Se busca que el circo en México sea reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, señaló el diputado federal por el distrito Chicoloapan-Chimalhuacán, César Agustín Hernández Pérez.
El legislador explicó que la existencia de los circos es milenaria y por lo tanto de debe de conservar como patrimonio de la humanidad.
Recordó que en la Cámara de Diputados de San Lázaro se expuso un punto de acuerdo para que la Secretaria de Relaciones Exteriores y a la Secretaria de Cultura, realicen todo el procedimiento y se proponga ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, la inscripción del circo en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
En su exposición de motivos, estableció que la historia del circo se remonta a miles de años atrás, donde algunas de las actividades que hoy relacionamos como parte del contenido circense, como la acrobacia, el contorsionismo o el equilibrismo, tenían una utilidad altamente relacionada con la preparación de guerreros, con los rituales religiosos y con las practicas festivas. Son los romanos quienes le dan el nombre de “circo” a las actividades de entretenimiento o, mejor dicho, a los espectáculos públicos.
Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, “el circo era el lugar reservado entre los romanos para algunos espectáculos, especialmente para las carreras de carros y caballos. Tenía comúnmente forma de paralelogramo prolongado, redondeado en uno de sus extremos, con gradas alrededor para los espectadores”.
Existe un gran legado cultural dejado por algunas de las civilizaciones más antiguas, desde el lejano oriente (China, Mongolia, India, etc.), hasta el occidente próximo (Grecia, Roma, Egipto, etc.) que es muestra clave de lo que hoy en día conocemos como circo.
La historia del circo mexicano, tiene sus raíces en la cultura, pues en México, desde mucho antes de la llegada de los españoles, se presentaban actos cómicos y acrobáticos, de los cuales dan testimonio numerosos códices, murales y estatuillas, como “El Acróbata”, encontrada en el entierro 154 de Tlatilco (1200-800 a.C.), en el Estado de México, expuesta en el Museo Nacional de Antropología.
También tenemos el ejemplo más conocido de acrobacia religiosa que está viva hasta nuestros días, me refiero a los “Voladores de Papantla”, muestra conocida no sólo en México, si no en el extranjero. Misma que fue inscrita en el 2009 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Por otro lado, tenemos la maroma, expresión circense que es el resultado de un profundo mestizaje cultural y artístico, era muy popular en la época colonial en México (1521-1810). La maroma es una expresión espectacular, ritual y festiva practicada por colectivos de artistas campesinos indígenas y mestizos en las regiones rurales del sur de México. El “espectáculo” incluye acróbatas, alambristas, payasos, trapecistas, músicos y se realiza en general en el marco de las fiestas patronales y comunitarias en los estados de Oaxaca, Guerrero, Puebla y Veracruz.
En nuestro país, es en el año de 1808 cuando arribó quien debemos considerar el padre del circo moderno en México, el inglés Philip Lailson, quien anunció por primera vez el “Real Circo de Equitación.” Después, apareció en 1831 el Circo Ecuestre de Charles Green de los E.U., presentando las primeras pantomimas circenses.
El primer circo mexicano nació en 1841; como el “Circo Olímpico” de José Soledad Aycardo, cuyo entusiasmo alegró al pueblo de México por 25 años.
En 1864, el circo italiano “Giuseppe Chiarini”, quien introdujo novedades artísticas de Europa y Estados Unidos, fue el primero en tener un circo-teatro fijo alumbrado con gas, incluyó montajes que causaron revuelo, como el baile del “can can” así como otros adelantos que lo constituyeron como el favorito de la sociedad.
Tiempo después, en 1881, llegó el “Espectáculo de los Hermanos Orrin”, estadounidenses de fama internacional. Ellos fueron los segundos en construir un circo-teatro fijo y los primeros en usar alumbrado eléctrico, cuya elegancia y buena programación fue reconocida internacionalmente. Iniciaron los actos en barras y las pantomimas, aunque con escenografías de gran lujo. Es en este lugar donde crece la figura del gran “Crown” británico don Ricardo Bell, el payaso más famoso y respetado por la sociedad mexicana de todos los tiempos que montó novedosas pantomimas.
Los mayores exponentes de circo en México son los presentados por algunas familias que prestan su nombre a los mismos (Suárez, Fuentes Gasca, Atayde, Esqueda); practican sus disciplinas y comparten la cultura mexicana en el extranjero con la presentación de sus espectáculos.
Ahora bien, en nuestros días, la disciplina circense está en un proceso de transición en el país, posturas políticas y sociales le han quitado peso a una tradición de poco más de un siglo, abriendo paso a una nueva generación de artistas profesionales que explotan lo mejor del circo clásico, lo fusionan con el teatro y la danza, para crear una alternativa para el público conocida como el circo contemporáneo. No tienen animales, tampoco grandes anuncios con luces ni mucho menos freaks, todavía hay acróbatas, hay profesionales, hay artistas, no es una tradición “en las venas” pero se trata de disciplina llevada al límite por amor al arte. La nueva etapa del circo nace de las carpas, pero se fusiona con el teatro, la danza y la música para tomar forma en el presente, en lo contemporáneo.
Los inicios del llamado circo contemporáneo están a finales de los años setenta, cuando compañías como el Big Apple Circus de Nueva York y el Circus Oz australiano comenzaron a experimentar la combinación entre las técnicas tradicionales de malabarismo y acrobacia con la dramaturgia, vestuarios más adaptados y el cuerpo humano y no el animal como punto central de entretenimiento y arte, pero todo ello con una profesionalización detrás, no como una forma de vida heredada sino elegida.
En México, en comparación con algunos países de Europa, el circo contemporáneo está en busca de su consolidación y todavía lejos de ser visto por el público como un estilo de vida. Ha crecido muchísimo, por muchas vertientes, las diferentes escuelas y compañías ofrecen distintas cosas, todos están buscando una identidad.
En suman, tras conocer los orígenes del circo, así como el desarrollo que ha tenido en diversas partes, es posible referirse al circo como una manifestación cultural mundial.