El “soundtrack” de los chilangos en la micro

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Además del típico chofer sonidero, hay rockeros y románticos; nos ayuda a hacer menos pesado el tráfico, afirman operadores

Subir a un microbús es como entrar a una máquina del tiempo en donde no se sabe qué botón se apretó hasta que el usuario entrega sus monedas, se recorre en doble fila y se afianza de los tubos. Ahí comienza la experiencia musical, esas “playlist” que se han convertido en un símbolo del transporte público que mueve a los chilangos.

Aunque al microbusero se le tiene identificado con cumbias y salsas de grupos como Cañaveral o Los Ángeles Azules, donde el ya gastado “pi, pi, pi, pi” ha hecho eco en la televisión, en la vida real la música que escuchan los chafiretes no es de un sólo tipo.

De hacer una clasificación podrían identificarse por lo menos cuatro modalidades: el microbusero sonidero que sí cumple con el cliché.

Este trabajador del volante escucha cumbias, salsas, villeras, bachatas, pasito duranguense, la inefable música de banda y hasta reguetón.

Aquí el volumen es lo importante, pues mientras más estridente sea el sonido, más rápido va a conducir.

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Otra modalidad es el chofer rockero que puede dividirse en dos. El clásico, señores de entre 40 y 50 años fanáticos de grupos como The Beatles, The Rolling Stones y hasta Kiss.

En este caso para nadie que haya viajado en este tipo de bus podrá ser difícil recordar los enfrenones del pesero a ritmo deEye of the Tiger.

Por otro lado están los rockeros “puristas del lenguaje”, que son quienes sólo escuchan música en español como El Tri,Héroes del Silencio y a bandas urbanas como Heavy Nopal o la celebre El Haragán y compañía.

“Música moderna”. Las otras dos clasificaciones son quizá propias del chofer moderno. Está el operario romántico que por cuatro o cinco pesos da un tour musical desde Los Ángeles Negros, Camilo Sesto y Roberto Carlos hasta Luis Miguel, Juan Gabriel y Alejandro Fernández.

Una última clasificación la ocupan los microbuseros “con ganas de superación”. Estos destacan por escuchar estaciones de radio con revistas matutinas dedicadas a dar mensajes de paz y buenaventura.

Los locutores además suelen repetir mantras y los conductores, a todo volumen, tararean “canciones felices”.

Hasta hace algunos años, raro era el microbús que no contaba con más de cuatro bocinas en su unidad, pues las de ley eran dos delanteras y dos en la parte de atrás permitiendo una cobertura de sonido que de haberlo patentado debió llamarse “Bus Theatre”.

Tiempo atrás lo de moda era traer un cacharpo (cobrador), sacar la maleta que almacenaba hasta 500 discos “pirata” y pedirle que escogiera el indicado para subir el ánimo.

Pequeños placeres. La modernidad suplantó al ayudante; los nuevos estéreos digitales con entrada USB, sonido subwoofer y pantalla permiten cambiar de canción a distancia.

“La música hace más placentero el viaje, primero para nosotros que tenemos horas conduciendo, pero también para la gente que viene aburrida o cansada de su trabajo o presionada porque necesita llegar a algún lugar.

“La música nos ayuda a estar un poco menos locos en esta ciudad”, justifica el señor Gregorio, operario del paradero de Zaragoza.

Una canción puede cambiar el ánimo de la gente, algunos asocian a los microbuseros sonideros con los ritmos acelerados de manejo y hasta la propensión de accidentes, mientras que los románticos tienen fama de ir más tranquilos y son los que en momentos de tránsito pesado hasta arman el coro con los pasajeros.

“A veces en las noches cuando se junta mucho el tráfico, por nuestra seguridad y la de los pasajeros cerramos las puertas, a veces apagamos la luz y le subimos a las canciones. A mí me ha tocado que hay señoras que hasta quieren complacencias musicales cuando pongo un disco que les gusta. Esos son los viajes que valen la pena”, explica Mario, chofer.

FUENTE : EL UNIVERSAL

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