le di mucha importancia, solo que cuando por curiosidad quise verla por el espejo retrovisor, ya no la estaba allí”, recuerda la doctora Velázquez Roa, actual vecina de Las Alamedas, quien añade: “ en otra ocasión, hace como medio año, volví a ver a esta bella mujer, en el mismo lugar y vestida de la misma manera, solo que esta vez me dio escalofrío y le imprimí mas velocidad al auto, pero inexplicablemente el coche se detuvo, se apagaron totalmente las luces y no había luz en las calles del fraccionamiento; ante ello me dio miedo bajarme y luego de un rato, cuando empezó a amanecer, apenas pude llegar a casa a dormir, pero sin poder conciliar el sueño, y sin saber que había pasado durante casi 7 horas que perdí la noción de las cosas” .
Desde esa fecha, la doctora Velázquez Roa, para llegar a su casa por las noches, evita pasar por ese sitio, sin importarle dar una gran vuelta, pues no quiere mas encuentros con aquella Bella Mujer de Blanco.
Relato de Doctora Velázquez Roa, vecina de Las Alamedas
Fuente : Facebook, René Rodriguez Vasquez