El calvario de las trabajadoras domésticas

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La señora me decía ‘ya llegaron los invitados, vete a tu cuarto, que no te vean'”

María de la Luz Padua sentía que no existía. En la casa donde trabajaba haciendo la limpieza tenía que ocultarse cuando llegaban visitantes, no podía descansar en días festivos, tampoco le pagaban las horas extra y con un sueldo muy bajo tenía que ocuparse, por su cuenta, de sus gastos médicos.

“Tenían muchas reuniones y llegaban de visita sus familiares. La señora me decía ‘ya llegaron los invitados, vete a tu cuarto, que no te vean’”, cuenta. Padua, de 30 años, es una de las 2.4 millones de trabajadoras del hogar en México que todavía luchan porque sus derechos laborales sean reconocidos por sus patrones y la ley. Ninguna de ellas —a pesar de que representan el 5% de la población ocupada— cuenta con un sueldo fijo, seguridad social, ahorro para el retiro o vivienda.

México ha evitado durante seis años ratificar el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que reconoce al trabajo del hogar con los mismos derechos que el resto de los empleos. Por lo que la jornada de trabajadoras como Padua no está reconocida por las leyes locales, lo que ha propiciado un vacío que desemboca en la discriminación a este grupo, compuesto en un 95% por mujeres. “Lo primero que tiene que cambiar para que no haya discriminación es que la ley no sea discriminatoria, porque la propia ley les está discriminando del resto de los trabajadores”, señala Marta Cebollada, profesora de Ciencias Políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

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