Respecto a la utilización de la figura de Santa Claus como un elemento de chantaje o soborno, los especialistas aseguran que “a los niños se les debe educar para entender las consecuencias que tienen sus actos, no con chantajes, ni mucho menos con amenazas”.
Este jueves millones de niños se irán a dormir con la ilusión y los nervios de que un señor gordo, vestido de rojo y con barba y pelo cano entrará en su casa por la noche para dejarle regalos.
La mayoría de los padres contribuyen a mantener este mito, sin embargo, hay algunos que deciden no hacerlo y les cuentan a sus hijos que Santa Claus o los Reyes Magos no existen. Entonces ¿qué opción es mejor, debemos decirles la verdad o mantenerles la ilusión hasta que descubran la realidad por si mismos?
El cómo afecta cada una de esta opciones al desarrollo del niño es algo que se han planteado varios psicólogos desde hace años. Algunos, como el investigador de King’s College de Pensilvania, David K. Johnson, aseguran que no se debe mantener la idea de la existencia de Papá Noel porque “es una mentira, degrada la confianza del niño en los padres, fomenta la credulidad, no fomenta la imaginación y es equivalente a sobornar a los hijos por buen comportamiento”, tal y como ha asegurado en un artículo de opinión de la revista Psychology Today.
La posición de Johnson recibe multitud de críticas, especialmente de padres, pero también de colegas de profesión. Sin embargo, la ausencia de estudios científicos sobre el tema hace que no exista un criterio definido sobre este asunto.
Según ha asegurado a ElDiario.es el psicólogo Eparquio Delgado, director del Centro Rayuela, “ahora mismo no hay indicios que indiquen que creer en estas figuras suponga un beneficio o un perjuicio para el desarrollo del niño y todo son meras opiniones”.
Johnson reconoce en su artículo que no hay pruebas que apoyen su postura, ni la contraria, y se defiende asegurando que no está sugiriendo que el mito de Papá Noel deba ser eliminado, sino que “no se debería enseñar a los hijos a creer que es literalmente cierto”. La alternativa que propone Johnson, es seguir utilizando el mito, pero dejando claro a los niños que Santa Claus es un personaje de ficción.
El catedrático de la Universidad de Oviedo Marino Pérez califica esta opción como “típica de estos tiempos actuales, de padres modernos que están un poco tiranizados por la transparencia y la llevan a entornos donde no es relevante”. Para este psicólogo, tratar de explicar a los niños que Santa Claus no existe, pero que van a jugar a hacer como si existiera “es una forma de complicar a los niños y de no confiar en su inteligencia y en que algún momento van a descubrir que hay cosas que no cuadran”.
UNA DECISIÓN PERSONAL
Pérez, que también afirma que no hay pruebas científicas sobre el tema, considera que dejar que los niños vayan descubriendo la realidad por sí mismos, sin que los padres pongan trabas a dicho descubrimiento, “podría ser una mejor opción, ya que les puede ayudar a desarrollar el pensamiento crítico”, aunque asegura que esto debe ser una decisión personal de los padres.
En cualquier caso, no parece que, sea cual sea la opción escogida, vaya a tener demasiada repercusión en el desarrollo del niño. Delgado afirma que existe una tendencia a “sobrevalorar la influencia de las decisiones de los padres sobre los niños” y concluye que “parece que los padres necesitan tener asesoramiento experto para tomar cualquier mínima decisión”. Además, según este psicólogo, “es importante darle libertad a los padres para decidir cómo quieren vivir estas fechas con sus hijos”.
Respecto a la utilización de la figura de Santa Claus como un elemento de chantaje o soborno, Pérez asegura que “a los niños se les debe educar para entender las consecuencias que tienen sus actos, no con chantajes, ni mucho menos con amenazas”.
Aunque hay estudios que muestran que los niños se portan mejor cuando creen que hay una figura mágica observándoles, como podría ser Santa Claus, esta mejora de comportamiento desaparece en cuanto los niños dejan de creer en dicha figura, con lo que para lograr un beneficio sostenido en el tiempo, los niños deben aprender reflexionando sobre sus propias acciones.
Fuente : Sin embargo