Heinz Dieterich
1. La democracia bananera
Maduro y su camarilla han convertido a Venezuela en una república bananera que cumple a cabalidad con la definición del término en Wikipedia: un país “políticamente inestable, empobrecido y atrasado, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernado por un dictador o una junta militar, muchas veces formando gobiernos forzosos o fraudulentamente legitimados”. Bastaron cinco años para transformar una utopía de democracia participativa en una distopía de pendejadas quijotescas. Destruyeron el sistema del Estado, el sistema político y, por supuesto, el sistema económico. En ningún área se muestra más su ineptitud que en la economía, donde actúan sobre puras entelequias (imaginaciones, fantasmas), como el “precio justo”, que no existe en crematísticas de mercado; las falsas negociaciones del Plan 50 para “sincerar los costos y precios”, en un contexto hiperinflacionario, que no permite ningún cálculo económico serio y donde, de todas formas, imponen sus precios administrativos que confunden con precios justos; y el seudo-estándar de oro “Petro”, que es simplemente otro government bond (obligación) –es decir, papel dinero– porque no está avalado por materiales preciosos existentes, sino por simples promesas de la camarilla. Un régimen bananero, que constituye un fraude de Alpha a Zeta a la democracia real y popular del siglo 21.
2. Gabinete de horror
Cuando se escucha los discursos de Maduro, Delcy Rodríguez, Padrino López, Pascualina Curcio o Toby Valderrama, es imposible no pensar en la terrorífica Familia “Los Munsters” o “Los locos Addams”. Uno no sabe, si prevalece lo obsceno o lo histriónico, lo trágico o lo cómico, cuando el Presidente habla del salario mínimo; la Vicepresidenta del “diálogo con Washington”; el Ministro de Defensa del “pueblo en armas que nació para ser libre”; la Directora del Banco Central de la inflación cual resultado de la “manipulación arbitraria y desproporcionada” de “portales web”; o el camaleón estalinista Valderrama de Diosdado Cabello, como alguien “siempre fiel al comandante” y “la última esperanza del chavismo”. Cada frase de esos bufones es un comic strip (tira cómica) sin sentido, y una burla del pueblo de Bolívar, que ha de aguantar la dictadura pequeña burguesa y sus delusiones (delirios).
3. Milagro bíblico del “Presidente obrero”
El 20 de junio, Nicolás Maduro anunció que va “a decretar el aumento del salario mínimo a tres millones de Bolívares, (…) el aumento del cesta ticket a dos millones ciento noventa y seis mil, quiere decir que a partir de hoy los trabajadores van a recibir como ingreso mínimo cinco millones ciento noventa y seis mil bolívares”. ¡Vaya, Vaya Presidente! No es poca cosa, convertir en plena “guerra económica imperialista” a la clase obrera en millonarios. Lenin, Fidel y Xi no lo lograron. Pero, usted sí. Y qué tino en la selección del espiritus loci (espíritu del lugar) para revelar la Buena Nueva en una Gran Asamblea Carismática: el “Congreso Ideológico de la Clase Obrera”, organizado por los sindicalistas charros del régimen. Ahora, gracias al socialismo madurista, los trabajadores venezolanos pueden deleitarse todo un mes con una lata de atún —si es que la encuentran— porque esta es la capacidad adquisitiva del grandioso salario mínimo millonario que el “Presidente obrero” les ha decretado. Hablar de conciencia obrera, del deber de la clase trabajadora y de la construcción del socialismo en esa farsa era una tarea que toda persona ética hubiera rechazado. Pero, no el Comediante en Jefe, en cuyo lexicón no existe tal palabra.
4. La Vicepresidenta no tiene quién le escriba
En entrevista televisiva, la flamante Vicepresidenta –nunca muy lejos de las delusiones del newspeak de Miraflores– afirmó que la “Revolución Bolivariana” está encaminada hacia una renovación política, empeñada en la estabilidad económica. Estamos dispuestos al diálogo con Washington… y que “se puedan establecer mecanismos de cooperación multilaterales y al diálogo diplomático con Estados Unidos”, dijo la funcionaria por enésima vez, emulando a su jefe. ¿Cree Doña Delcy en milagros tipo Corea del Norte? ¿No entiende, que el milagro de Kim Yong-un es real y se llama “armas nucleares”? ¿Donde ella y Maduro encuentran una razón para pensar que Trump le podría hacer caso a un gobierno con cero poder geopolítico, carente de moneda, de apoyo de masas, de armas estratégicas y del aval bélico ruso-sino que tiene Kim? Pero, la postración ante el imperialismo y el autoritarismo hacia adentro son, obviamente, inseparables en los operadores de esa camarilla.
