TEHUANTEPEC, Oaxaca.- Federico empezó a sentir molestias cuando recibió la vacuna COVID-19. Se desmayó horas después de haber recibido la dosis. El hombre relató que sintió una sensación extraña en su brazo. Nunca pensó que tomar previsiones contra la enfermedad que desde hace un año tiene en jaque al mundo, traería consecuencias graves a su vida y a la de su familia.
Anhelaban con esperanza el momento en que la vacuna empezara a aplicarse en la región del Istmo; por eso, Federico Chávez Rioja, de 64 años, no dudó en aceptarla para salir del estrés al que habían sido sometidos por las condiciones generadas por la pandemia y las restricciones impuestas por las autoridades de Salud desde hace más de un año para evitar nuevos contagios.
Sin embargo, desde que se le aplicó la dosis, el adulto mayor comenzó a tener algunas molestias en su brazo derecho en donde fue vacunado. Primero fue un intenso calor y después fuertes dolores, los cuales subieron de intensidad con el paso de los minutos. Desde entonces, se encuentra postrado en una silla de ruedas debido a la parálisis que le invadió la mitad de su cuerpo, relató.
Desde hace dos semanas, Federico dejó de valerse por sí mismo, perdió la movilidad de casi todo el cuerpo. El único apoyo que tiene es el de su familia.
Rosa Elba Solorzano García dijo que el 21 de abril, su esposo acudió al fraccionamiento Los Tamarindos para aplicarse la vacuna anticovid. Ese día, después de recibir la dosis única de la farmacéutica CanSino, el hombre le comentó que sentía mucho calor en su brazo, acompañado de un dolor fuerte.
Estuvo media hora en observación, pero los médicos le dijeron que eran algunas reacciones, pero era normal, todo volvería a la normalidad conforme pasaba el tiempo.
“Llegamos a la casa, él regreso a su trabajo, pero el dolor como el calor no calmaban, eran cada vez más intensos, sentía que se quemaba por dentro, pero dijo que posiblemente se le pasaría más tarde”.
“Se fue a sacar el trabajo pendiente, pero se regresó porque empezó a dolerle su cabeza. El tiempo que estuvo en su trabajo sintió las molestias y empezó a tomar mucha agua porque sentía que se deshidrataba, además el calor en su cuerpo se volvió insoportable”.
“Bebió demasiada agua, pues en el vehículo en que andaba traía botellas de más de tres litros de agua”.
Rosa dice que su esposo todavía no había perdido la movilidad de su cuerpo. Le pedimos de favor nos acompañara a dejar a la abuelita de mi hija, pero al llegar al fraccionamiento de Los Tamarindos empezó a convulsionar, mucha gente lo vio.
“Al ver que convulsionaba mi esposo, la gente me apoyó, hubo quien le dio medicamentos y empezaron a darle masajes en su corazón, porque pensaron se trataba de un paro cardiaco. Fue entonces que la ambulancia lo trasladó al Seguro Social”.
En la institución de salud, los médicos dijeron que se trataba de un infarto cerebral o probablemente una trombosis, pero en todos los estudios de tomografía que le practicaron salieron bien los resultados. Pero pasaron dos días y me di cuenta que solo le suministraba pastillas y suero para hidratarlo, pero no mejoraba en su salud.
El día en que fue dado de alta, le dicen que efectivamente el padecimiento de su esposo era derivado de la vacuna contra COVID-19. “Desde entonces vivimos un calvario, pues tratando de buscar ayuda, hablamos a los números de teléfonos que vienen en la hoja de comprobante de vacunación contra el virus del SARS-COV2 pero nadie contesta para solicitar información para que mi esposo se recupere”, dice.
“Lo único que pido es que el Seguro Social se haga responsable con las terapias o el gobierno federal o estatal se haga cargo y le dé el tratamiento requerido para que pueda valerse por sí mismo, ya que quedó imposibilitado de toda actividad, incluso para comer, acostarse o ir baño. Somos mujeres solas y resulta un poco agotador brindarle toda la atención que él requiere”.
Con información de nvinoticias.com/ Angel Mendoza