La seguridad fronteriza en Estados Unidos, un multimillonario negocio en pleno auge con Trump

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Entrar ilegalmente en Estados Unidos cruzando la frontera sur sin ser detectado es casi imposible: Washington tiene mil ojos siempre abiertos a lo largo de los 3.185 kilómetros de frontera que comparte con México.

Con torres de vigilancia capaces de rastrear cualquier indicio de movimiento a kilómetros de distancia, sensores de ultrasonidos que escudriñan cada rincón del terreno o un ejército de cámaras ocultas en cactus y piedras, la frontera sur se ha convertido en un territorio militarizado en el que cada movimiento es detectado y analizado por el entramado de seguridad fronteriza instalado por el Gobierno Federal.

Aquellos que consigan burlar el entramado tecnológico, aún deberán sortear a los 17,000 agentes de la Patrulla Fronteriza que están apostados en la frontera septentrional y que, según los últimos datos facilitados por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS por sus siglas en inglés), realizaron un total de 408,870 detenciones en el año 2016.

Un sector en expansión

“La frontera sur de Estados Unidos se ha convertido en una magnífica oportunidad de negocio para las empresas de seguridad y armamento”, advierte el periodista Andy Robinson, autor del libro Off the Road. Durante los últimos años, mientras los republicanos endurecían su discurso en contra de la inmigración y Barack Obama redoblaba la inversión en seguridad fronteriza, muchas empresas han encontrado en este sector “una forma de compensar la ausencia de un gran conflicto bélico en el que Estados Unidos esté involucrado con tropas sobre el terreno”, asegura.

La seguridad fronteriza está en auge y la Border Security Expo, una de las principales convenciones del sector que se celebró a mediados de abril en Texas, es una buena muestra de ello. Cada año, las principales compañías del sector se reúnen para mostrar las últimas tecnologías para el control de las fronteras. Aunque la feria ha aumentado su importancia bajo el paraguas de la nueva administración, el aumento de la inversión no es algo nuevo. “La seguridad tecnológica lleva 25 años creciendo”, asegura Todd Miller, un periodista estadounidense autor del libro Border Patrol Nation y que estuvo presente en esta última edición de la Border Security Expo. Según Miller, “estamos solo en el principio”, avisa, “la proyección es que la inversión va a ir aumentando durante los próximos años, más aún tras la llegada de Trump”.

Tecnología militar

Atraídos por el impulso del presidente republicano, corporaciones como el gigante aeroespacial Lockheed Martin se han dejado ver en esta última edición para exponer sus mejores prototipos. Uno de sus productos insignia, el Lockheed Martin 74K Aerostat, ya se utiliza desde hace unos años en la frontera sur estadounidense. Consiste en un enorme dron con la forma de un zepelín de 35 metros que escudriña desde las alturas cada rincón del terreno. El modelo es una adaptación del usado por la OTAN en Irak, una muestra más de que la seguridad fronteriza y el armamento militar son dos caras de la misma moneda.

El Raptor Ground Surveillance Radar de la compañía IEC Infrared Systems ha sido uno de los principales atractivos de la última Border Security Expo. Este radar puede detectar con facilidad una persona a siete millas de distancia y avisar inmediatamente a la patrulla fronteriza más cercana. “Este año, además, se ha hecho una gran apuesta por la seguridad biométrica y el análisis de big data” asegura Miller. La aplicación en la frontera de técnicas matemáticas y estadísticas sobre los rasgos físicos o conductas de los inmigrantes “ya es una realidad”. En 2015 el DHS ya contactó con expertos en telecomunicaciones para sondear cómo el big data podía mejorar el sistema de seguridad fronteriza.

Por último, en el sector de las armas de fuego, más tradicional pero siempre vigente, destaca el subfusil Scorpion de la empresa de armamento CZ-USA, un arma que seguro colgará del cinto de muchos agentes fronterizos durante los próximos años.

 

Las principales empresas del sector de la seguridad fronteriza han jugado un papel fundamental en la financiación de los candidatos a lo largo de la última campaña presidencial. “Muchas empresas han intentado utilizar su influencia política para impulsar el negocio”, asegura Robinson. Lockheed Martin, una de las protagonistas de la Border Security Expos, donó un millón de euros para la investidura de Trump y realizó importantes contribuciones a Hillary Clinton durante la campaña. IEC Infrared Systems, otro de los nombres propios del evento, también figura en la lista de donantes de Trump. Por su parte, General Dynamics, una de las empresas patrocinadores de la exposición, también fue un destacado donante de Clinton en su fallida carrera hacia la Casa Blanca.

El empeño de las compañías por sostener el mercado ha llevado a un sobreinversión en seguridad fronteriza. En el año 2016, el DHS gastó 373.5 millones de dólares en el mantenimiento del dispositivo de seguridad instalado en las fronteras del país. El presupuesto destinado al U.S. Customs and Border Protections, la rama del DHS encargada de la seguridad fronteriza, engulló un 21% del presupuesto de Seguridad Nacional pese a que el flujo migratorio lleva años disminuyendo . “Desde la crisis de 2008, la inmigración desde México se ha invertido”, resalta Robinson, “hay más mexicanos que están cruzando la frontera para volver a México que intentando entrar ilegalmente a Estados Unidos”.

Junto con la inmigración, el tráfico de drogas también ha descendido. En 2011, fueron incautadas en la frontera sur más de 1,100 toneladas de marihuana y cuatro de cocaína. Hoy las cifras se han reducido un 50%: durante el pasado 2016 las autoridades requisaron 586 toneladas de marihuana y apenas dos de narcóticos. El sector de la seguridad fronteriza, no obstante, continúa su imparable crecimiento y se frota las manos con la llegada de Trump.

Fuente: El Economista

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