Mesita sale a diario del pequeño cuarto en Almoloya de Juárez, donde renta y vive con sus pequeños Yair y Lupita para acompañar a Martillito, su marido, en las funciones que ambos ofrecen a diario en las rutas de camiones que circulan por Toluca.
Hace tres años, Fátima, como en realidad se llama, se dedicaba a vender dulces en las plazas y paradas de camiones, pero conoció a Martillito con quien se casó y formó su familia, desde entonces se dedicó no sólo a ser madre, también a continuar con el oficio de payasita para solventar los gastos que llegaron con el nacimiento de sus pequeños.
“Salimos desde temprano de la casa para ganar unos pesos y cargamos con los niños porque no hay con quién dejarlos, luego la gente piensa que los explotamos pero no saben cómo la pasa uno”, externó la payasita urbana.
Su esposo Héctor, quien tiene como nombre artístico Martillito, la enroló en el oficio, dice que llegó de Tampico, Tamaulipas, y la conoció en la calle, de ahí nació su relación y se casaron, incluso se fueron a probar suerte a la tierra de Martillito pero regresaron porque de aquel lado hay menos trabajo.
“Así andamos a diario, entre los dos cargamos a los niños en los camiones mientras hacemos el show, ya tenemos todo bien estudiado y a veces mi esposo lo improvisa y tengo que seguirle la corriente”, recuerda Mesita mientras platica sentada en una banqueta de parada de camión, un tanto apenada por no traer su maquillaje habitual que le caracteriza.
Según relata la joven toluqueña, en un solo día alcanzan a abordar unos 70 camiones y en cada uno repiten sus diálogos de chistes, y al mismo tiempo cargan a Yair y Lupita en sus cangureras, o en brazos.
La payasita sueña con tener pronto un buen patrimonio y ver crecer a sus hijos en una escuela, y ya en caso de que más grandes les llame la atención su oficio, dice que les enseñarán y comprarán sus maquillajes para crear sus personajes.
“Me gustaría que ellos decidieran si quieren seguir con este oficio que es muy bonito, honrado y debe tomarse con seriedad porque no es tan fácil sacarle una sonrisa a la gente”, expresó Mesita.
Al final de la jornada, cuando el maquillaje se debe limpiar del rostro y la garganta descansa de los diálogos del show, al regresar al pequeño cuarto donde viven, la otra función de madre para Fátima comienza, pues hay que lavar pañales, preparar comida y bañar a los pequeños para que estén listos para el siguiente día, en esa labor, dice, no hay aplausos pero lo hace con gusto y con la ayuda de Martillito.