Lucía Díaz Genao, madre de una víctima de desaparición en el puerto de Veracruz, recuerda que fue la tarde del pasado 10 de mayo cuando un grupo de hombres estacionó una camioneta en la zona centro de esa ciudad, donde ella y decenas de mujeres estaban por empezar una manifestación y, en segundos, les dejó hojas con un mapa impreso. Varias madres de familia, agrega Díaz, pensaron que se trataba de la ruta que seguirían en la marcha. Ella, en cambio, supo que se trataba de la ubicación de una zona denominada Colinas de Santa Fe y que, de acuerdo con versiones que escuchaban desde hacía al menos un año, podría albergar restos humanos.
“Yo se las retiré (las hojas con los mapas); me di cuenta enseguida de qué eran, porque ya sabía de Colinas de Santa Fe. Se las quité para que no se echara a perder el ánimo de las madres”, narra Díaz en entrevista.
El croquis, agrega, fue sólo la confirmación de las sospechas que por meses habían escuchado de los vecinos de un rancho cercado de casi 10 hectáreas y donde, en abril de 2015, la Subprocuraduría Especializada en la Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) encontró cinco cuerpos.
Por eso, agrega, después de dos años de haber formado el colectivo Solecito –que agrupa a unos 90 familiares de víctimas de desaparición en la zona del puerto de Veracruz–, de haber hecho actividades para recaudar fondos y haber recibido entrenamiento de antropología forense, decidieron que Colinas de Santa Fe sería el primer punto en el cual buscarían a sus hijos.
“Ya habíamos hecho el ahorro; dos años tardamos y ese dinero ya lo teníamos. Costó mucho trabajo, pero compramos herramientas, todo lo que se requiere para buscar, palas, varillas, que son las que entran en la tierra primero, se olfatean y te dicen si hay algún elemento biológico en la tierra; es un olor muy característico, muy fétido”, explica.
El resultado: 58 fosas “positivas”, o con restos humanos, encontradas entre el 8 y el pasado 22 de agosto.
“Mucha gente nos decía. Es imposible no saber que eso estuviera ahí, los vecinos de ahí decían, y ahora que estamos buscando llegaron vecinos que tienen desaparecidos; era un secreto a voces”, narra Díaz.
La cantidad de fosas encontradas en tres semanas por las madres de familia de Veracruz, acompañadas por la denominada primer Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, no sólo es la más grande encontrada en el Estado de Veracruz. Es, también, más de una tercera parte (un 37 por ciento) de las 156 fosas que reporta el Gobierno federal haber encontrado en los primeros tres años del sexenio, hasta enero pasado.
“No es raro, porque ellos no buscan”, dice Díaz Genao. “Esa cifra [la oficial] es irreal; es mucho más que eso”, agrega.
MÉXICO, UN CEMENTERIO CLANDESTINO
De acuerdo con datos de la Procuraduría General de la República (PGR), entre febrero de 2007 y enero de 2016, en el país se han encontrado 224 fosas con 681 cuerpos.
Las cifras del sexenio anterior indican que, hasta diciembre de 2012, la PGR contaba 68 fosas con los restos de 378 personas y, en lo que va del presente Gobierno, la cantidad es de 156 sepulturas clandestinas más con 303 osamentas.
La misma información muestra cómo, durante el Gobierno del ex Presidente Felipe Calderón, la mayor cantidad de hallazgos se concentró en regiones del norte del país, como Chihuahua, donde entre enero y de febrero de 2008, al inicio del despliegue militar u Operación Conjunta Chihuahua, se desenterraron 53 cuerpos de dos tumbas clandestinas; o Tamaulipas, donde en 2011, en el municipio de San Fernando, la PGR anotó haber encontrado 14 fosas con las restos de 120 personas; o Durango, con 53 cuerpos inhumados en siete excavaciones.
En este sexenio, sin embargo, la desaparición de 43 estudiantes normalistas –en septiembre de 2014– ha concentrado el trabajo de búsqueda en el estado de Guerrero, donde, desde octubre de ese año, el Gobierno federal reporta haber encontrado 88 fosas con los restos de al menos 169 personas; 80 de esas tumbas clandestinas, con 155 cuerpos, sólo en el Municipio de Iguala.
Aún así, dice el guerrerense Mario Vergara, del colectivo “Los otros desaparecidos de Iguala”, los datos oficiales son sólo un fragmento de la gran “fosa clandestina” que es el territorio de México.
“Nosotros participamos en una búsqueda en Chilapa en mayo, y en tres días, del 9 al 12, encontramos dos fosas con cuatro cuerpos”, dice Vergara, hermano de una víctima de desaparición.
“Aquí en Iguala, hace una semana encontramos otra fosa. En otra, la SEIDO descartó el lugar, y fuimos nosotros, trabajamos y encontramos 26 cuerpos. Desde 2014 hemos encontrado 148 cuerpos, pero eso sólo es nuestro grupo”, agrega el también integrante de la Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos.
El conteo de la PGR excluye reportes de Fiscalías estatales, como la de Morelos que, a partir de mayo de este año, y por presión de las familias de víctimas, desenterró los restos de 117 personas de dos fosas comunes cavadas por ese Gobierno para deshacerse, al parecer –sólo se ha confirmado un caso– de cuerpos almacenados en la morgue de sus servicios forenses. Tampoco cuenta los cuerpos de seis personas enterradas en dos fosas clandestinas encontradas en el municipio de Pánuco, Zacatecas, y reportados en julio pasado por el ministerio público de ese estado.
Y excluye, también, las 58 fosas con una cantidad aún no determinada de cuerpos encontrados por la primera misión de la Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos; en un lugar, dice Díaz Genao, donde la SEIDO –como reporta Vergara que hizo en Guerrero–, dejó de buscar hace un año.