No son los primeros casos en los que la Ciudad de México le pasa la factura al urbanismo salvaje promovido por el gobierno de Mancera y cobijado por las gestiones delegacionales que lo acompañaron durante los tres primeros años de su administración. Esta política con una alta dosis de demagogia fue la patente de corso del hoy amparado ex mejor alcalde del mundo, Marcelo Ebrard, aunque reproducida con esmero y con igual grado de cinismo por Mancera, quien hace unos días fue a Washington a promover una agenda contra el cambio climático en su calidad de alcalde de una ciudad que está contribuyendo al calentamiento global mediante un crecimiento depredador y que ningún urbanista sensato podría utilizar como modelo de desarrollo sustentable.
Por desgracia hay muchos ejemplos en los que la ciudad nos pasa la charola por la sobrexplotación a la que resulta sometida y varios de ellos con un alto impacto ambiental, social, económico y de movilidad. Algunos ejemplos con los que me he topado en varias noticias: casas con graves daños estructurales por la autorización para edificar torres fuera de la ley, pueblos originarios ensombrecidos por megatorres que sobresalen como bloques de hielo en medio de un mar de vehículos a los que les vendría bien un “deprimido” (tradúzcase un megatúnel a un gran costo ambiental) para moverse un poquito más hasta llegar a otro atasco, elevadores “tontos” de edificios “inteligentes” con un nivel de saturación que genera conflictos de movilidad interna y baja productividad, destrucción de áreas verdes como sucede en Iztacalco para darle paso a proyectos privatizadores del espacio público, colonias con el agua racionada porque un megaproyecto se llevó, dinero por delante, la mitad de ese recurso hídrico, gentrificación, y, sobre todo, pérdida del sentido de barrio, del parque y de la plaza pública.
En este escenario, muchos de ustedes quizá leyeron una nota que daba cuenta de la afectación a la movilidad en Miguel Ángel de Quevedo y avenida Universidad por la apertura de una plaza comercial. De acuerdo a esta información, distancias que antes se recorrían en cinco minutos, ahora implican media hora de desplazamiento. Además, para desfogar la salida vehicular de la plaza, se detiene el tráfico a la vez que se “toma” un carril de la avenida. Esta apropiación del espacio urbano obliga al transporte público a parar en segunda y hasta en tercera fila. Todo esto por autorizar edificaciones en una zona sobresaturada: trátese de vivienda, universidades o como dice una vecina coyoacanense, la “mejor opción”, es decir, un centro comercial. Por otro lado, la soluciones parciales que se plantean para resolver el problema, implicarían destrucción del patrimonio público y “deprimidos” que afectarían la circulación mientras se realizan. Los desarrolladores del centro comercial Patio Tlalpan deberían tomar nota de este ejemplo porque con su propuesta están a punto de colapsar una zona en la que ya se mueve la gente con muchísima dificultad. Además de que las simpatías con este proyecto, a diferencia del citado, son casi nulas.
La otra noticia tiene que ver con vivienda. Resulta que en Santa Fe, en el fraccionamiento “Vista del campo”, se está desgajando el cerro sobre el que se construyeron varias torres de departamentos. Por seguridad fueron desalojadas 116 personas de sus viviendas y podrán regresar a ellas cuando se realicen los estudios de Protección Civil. Si uno ve las tomas áreas de talud de arena con torres encima, podrá apreciar que casi al borde del precipicio se “asientan” varios edificios. Supongamos, sin conceder, que al cabo de dos semanas los estudios determinan que regresar es seguro: ¿serían creíbles estos informes después de tres deslaves, dos de ellos casi seguidos y con una casa asomando hacia el vacío? No sólo es una cuestión de patrimonio, sino de seguridad personal.
Por eso cuando en el contexto de la visita de nuestro jefe de gobierno a Washington, la secretaria de Estado Adjunta para Temas Educativos, Evan Ryan, dijo que “la ciudad de México ha sido una gran socia de Estados Unidos en temas como el combate al cambio climático, [y que Mancera] mostró el pleno compromiso de la Ciudad de México de hacer los cambios necesarios para colocarse en una mejor posición.”, uno no puede mas que esbozar una sonrisa de incredulidad.