Los temas difíciles exigen más concentración y un abordaje empático. Cómo discutir es algo que se puede aprender y mejorar.
Los conflictos son inherentes a los vínculos. Los podemos encontrar entre amigos, entre familia, en un trabajo, ¡en todos lados! También, y muchas veces, en la pareja, un terreno para poner en práctica cómo convivimos con otro ser humano. Pero, ¿cómo lograr que una discusión no se convierta en una pelea? ¿Cómo evitar que esos desencuentros escalen o lleguen a generar una explosión que se convierta en crisis?
Lo primero que me parece importante plantear es algo estructural con respecto a las peleas en general, y es que cuando dos integrantes de una pareja se pelean, ambos tienen un poco de razón. Esto no quiere decir “50 y 50”, porque ese planteo lava culpas. Habrá que ver en cada caso quién tiene mayor responsabilidad, pero nunca la culpa queda plenamente de un solo lado.
Plantear este tema así desde un comienzo apunta a eliminar la lógica de que cuando hay una pelea de pareja, inevitablemente tiene que haber un ganador y un perdedor. No tiene que haber “un campeón”, “un vencedor” en la discusión. Entender que hay responsabilidades compartidas te pone en otro lugar a la hora de encarar un conflicto. Si los integrantes de un vínculo juegan una pulseada en cada pelea, la única derrotada es la pareja.
Más allá de este planteo general, hay algunos tips concretos que podemos usar para aprender a pelear más sanamente. Son pautas que nos pueden facilitar la comunicación con el otro.
1. Planteo violento, final violento
Si yo le planteo a mi pareja desde el principio algo que me molestó de manera violenta, beligerante, agresiva, es altamente probable que esa discusión termine empeorando el estado de las cosas. La gran mayoría de los conflictos que empiezan mal, terminan mal. No hay forma de que vos comiences agrediendo al otro y luego terminen a los abrazos. No lo esperes, es muy poco probable. Entonces es aconsejable que te tomes unos segundos y pienses cómo vas a hacer tu planteo, de qué manera lo vas a comunicar, teniendo en cuenta lo que te digo.
Muchas veces una pelea es como un coche que empieza a aumentar la velocidad: si no frena puede chocar contra una pared.
2. Revisá los frenos
Muchas veces una pelea es como un coche que empieza a aumentar la velocidad: si no frena puede chocar contra una pared. Pensar cuales son los frenos que tiene la pareja y poder usarlos será muy importante para evitar una escalada. A veces durante una discusión, uno de los dos puede llegar a abrazar al otro con la consigna “no peleemos más”; eso es un freno que uno de los dos intenta. A veces, uno de los dos quiere frenar y el otro quiere seguir discutiendo y entonces no hay freno que valga. Está claro que esto no resuelve el conflicto, pero sirve para parar a tiempo y no empeorar las cosas. En un estado permanente de enojo, ira y empecinamiento, no se resuelve nada.
3. Evitá las críticas y burlas
Una crítica, en general, hace referencia a algo que pasó y suele también generalizar y agraviar. Un camino es que yo me queje porque ayer te tocaba lavar los platos y no lo hiciste y otro muy diferente es que yo te plante: “no lavaste los platos ayer, no lo haces nunca, no te importa nada, sos un desubicad@”. Frente a una crítica como esta, el otro inevitablemente se va a defender y desde esta lógica no hay discusión posible que termine bien.
4. Hablá de vos, no del otro
Cuando quieras plantear algo, no hables del otro, de lo que hizo o de lo que dejó de hacer. Cuando te toque abrir un tema, hablá de lo que te pasó a vos con lo que hizo el otro, de cómo te sentiste. Eso te va a ayudar a no criticar, y si no críticás es más difícil que la otra parte se defienda, y más fácil que te pueda escuchar abiertamente.
5. La indiferencia mata
Mucho peor que la crítica es la indiferencia en el medio de una pelea. Si el otro me critica, por lo menos me puedo defender; ahora, si el otro me trata con indiferencia, no puedo hacer nada y eso me va a generar una impotencia que me puede llevar a explotar. La conducta de bajar la cortina durante una discusión y no decir más nada suele ser muy habitual en los hombres.
Hoy se sabe que las parejas tienen problemas que tienen solución y problemas que no se pueden solucionar a pesar de que la pareja funcione bien. Lo primero que hay que hacer es resolver los problemas que se pueden resolver. Con los segundos hay que tratar de que no se estanquen ni se profundicen, y para eso existe una herramienta fundamental: el humor.
Podés probar decir lo mismo que decís siempre, pero desde un lugar más gracioso, tratando de reírte de lo que la pareja no puede resolver. Esa puede ser una buena pista para que el conflicto por lo menos no se agrave.
Por el licenciado y especialista en vínculos Sebastián Girona, quien protagoniza un ciclo de charlas llamadas “Terapia en escena” en el Teatro Border (Godoy Cruz 1838). A pedido de sus seguidores, se presenta el 25 de agosto (últimas localidades), el 8 y 22 de septiembre a las 18.00hs.
Podés probar decir lo mismo que decís siempre, pero desde un lugar más gracioso, tratando de reírte de lo que la pareja no puede resolver.
Terapeuta Fran