5. “Decir Carabobo es decir patria”
Decir “Carabobo es decir patria, es decir pueblo en armas que nació para ser libre”, exaltó el ministro de Defensa Vladimir Padrino López, el 24 de junio la Batalla de Carabobo. Es una icónica efeméride que “sirve de hermosa referencia para exaltar al glorioso ejército bolivariano; huracán de hombres y mujeres que vencedores en cientos de batallas, dieron libertad a pueblos oprimidos…La máxima gloria, el supremo objetivo, el horizonte de una magna gesta que vería coronar con laureles de furor y valentía, de sangre y fuego, el sublime sueño de tantas almas valerosas: la independencia de Venezuela… Que el Dios de los ejércitos celestiales y la santísima Virgen Del Carmen les bendiga por siempre y les colme de poderío, nobleza, generosidad y magnanimidad; para que permanezcan invencibles en el decoroso sendero de servir a la patria y al noble pueblo venezolano. “Perdiéndose en su rimbombante retórica feudal, el faccioso General es obviamente incapaz de percibir la profunda cual involuntaria ironía, de servir a una dictadura bananera donde el “noble pueblo” sobrevive con migajas, debido a que sus bayonetas sostienen una banda de usurpadores ineptos.
6. El camaleón stalinista
El síndrome de disociación clínica de la realidad y de la ética, que es la huella (signature) dominante del gabinete de Maduro, se encuentra también en otros protagonistas del sistema. El “comandante socialista” Toby Valderrama, en permanente búsqueda de un hueso, agrega otra perla a las entelequias de Maduro, Rodríguez, Curcio y Padrino López. Al teniente anti-comunista Diosdado Cabello, recién nombrado Presidente del osario llamado Asamblea Nacional Constituyente (ANC) le dedicó la siguiente oda: “Cuando pensábamos que el Chavismo estaba enterrado por el silencio de sus mejores hijos… en medio de la oscuridad y la desesperanza, aparece Diosdado, y una luz se enciende en el horizonte…Hoy es el Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, un poder que está por encima de todos los poderes… Él es la última esperanza del Chavismo.” Ante tal disparate, los pragmáticos romanos hubieran regresado Valderrama a la realidad con un célebre aforismo: Quos deus perdere vult, dementat prius: a quien los dioses quieren destruir, primero lo hacen pendejo.
7. La lección de AMLO
El gran triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en México ha sacudido todo el debate político en América Latina. Interpretado adecuadamente, rompe el sectarismo y la esterilidad del debate de “izquierda” y “derecha”, que domina la teoría política criolla desde los gobiernos progresistas socialdemócratas (Lula, Chávez, Kirchner, Correa et al.) de los años noventa. Y lo mismo vale para la nueva moda intelectual introducida desde Washington que –para América Latina– consiste en la falsa antítesis de “nacionalistas” y “globalistas”. Interpretar adecuadamente el evento electoral de México significa entender que el proyecto de AMLO es un proyecto de Centro con Compromiso para las Mayorías (CCM), no de Izquierda, como se usa el término a la ligera en América Latina. Un CCM no tiene nada de malo en América Latina, porque en la actualidad es imposible que un proyecto de transformación sistémica (izquierda) llegue al poder. La exitosa campaña de AMLO es el resultado de un doble condicionamiento: respetó las circunstancias objetivas post-progresistas latinoamericanas y se adecuó dialécticamente a las condiciones idiosincráticas de México. Cualquier extrapolación del éxito de esa campaña, que no tome en cuenta esa génesis particular, única, está condenada al fracaso.
8. Osario de la teoría política
El segundo punto clave en la comprensión del evento mexicano radica en entender que, en la ausencia de una izquierda mundial –con la posible excepción de la tendencia de Xi Jinping– tampoco existe una teoría científica de la transformación de la sociedad actual. En este sentido, el analfabetismo distópico político-económico que exhiben Maduro, Rodríguez, Cabello y su camarilla –agravado por discursos pro-indigenistas controlados por el Imperio y sectarismos de dizque “trotskistas”, es evidencia forense del cadáver del “espíritu mundial político”. Tratar de comprender la realidad actual en términos de izquierda-derecha, sin proceder desde una rigorosa determinación de esos conceptos al estilo de las ciencias naturales, sólo genera engaños y escenarios de praxis equivocados. Pedir a AMLO un proyecto antisistémico para los obreros, indígenas y campesinos, por ejemplo, es tan fuera de la realidad como creer, que la dictadura de Maduro es progresista o tenga futuro. La lección comparativa de ambas experiencias es clara y nos remite a la esencia del quehacer político, tal como lo definió Bismarck: “La política es el arte de lo posible”; no de lo deseable o soñado.
Es en este espíritu, que hay que reconceptualizar la ciencia política de la transformación en América Latina, si se quiere salir de la actual miseria.
(Con información de aristeguinoticias