Poco y nada se conoce de la reunión que el pasado jueves tuvieron en Washington DC el procurador general de EU Merrick Garland y el fiscal general mexicano Alejandro Gertz Manero. Ni siquiera hubo una foto de protocolo. Solo se dijo que hablaron de cooperación, trata de personas y lavado de dinero. Lo habitual.

Fuentes de Palacio Nacional dijeron a que en realidad la reunión estuvo dominada por un clima hostil. Garland le dijo a su homologo que para la administración demócrata ya pasó demasiado tiempo sin que el Gobierno mexicano detenga a un capo del narcotráfico. El procurador fue más allá y le dijo a Gertz que Joe Biden espera una detención «inmediata» y que sería bueno para aliviar tensiones recientes en la relación bilateral.

En este sentido se debe entender que EU sigue elevando los montos de las recompensas ofrecidas por las capturas de Mayo Zambada o Rafael Caro Quintero.

El fiscal general, al igual que la cúpula militar, creen que en realidad esta presión a capos históricos es un mensaje para que ellos se encarguen de neutralizar a las nuevas generaciones del cartel de Sinaloa, actualmente liderado por «Los Chapitos», un grupo más violento y de extracción marginal.

Otro detalle: la reunión fue de corte imperativo, prácticamente Gertz fue citado a Washington y cuando este quiso introducir el tema de la demanda de México contra el complejo armamentístico estadounidense en una corte de Massachussets, Garland replicó que no era un asunto de su incumbencia.

En el pasado Gertz tuvo una muy buena relación con el procurador de Trump, William Barr, a quien juristas como Garland ven como un político haciendo justicia. Fue con Barr con quien el gobierno mexicano operó la liberación del general Salvador Cienfuegos.