“Ella no sólo es fuerte como león, también es muy inteligente. Pero para que veas, a ella sí la traicionaron los de su gremio” dice el narcotraficante
Se fue tres veces y regresó tres más. Él fue el coco del gobierno federal en varios turnos presidenciales, sin embargo ni él ni el gobierno cesaron en su lucha por entrar o salir. Desde la última captura, Letra Roja buscó un acercamiento cara a cara con el mero mero del narcotráfico: el Chapo.
Diez solicitudes ante las instancias pertinentes para obtener una entrevista con Joaquín Loera fueron rechazadas. La número once fue la buena. Desde la primera solicitud, este medio de comunicación tenía las preguntas listas, pero dado el avance estrepitoso de la vida social y política del país cada una de esas interrogantes parecía un tanto obsoleta.
El protocolo de visita sólo nos permitió una hora de entrevista con muchas restricciones: un grabador de voz, una botella de 200ml de agua y vestimenta clara. Prohibido cualquier movimiento extraño, es decir que debía permanecer casi inmóvil. Prohibido hacer gesticulaciones o ademanes que ocultaran mi rostro, es decir que por ningún motivo debía tocarme la cara. Prohibido hacer ruidos extravagantes, es decir que sólo debía hacer mi pregunta y callar.
Llegamos al lugar y parecía que la peligrosa era yo. Me auscultaron con bastante ahínco y finalmente me dejaron pasar. Leyeron la cartilla del protocolo y asentí.
Cuando lo vi, Loera parecía estar indiferente. Los nervios me apabullaron por unos segundos.
En una hora, la entrevista se limitó a cinco preguntas. Ellas bastaron para ver más allá de la frialdad que nos dividió, porque al final decidí que mis preguntas no debían descubrir el hilo negro del periodismo, sólo un acercamiento al hombre que tenía frente a mí para contribuir al quehacer informativo.
R: ¿Cómo se siente el día de hoy, señor?
JL: Bien, pero he estado mejor. Vivir en una cárcel no es estar de vacaciones, pero ya desayuné. Y desde ahora quiero decirte que ya me cansé de tanta hablada con abogados y oficiales, así que mi fuga es la que dicen mis abogados. Si quieres hablar de túneles y logísticas, acércate a los ingenieros. Si quieres hablar de mi salud, háblale a un médico. Yo estoy cansado de todo. Y sígueme diciendo señor.
R: Mi interés es usted, señor. Está cansado de pensar y pensar, por lo que escucho. Pero ¿su corazón también está caído? Debe existir un amor que lo mantenga en pie, por lo menos un amor del ego.
JL: Inteligente la forma en que me quieres abordar. A todos nos encanta hablar del corazón, y seguro a tu noticiero también le gustará escuchar de mis mujeres. Aunque tienes razón, el otro yo es el que me mantiene vivo. Y vive para disfrutar de las muchachas. No, mi corazón no está caído. Late y late cada vez que pienso en la muchachita.
R: ¿Cuál muchachita, señor? ¿Quién es esa mujer que no lo deja caer?
JL: Pues quién crees que sea. La reina. La politiquera. La mujer de cuerpo bonito.
R: ¿La reina?, ¿es del sur o del norte? Deme una pista. (Su risotada me sorprende).
JL: La del sur. La que aparece en una pantalla y presume gallardía. Esa mujer me hace suspirar. Cuando la recuerdo me siento como chamaquito: suspiro, sonrió y me agarra la cosquillita. Se fue sin conocerme. Me gustan las mujeres guapas, pero me enamoran las mujeres fuertes. Las guapas son fáciles de encontrar y tener, en cambio las que tienen “huevos” son un mareo. Muchos hablaron de ella, de si me traicionó, de si me mintió, de si es una trepadora de fama. Lo que puedo decirte es que es un mujeron. Habla chingón. Huele chingón. Y sabe a quién chingar.
R: ¿La politiquera también sabía lo que quería? (Sí, hablar de su corazón lo emociona)
JL: Ella no sólo es fuerte como león, también es muy inteligente. Pero para que veas, a ella sí la traicionaron los de su gremio. Se la llevaron entre las patas porque fue el chivito expiatorio que se puso en la orillita de la cogida política. Ni modo. Me gustaría ayudarla, pero aquí adentro ya sólo me toca sobrevivir para que a mis hijos no les falte nada. Soy lo que soy y eso incluye que mis hijos no chillen por nada. Necesitan dinero, lo tienen. Necesitan comida, la tienen. Necesitan ropa, la tienen. Necesitan escuela, la tienen. Necesitan mi cariño, lo tienen. Les escribo constantemente.
R: ¿Y a qué otra mujer extraña?
JL: A Emma, a ella la extraño todos los días. Para que veas, ella sí fue un sueño de vida feliz. Era como mi sueño americano: bonita, de buen cuerpo y sabía cocinar; me esperaba como si fuera su amor imposible; hacía berrinches para que la amara toda la noche. Mi vida a su lado va a estar escrito. Si no es película, es libro. Es la esposa perfecta. La agarré chavita y pensé que ella o yo nos cansaríamos en meses. Pero llegó la boda, pasó la boda y seguimos. Ella fue hecha para mí y pues yo pa´todas como mi Lucerito hermosa. (Suelta tremenda carcajada que hasta los guardias voltean).
R: Acaba de decir que si no es película, es libro. ¿Es verdad? ¿Escribirá un libro?
JL: Sí. Ya lo dije y ni modos. Era un secreto. Estoy escribiendo un libro. Estoy contándole a todos mis memorias. No suelto ningún nombre, por si quieres saberlo. A mí la política no me importa destruirla, ella solita se está pudriendo; la cosa es que parece que nadie huele que apesta. Hablo de la droga que circula con agrado entre los nuevos muchachitos ricos. Hablo de mi tristeza. Pero sobre todo, hablo de mis mujeres y las madres de todos mis hijos. Espero no llegar a los noventa años para dar otra vez alegría, y no me gustan adolescentes sino los mujerones.
La entrevista terminó y yo agradecí al señor su tiempo. El me miró con recuerdos en los ojos. Y se fue a su celda. Tenía tanto pasado que rememorar, que seguro él no estaría disponible a la hora de la comida. La fantasía es así: imaginas no estar donde estás para seguir adelante.