Perros callejeros, un destino incierto. De18 millones en México, sólo 30% tienen dueño

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Dentro del abanico de récords vergonzosos, México es el país con más perros callejeros de Latinoamérica, un fenómeno con muchos culpables y pocos interesados en revertirlo

Famélicos, sucios y con marcas de golpes, así deambulan a diario perros callejeros con un destino incierto. Sin alimento. Sin dueño. Sin un hogar donde refugiarse del clima gélido. Muchos terminan aplanados por las llantas una y otra vez en las vías más transitadas de la capital, sacrificados en las perreras, golpeados por transeúntes, desnutridos o descuartizados por santeros. Muy pocos sobreviven debido a la calidad de vida que padecen en la jungla de concreto.

Principalmente en las zonas conurbadas hay caninos por doquier. Los transeúntes caminan sin ponerles atención, algunos los acarician, otros los alimentan y también hay quienes los quitan a patadas, como los dueños de los negocios de comida. Otros los envenenan o ponen cebos con clavos. Al final nadie se quiere hacer responsable, salvo activistas que utilizan sus propias casas como refugios para después darlos en adopción.

A Ximena Arroyo así le sucedió hace cinco años cuando conducía por una avenida transitada del Estado de México. En medio del vaivén de los automóviles, se encontraba un pequeño perro corriendo, asustado. Era cuestión de minutos para que fuese despedazado o arrastrado. La joven de entonces 19 años se bajó e intentó perseguirlo para llevárselo a su hogar. Estaba angustiada.

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De pronto otras dos personas aparcaron su auto. La ayudaron para que no fuera atropellado. Una de ellas es Paola Vincent, titular de la asociación civil Salvando Huellitas, quien la metió en el mundo del rescate animal. Aunque Ximena es licenciada en psicología y maestrante en victimología, hizo el rescate animal como parte de su vida diaria. Se involucró en el activismo y aprendió a conseguir hogares a los animales callejeros, maltratados o despreciados por las familias.

México es el país con más perros callejeros en América Latina. De acuerdo con el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) realizado en 2014, hay 18 millones de perros, de los cuales sólo el 30% tiene dueño. Tan sólo en la Ciudad de México son un millón 200 mil. Pero eso no le importa a la joven de ahora 24 años, pues sabe que no se puede cambiar el mundo, pero “cuando ayudas a un perro le cambias su mundo y ese destino incierto que probablemente culminaría de manera negativa y dolorosa”.

En entrevista con Letra Roja, la animalista narra que comenzó “dando hogar temporal a animalitos ya fueran perros o gatos generalmente abandonados, maltratados o incluso que habían escapado de personas que querían venderlos. La primer perrita a la cual acogí la llamé Akira, una cruza de pastor alemán con rottweiler y la tenían amarrada, sin comida ni agua y múltiples veces la golpeaban con un palo”.

Hago lo que está en mis manos

De tez blanca, cabello castaño y complexión delgada, Ximena cuenta que ha rescatado y dado en adopción alrededor de 35 perros y gatos, así como otras actividades de contribución con organizaciones animalistas. Sin embargo, una vez que los asegura, debe gastar para darles atención con un veterinario. Todo sale de su bolsillo aunque también la apoyan otras personas con servicios o costos más bajos.

“En promedio son 700 pesos entre vacunas, desparasitación, esterilización y comida; es poco porque conozco a un veterinario que hace servicio social con rescatistas y cobra mucho más barato que en cualquier clínica veterinaria. Con animales que han estado delicados de salud, mucho más. Un perrito atropellado al que llevamos a una clínica, los costos hospitalarios fueron de 14 mil pesos. De hecho, he vendido galletas para ayudar a los gastos de una Asociación y también he pedido donaciones por medio de botes en los lugares donde suelo estar”, señala Arroyo.

-¿Cómo los rescatas? –Preguntó Letra Roja a la joven, quien principalmente los ha salvado en municipios de la zona conurbada del Estado de México como Atizapán, Tlalnepantla y Naucalpan.

