Moab Cavalcanti, un brasileño que padecía su misma enfermedad, fue quien le inyectó de energía y optimismo con sus palabras, aunque él no sobrevivió
En la vida existen personas que se quedan marcadas para siempre por sus acciones, por sus méritos o simplemente por su personalidad, para Marifer la pequeña que recibió un trasplante de pulmón en Porto Alegre Brasil siempre quedará plasmado Moab Cavalcanti, aquel brasileño que les tendió la mano en, sin importar que enfrentaba una lucha similar a la suya, sin embargo no corrió con la misma suerte.
Los días en Porto Alegre para María Fernanda Flores, así como sus papás Jorge Flores y Elizabeth Gutiérrez parecían difíciles, una ciudad desconocida con personas de costumbres muy diferentes a las suyas parecían difíciles.
Sin embargo el amor, la fe y las ganas de salir adelante los motivaba para seguir adelante, es por ello que llegaron al Hospital Santa Casa de la Misericordia en Porto Alegre donde podrían darle una nueva oportunidad de vivir a Marifer.
En aquel triste lugar ubicado en el centro de la ciudad conocieron a Moab Cavalcanti, un hombre de 42 años que padecía fibrosis quística, sin embargo había tenido una recaída en su salud consecuencia de una pulmonía, sin saber que el destino le tenía preparado una gran sorpresa pues conocería a una persona que padecía su misma enfermedad, sin embargo era sólo una pequeña de 11 años de edad.
Justo al lado de su habitación, Marifer junto a sus familiares a diario trataban de llenarse del ánimo que necesitaban al ver el gran apoyo que tuvo en Monclova para reunir el dinero que necesitaban para su operación.
Un día, Moab Cavalcanti llegó a la habitación de la pequeña motivado por las palabras de aliento que a cada momento escuchaba, es por ello que se acercó a ellos para contarles su historia especialmente para llenarlos de energía pues la necesitarían para todo el proceso del trasplante.
La madre de la menor, Elizabeth Gutiérrez comentó que siempre que tenían algún momento de flaqueza o cuando las cosas parecían complicarse para la pequeña siempre recibían una palabra de aliento de Moab quien los motivaba a seguir adelante para recuperar la salud de Marifer.
Dijo que ellos llegaron a Porto Alegre a inicios de noviembre del 2014, sin conocer a nadie pero los familiares de Moab especialmente su esposa Simona Andrade les tendió la mano para aminorar el miedo de estar en una ciudad desconocida, además de la operación de su hija.
Aseguró que ellos vivían en Brasilia, pero las constantes recaídas de Moab ocasionaron que se cambiaran a vivir a Porto Alegre a un edificio cerca del hospital donde también ellos vivieron, es por ello que eran vecinos pues mantuvieron una relación muy estrecha con ellos. Tan es así que la Navidad, además del Año Nuevo los celebró en casa de Moab junto a sus familiares quienes gentilmente les abrieron no sólo las puertas de su hogar sino de su corazón pues los ayudaban en todo lo que era necesario.
“Era una persona que nos contagiaba de ganas de vivir de espíritu de lucha, especialmente de superar los obstáculos que nos pone la vida creemos que fue un ángel que la vida nos puso en nuestro camino en el momento más difícil que hemos tenido como familia”, recalcó la madre de la menor.
A pesar que su salud se deterioraba cada vez más nunca perdió la fe, nunca perdió las ganas de vivir, es por ello que en febrero entró de nueva cuenta a la lista de espera para el trasplante de un pulmón, por lo que fue llamado a recibirlo el pasado 24 de diciembre.
Las cosas se complicaron para él, a través de las redes sociales sus familiares pidieron el apoyo pues necesitaba sangre, sin embargo no resistió más la noche del 28 de diciembre perdió la vida después de recibir su segundo trasplante.
Aunque Moab esperaba dos pulmones, la vida le dio dos alas para ir al cielo desde donde seguirá cuidando a sus seres queridos, todas aquellas personas por las cuales en vida siempre luchó por darles ánimos, por tenderles la mano, especialmente por llenarlos de alegría.
En la vida, en la memoria, especialmente en el corazón de Marifer, así como de sus familiares siempre quedará marcado el nombre de Moab Cavalcanti, aquel brasileño que sin conocerlos les tendió la mano en los momentos más difíciles de su vida y los llenó de palabras de aliento que les dieron las fuerzas para seguir adelante.