A Carlos Salinas de Gortari lo han matado las redes sociales al menos en tres ocasiones: agosto de 2014, muerto de enfisema pulmonar en Dublín; lo mataron de lo mismo y en el mismo lugar, en enero de 2015; el 27 de marzo pasado lo hicieron morir de un paro respiratorio, en twitterland.
La noticia de su reciente muerte recorrió veloz el ámbito virtual. Muchísimos la creyeron y se alegraron; otros dieron la nota con seriedad y aun el pésame. Algunos lo insultaron; no faltaron los que se carcajearon. Pronto se desmintió el rumor vuelto noticia. Pero sirvió de entrenamiento de la llamada semana santa.
Y es que pese a todo, a que le caiga mal a muchos y bien a pocos; a que se le responsabilice de la crítica situación actual del país y de estar detrás del poder de los gobernantes presentes; de tener colocada a “su gente” en puestos claves del sistema y de urdir las intrigas más venenosas para favorecer y prolongar su proyecto político y económico hacia el 2018 (como se especulara sobre la fiesta que en Querétaro reuniera a la mafia del poder; ante la evidencia, sin comillas), Salinas se ha convertido en un personaje para el entrenamiento del vulgo. Y su carácter ondula de lo cómico a lo siniestro, aunque él se quiera ver como un intelectual de altas luces.
Como personaje, el pueblo lo ha calificado como El Pelón. Sobre todo, lo conoce como El Chupacabras; y especula acerca del apodo. Y suponiendo que Salinas ya estuviera muerto, al parecer la realidad continuaría con la dinámica impuesta por él desde su gobierno: desigualdad, injusticia, impunidad, violencia, corrupción, crisis… No importa que haya escrito librotes para explicar y justificar su malhadado paso por la presidencia de la república. Parecería la encarnación de una variante del micro-cuento de Augusto Monterroso: Cuando el monstruo murió, su obra aún estaba allí. O, cuando el monstruo murió, todavía estaba vivo. Y es que sólo en la medida en que la sociedad participe, exija y construya una democracia auténtica, con adjetivos, la crítica condición del país cambiará al fin para bien; podrá modificar el sistema que la corroe desde hace varias décadas.
Y algún día morirá de verdad Salinas de Gortari, como todos, y será “trending topic” arrollador en el twitter y alcanzará récords de “likes” en Facebook (si aún existen estas redes). Aunque la mítica presencia de su nahual será tal vez el fenómeno más evidente entre los habitantes de la nación mexicana:
“Anómala entidad. Calva (¿calvo?), orejas grandes, ojillos-saltones-mirada-torva, mostacho casi permanente, pequeños brazos que semejan alas truncas preparándose al improbable despegue, cuerpo de murciélago, voz unisexual, descarnado labio superior que al sonreír arroja la impresión de ser chimuelo. ¿Niño, niña, enano, hermafrodita, ángel-demonio?
“Como el nahual prehispánico, es un cruce de humano y animal; como el sátiro griego, recorre campos y ciudades (aunque en vez de ninfas y jóvenes hermosas, se especialice en chupar la yugular de becerrillos y cabras, para subsistir). Sin embargo, luce demasiado cómico para ser nahual y demasiado afeminado para alcanzar la virilidad salvaje del sátiro. De allí que se devane el cerebro de los mexicanos: ¿qué es, quién es El Chupacabras?” (cita del libro, Animales y otros bichos raros; editorial Praxis, 2013).