Política sin probidad

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Bastante sobrado y autosuficiente se ha visto Andrés Manuel López Obrador en las últimas semanas, al grado que ha comenzado a descuidar algunos flancos. No sé si piense que por el simple hecho de pasarse a sus filas cualquier pillo se limpia de las culpas pasadas y de los pecados que haya cometido, pero me parece que ese excesivo pragmatismo de quienes lo acompañan en la toma de decisiones lo está llevando a un callejón sin salida, porque tarde que temprano habrá de llegar la necesidad de darle una explicación a los mexicanos.

Sumar a su movimiento elementos carentes de probidad y que tienen cuentas pendientes con la justicia le ha generado el rechazo de amplios sectores poblacionales, sobre todo de aquellos que observan en el “estado de derecho” el único camino para seguir garantizando la convivencia armónica de los mexicanos en todas las latitudes del país. Si no lo ha meditado, más le valiera hacerlo, porque esas decisiones unipersonales han sido toleradas hasta ahora, como ocurrencias personales, pero no será siempre así.

Pero también hay que señalar que este tipo de decisiones unipersonales está generando la percepción de que sigue manteniendo vigente, como en el pasado, la costumbre de pensar que cualquier adhesión a su causa, limpia a los impíos de sus culpas pasadas. De lo que quizá no se ha dado cuenta es que hasta ahora solamente está generando animadversión entre aquellos que llevan muchos años sumados a su causa, y que después de tanto tiempo de entrega han sido relegados y lanzados al cajón de los olvidos.

Tampoco faltan las voces cercanas que no se atreven a realizar señalamientos públicos, pero manifiestan su inconformidad de otra forma a causa de que los lugares preponderantes en la representación popular serán ocupados por elementos que cuentan con antecedentes delincuenciales, y que sin ninguna lucha válida que los distinga ni participación activa para coadyuvar en el engrandecimiento del movimiento, serán los encargados de la generación de mecanismos legales para otorgarle bases de operación novedosas al “gobierno legítimo”.

Sus mismos adeptos desconocen qué lo haya motivado para incluir a Napoleón Gómez Urrutia en la lista de plurinominales al Senado de la República, o a Néstora Salgado, que en su primera aparición pública después de haber salido de la cárcel quiso llegar a Chilpancingo, la capital de Guerrero, con un grupo de hombres armados para desafiar a las autoridades legalmente establecidas. Hasta ahora el único argumento esgrimido es que cualquiera que se aleje del PRI se limpia de todos sus pecados de forma automática.

Si algo tiene que agradecer el señor López Obrador es que pese a todas las agresiones al Ejército Mexicano y la Marina Armada de México, organizadas por sus fieles seguidores, estas instituciones siguen manteniendo inalterable su lealtad al país, ese que pretende dirigir, aunque se siga comportando como un mesías y no como un estadista. Falta mucho por ver, y si de algo puede estar seguro el señor Andrés Manuel López Obrador, es que esto acaba hasta que termina, y todavía faltan cosas por ver. Al tiempo.

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