“Muchos han sido abusados, maltratados y menospreciados”, explica Ángela Carvajal, directora de la Fundación Miller
Camila es una joven de 23 años, que vivía en la calle. Ella recuerda con lágrimas en los ojos, que la situación era muy difícil, desde soportar lluvias, hasta recibir agresiones e incluso violaciones.
De acuerdo con el portal El Tiempo, la mujer dice que por la droga perdió la oportunidad de tener una cama, comida, un baño, un hogar. Perdió a su hijo de 6 años y dejó de lado parte de su niñez y toda su adolescencia. A los 13 años probó el bazuco y el pegante. Desde ahí no paró.
A los 16 años se dio cuenta que estaba embarazada, ella no tenía un lugar para ofrecerle una vida digna a su hijo. Sin embargo trató de salir adelante, pero un suceso “hundió” su vida: asesinaron al padre de su pequeño. “Comencé a fumar, tanto que la cabeza se me perdió. Ya no cuidaba a mi hijo, mi familia se cansó y se fue de la ciudad. Me perdí por completo, hay sucesos de los que no me acuerdo. Terminé en la calle”, relata Camila.
Centro de rehabilitación
A la Fundación Miller llegó con las marcas de la calle. El 7 de mayo de 2016 se encontró con su padre, quien decidió internarla. “No quise defraudarlo y acepté”, afirma.
En la fundación hay un total de 113 personas, de las cuales 30 son mujeres y 83 hombres. También hay niños desde los 12 años. Es una casa de tres pisos; en el último permanece la población femenina.
Su día en rehabilitación
La jornada comienza a las 5 de la mañana. Tienen hasta las 6 para ordenar sus cuartos y arreglarse. Desayunan, realizan una oración y comienzan con las actividades en grupo. En el ‘autoconfronto’ cada uno admite una falla en su proceso y apunta a un propósito para mejorar al final del día; en la ‘exploración’ deben decir lo que están sintiendo mientras un educador los evalúa; y en el ‘grupo dinámico’ cuentan con un espacio para hacer ‘catarsis’.
“La idea es que logren sacar todos esos dolores y esos duelos que tienen dentro de su corazón. Muchos han sido abusados, maltratados y menospreciados. Tenemos niñas que han tenido que practicar la prostitución y que han sido abusadas por sus mismos padres entonces pueden llorar, gritar y sacar todo eso que les hace daño”, explica Ángela Carvajal, directora de la Fundación.
Durante el día tienen derecho a unos ‘privilegios’ dependiendo su comportamiento. Pueden ver televisión, jugar ping pong o realizar diferentes juegos.
Fernando Villa, coordinador terapéutico, asegura que estas actividades son “facilitadores para el proceso de recuperación porque ayudan a fortalecer las habilidades sociales, mantienen su mente ocupada y aprenden a hacer cosas diferentes”.
Los domingos son los días de visita y aunque Camila no ha tenido la primera, tiene la esperanza de que ese momento llegará pronto.
El tratamiento en la Fundación Miller dura un año y tres meses. De las 400 personas que han ingresado, 30 han logrado terminar el proceso y, de esos, solo 25 están totalmente rehabilitados, con mucho esfuerzo y compromiso esperan que Camila sea parte de esa última cifra.
Con información de: El Tiempo.