-Varía mucho esto. Generalmente cuando comienzas rescatando a uno, es difícil ser indiferente antes todos los animales que ves en la calle; a veces los ves, te acercas y tratas de ganarte la confianza del animal para llevarlo a tu casa, desparasitarlo, vacunarlo, alimentarlo, esterilizarlo y darlo en adopción a una persona que cumpla con los requisitos que solicitas para tratar de garantizar la vida digna del perrito.

Y agregó: “Otras veces, la gente se empieza a enterar que tú has rescatado animales y te marca, entonces la labor del rescate lo ejercen otras personas pero tú cubres con la responsabilidad de tener al perrito en las condiciones adecuadas para darlos en adopción; otras más me ha tocado encontrar en el basurero cajas con animales vivos. Por ejemplo, una vez encontramos una caja con gatos recién nacidos los cuales tenían horas de nacimiento (…) uno murió lamentablemente porque no resistió”.

Lo anterior se debe principalmente a los pobladores que los arrojan sin destino. En ese momento pasan a ser callejeros. “Los perros, gatos y otros animales pasan a ser víctimas y sufren de cosas inconcebibles. Por ejemplo, cuando son atropellados muchas personas no se bajan a ver cómo está el animal y sí está vivo queda en una condición de dolor grande, es así como está sobreviviendo y si nadie lo ayuda posiblemente muera. Esa es la mayor razón por la que trato de hacer todo lo que esté en mis manos para que un animal no sufra, porque ellos así como nosotros tienen derecho a la vida libre de dolor”.

Foto: Ximena Arroyo.
Foto: Ximena Arroyo.

¿Compra o adopción de callejeros?

Hace unos años un perro callejero de tamaño grande se encontraba parado en la esquina de una calle de Naucalpan, Edomex. No se inmutaba. Permaneció ahí durante días. Los vecinos le lanzaban comida pero el canino no la ingería. Cuando Ximena acudió con la activista Mónica Gutiérrez, lo llevaron a una veterinaria. Allí supieron la razón de la inmovilidad: tenía nueve fracturas y burbujas en los pulmones. Estuvo en terapia intensiva.

“Lo más probable es que lo hubieran atropellado y sobrevivido. Al final el perrito sobrevivió, tuvimos que pedir mucho apoyo para cubrir los gastos, pero fue felizmente adoptado y quedó acomodado en una casa con un jardín grande que permitía que él tuviera mucha movilidad, ya que lo requería por su tamaño”, explicó la activista.

Tanto seres humanos como animales –dice- tenemos necesidades básicas que necesitamos cubrir para estar en la medida de lo posible tranquilos (…) Los perros de la calle no son de la calle, son nuestros y si no nos vemos como un ente global en el que todos valemos, este mundo seguirá logrando la exclusión de muchos y la inclusión de pocos, siguiendo con las desigualdades sociales.

Dentro de ese contexto, Ximena indicó que en ocasiones llega a recoger perros de raza abandonados, “esos son mucho más fácil que los adopten a diferencia de los criollos o los que ya tienen varios años, lo cual duele mucho porque vemos a toda costa la exclusión social sobre lo correcto o incorrecto”, agregó. sin ocultar su consternación.

Cuestionada sobre si debería imponerse la cultura de la adopción de animales abandonados sobre la compra en empresas o lugares establecidos, Arroyo es clara:

-Me parece que está cultura en lugares urbanizados cada vez es más real. Pero no está unificada lo cual crea confusión en quienes desean adoptar. Las campañas de adopción me parecen muy funcionales porque las personas pueden asistir, conocer a los perritos, llenar los formatos requeridos y adoptarlos. Pero lamentablemente la información de las campañas no llega a todos y es ahí donde las tiendas de mascotas lucran más.

Desde su trinchera, señala lo que considera el escenario ideal:  educar e informar a la sociedad en materia de adopción, ya que como explica, de esta forma se darán cuenta que la adopción no es lo mismo que la compra, sino que se deben cumplir una serie de condiciones para lograr el bienestar del canino, el principal afectado en este fenómeno, y quien siempre resulta como el más afectado.

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