Las víctimas son ancianos registrados en el programa de pensiones del gobierno lopezobradorista, timados por falsos “servidores de la nación” quienes acuden a sus casas para solicitarles dinero a cambio de acelerar el proceso o “activar la tarjeta”.
De acuerdo con cifras del gobierno federal, alrededor del 6 por ciento de los inscritos aún no recibe la ayuda (2 mil 550 pesos bimestrales), pese a contar, en su mayoría, con la tarjeta bancaria. Unos, continúan a la espera del primer depósito y a otros se les han repartido órdenes de pago para cobrarlas de manera esporádica en distintas sucursales de Telecomunicaciones de México.
La demora se ha originado por la depuración del padrón, según la Secretaría del Bienestar.
Este diario fue alertado de las estafas por Luisa Chávez, servidora de la nación asignada a Iztapalapa, con quien se charló en la sede de Telecomm ubicada en avenida Telecomunicaciones, colonia Leyes de Reforma.
“Hay unos monitos que se hacen pasar por nosotros y nos están haciendo la maldad, son cientos de casos reportados a la Secretaría”, refirió.
Una de las engañadas ha sido doña Teresa García, de 69 años. Un sujeto tocó a su puerta…
“Me confié porque traía un chaleco como el de los demás y papeles que no alcancé a ver bien. Dijo que venía de parte del gobierno, que sabía que no me había llegado el dinero, pero que él ya traía la orden de pago y que, si nos apurábamos, al siguiente día estaría el depósito. Sólo falta activar la tarjeta, me repetía muchas veces”.
—¿Y qué se necesita para activarla? —le preguntó.
—Es que estas tarjetas no funcionan si están vacías, hay que ponerles al menos 300 pesos para que se liberen. Si usted me da el dinero ahorita, seguro mañana ya tiene su pensión –le mintió el hombre.
“Tenía unos centavitos guardados de una tanda, así que le di los 300, se veía un joven bueno, sincero… Después del mediodía, ya puede ir a cobrar, dijo. Apuntó su nombre y teléfono en un papelito. Al otro día fui al banco, ansiosa por cobrar, pero salió el mismo mensaje de siempre: que próximamente podía usar mi tarjeta, pero no hubo dinero”.
—¿Y qué hizo?
—Le llamé al número que me dejó, pero me comentaron que ahí no era, que estaba equivocada.
Doña Teresa contó lo sucedido a sus compañeros de la tercera edad con quienes suele reunirse cada fin de semana: “Ahí me di cuenta que no era la única, a otra amiga también le habían quitado 300 pesos y a otra 400”.