¿Es un desvergonzado mi amigo Carlos Mota? ¿Solo es un provocador? ¿Juega, como estrategia para ser leído y aceptado en ciertos círculos –financieros, comerciales, de clase alta y frívola– a ser el niño malo partidario de los abusos empresariales?
No entiendo su columna de El Financiero de este viernes: “Aplausos a Uber por lección de capitalismo”.
¿Aplausos a Uber? Esta empresa de taxis abusó en el Hoy no Circula. Había demanda excesiva de coches y, con su “tarifa dinámica”, cobró de más a sus clientes, en muchos casos hasta 10 veces más.
¿Esa es una ejemplar lección de capitalismo? Se entiende que el capitalismo tenga tan mala imagen en el mundo. Imagen que empeoran periodistas como Mota, que venden una especie de cinismo barato para consumo de los cínicos que se sienten superiores porque tienen algo más de dinero que el promedio de la población.
El argumento de Mota es muy poco elaborado: si aumenta la demanda, el precio sube. Y si aumenta muchísimo, sube muchísimo. Y ya.
¿Eso es el capitalismo? Ni madres.
Eso es un abuso y, sin duda, en términos muy capitalistas, se trata de una pésima práctica comercial ya que no premia, sino castiga en las situaciones de crisis a sus clientes más leales.
Dice Carlos Mota que los mexicanos no estamos acostumbrados a funcionar bajo los principios del libre mercado.
¿De qué habla el columnista de El Financiero, que por cierto con frecuencia elogia a grandes monopolistas que recurren a toda clase de trampas para acabar con la sana competencia?
Una cosa son los principios del libre mercado y otra la hijez de la chingada.
Uber aumentó los precios en un ambiente de desigual competencia. Es decir, Uber pudo hacerlo porque no están reguladas sus tarifas, mientras que los otros taxistas de la Ciudad de México –la mayoría, por cierto– cobraron lo de siempre a pesar del exceso de demanda por su servicio.
¿Va contra las leyes de oferta y demanda regular los mercados? No lo creo. El mismo Carlos Mota se ha quejado en sus columnas de industrias mal reguladas cuando siente que los proveedores han abusado de él.
En México, los mayores empresarios han hecho sus fortunas basados en el abuso, en las prácticas monopolistas, en hacer lo que les da su regalada gana. Y Mota, el defensor de la libre competencia, suele elogiarlos.
Por cierto, el capitalismo sin democracia no es nada. Y, como dijo Alexis de Tocqueville –que no era anticapitalista, claro que no, sino un defensor de la competencia económica y política–, “lo más importante para la democracia es que no existan grandes fortunas en manos de pocos”.
Aplaudir actitudes comerciales como la de Uber significa avalar un sistema poco competitivo, nada solidario y excesivamente abusivo que genera fortunas enormes solo para unos cuantos.
Por eso se ha comparado a las acciones en la bolsa de valores o a sus propietarios con una ganzúa.
Mota parece ser un defensor de aquella tesis del “no sabes todo lo que se gana cuando se pierde la vergüenza”.
Uber, en un momento en que se necesitaba la solidaridad, se vio como una empresa desvergonzada. Y sí, seguramente ganó mucho el día de la emergencia.
¿Hay que felicitar a Uber? Mota lo ha hecho. Por mi parte, pido a Uber que se meta sus ganancias extraordinarias no por donde le quepan, sino exactamente por el culo de sus inversionistas.
François-René de Chateaubriand dijo que “para ser un hombre aventajado en los negocios no se trata de adquirir cualidades, sino de perder algunas”. Sobre todo, perder la cualidad de ser buena persona.
Eso es lo que Carlos Mota aprendió en las escuelas de negocios en las que se formó.
Hay un libro bastante viejo, que no sé si Mota ha leído, Técnica y civilización de Lewis Mumford, en el que se dice cómo nació el capitalismo: cuando los hábitos del cálculo llegaron a las vidas de los hombres de las ciudades, lo que implicó empezar a buscar el poder, particularmente el económico, por medio de abstracciones.
El capitalismo es un producto del cálculo, de la contabilidad, aun de la invención del reloj. El capitalismo necesita medirlo todo, hasta el tiempo. Sin duda lo hizo Uber: calculó su tarifa dinámica en la crisis y cobró. Pero hasta la estadística puede usarse para hacer el bien: no es difícil calcular lo que se gana, en términos de prestigio, por aplicar la solidaridad.
Es buena idea la tarifa dinámica de Uber en situaciones normales. Resultó una chingadera en una crisis en la que, quizá, el mejor cálculo para mejorar la imagen de esa empresa habría sido inclusive bajar sus precios y hasta ofrecer transporte gratuito.
Los mejores empresarios capitalistas son aquellos que saben ser solidarios. Y en las crisis hay que serlo.