Eran las 3.15 am. No había nadie en la calle.
El 1-1-2 nos activa para que vayamos a ver a una paciente de 30 años con una crisis de ansiedad.
Hacía viento y la noche estaba particularmente oscura.
Llegamos rápido, el domicilio se encontraba cerca, a menos de 3 minutos del centro.
Estacionamos nuestra ambulancia de Soporte Vital Avanzado y recogimos las mochilas. A esas horas de la noche, parece que van más cargadas.
Técnico, enfermera y médico, los tres con cara de domingo de guardia tocamos el telefonillo.
Nadie nos respondió.
Insistimos y nada.
Avisamos al 1-1-2 para hacer una mediación con el llamante, y después de una tercera re-llamada nos contesta con despertina voz “que su mujer ya se quedó dormida. Se tomó un lexatín y ahora está dormida” (al igual que él).
Ante la pregunta del operador de ¿por qué no avisó usted al 1-1-2 para suspender el aviso?, aquel hombre afirma un simple “se me olvidó”. Y punto.
Nos miramos, suspiramos, damos por finalizado este aviso y regresamos a la base.
Una sensación de que esto así no funciona me invade.
¿Será que si tuviera que pagar nuestra asistencia olvidaría cancelar el aviso?
¿Realmente merece la pena activar un equipo de SVA por este tipo de motivos?
¿Se pudo solucionar por teléfono?
La sanidad no es gratis, y aunque lo parezca no es así.
Desplazar una ambulancia en plena madrugada cuesta.
Movilizar profesionales de las emergencias tiene un precio.
Y lamentablemente no lo vemos, no lo percibimos, no lo sentimos en nuestras carteras y por eso abusamos a diario de estos servicios.
No suelo pronunciarme a favor de un copago del servicio de urgencias, pero tal vez, habría que buscar soluciones para un problema que existe y es real. Llámese copago o medidas para proteger las decisiones de los compañeros del centro coordinador. No podemos mirar hacia otro lado, no podemos seguir movilizando recursos de un modo innecesario, aunque sea políticamente incorrecto y no ayude a ganar unas elecciones, se debería actuar.
Porque si en ese momento nos hubiera surgido una emergencia, sin duda alguna hubiéramos demorado nuestra asistencia.
Aunque esa noche no paso nada, otro día abusar de un servicio de urgencias le puede costar a otro ciudadano la vida.
Piénsalo. Hagamos un uso responsable de nuestra sanidad.
Otra noche de insomnio. Otro post Con Tinta de Médico.