El Partido Revolucionario Institucional no sólo habría perdido la identidad, la dignidad, la Presidencia de México,. Gubernaturas, alcaldías o decenas de escaños y curules en el Congreso, sino que hasta sus icónicos edificios, lo que será ya la última palada de tierra a su sepulcro.

La identidad la perdieron desde el momento en que aceptaron a un no militante como candidato a la Presidencia. Una cosa llevó a otra. Los priistas de sepa nunca aceptaron a José Antonio Meade como su candidato y ello colaboró a la estrepitosa derrota del 1 de julio pasado.

En ese tobogán se escaparon igualmente espacios en los gobiernos estatales y municipales, Cámara de Diputados y Senado de la República.

El colmo es que la quiebra económica que dejó la administración de Enrique Ochoa como líder nacional del tricolor.

Columnistas políticas reseñan la falta de pagos a proveedores, empleados, recortes de personal y otras tantas linduras de austeridad en la que se encuentra sumergido el poderoso partido que, después de décadas, fue sacado de Los Pinos en el año 2000.

Cuentan que Ochoa tuvo la ocurrencia de hipotecar los edificios del Revolucionario Institucional. Ochoa empeñó su sede nacional que se ubica en Insurgentes Norte a cambio de 300 millones de pesos.

Apostó a que se instalarían de nueva cuenta en Los Pinos y nada, ahora que se debe saldar esa deuda, no hay recursos.

Muchos anticipan que el Revolucionario Institucional perderá sus inmuebles. Lo que faltaba para completar la tragedia.

Por cierto, el PRI terminó por desconocer a Meade como parte de su estructura. Luego de la esa reunión con López Obrador que rayó más en doble discurso que en reconciliación, el tricolor se deslindó del ahora barbado candidato perdedor.

“La civilidad y el diálogo en cualquier escenario se reconocen, una acción personal que respetamos. El PRI será una oposición firme que establecerá su relación con el futuro gobierno por las vías institucionales”, establece comunicado emitido por el Comité Ejecutivo Nacional del PRI.