Esta lugar se inauguró hace poco más de 3 años
Con una insoportable sed, provocada por las altas temperaturas registradas en el valle de México, don Alfredo, llega al portón 49 de la calle Río Erne, en la colonia Pensil norte. Ansioso, se registra diariamente en una pequeña libreta que enlista, cuando menos, a 20 comensales que ya disfrutaron las técnicas del sazón del peculiar restaurante de barrio.
Como un oasis en plena ciudad, el comedor comunitario ubicado a tan solo unas cuadras de la exclusiva zona de Polanco se erige como una opción para los vecinos de la zona que circunda el metro San Joaquín. “Vengo aquí por necesidad… y porque la comida es muy sabrosa”, atina el canoso anciano, al tiempo que saborea un extenso primer trago a su vaso relleno con agua de horchata.
El menú de hoy indica que, por tan solo 10 pesos, los visitantes podrán disfrutar de un plato de arroz, frijoles, ejotes con huevo y un chayote capeado y bañado en salsa de tomate, además de una porción de gelatina. Por supuesto, el agua aquí es ilimitada, todo depende del comensal.
Para toda clase de personas
Esta pequeña fonda se inauguró hace poco más de 3 años y se trató de un verdadero suceso en las colonias aledañas pues, de acuerdo con el testimonio de doña Lety, encargada del lugar y conocida en el barrio por sus dotes culinarios desde hace años, la expectativa por tener un lugar que pudiera satisfacer el hambre de algunos colonos de escasos recursos eran amplias.
Aquí no existe discriminación. Desde visitas locales, como Alfredo, albañil de la cuadra que aparece por el lugar recurrentemente, hasta oficinistas extraviados que casi por casualidad se llegan a sentar en los coloridos bancos de plástico que adornan el patio de la anfitriona, todos son bienvenidos. A todos se les atiende igual. Para todos el precio es invariable.
Sin beneficios económicos, la mayor ganancia que se puede obtener en este lugar es la satisfacción que significa haber alimentado unos 100 estómagos diarios. Entre las 10 de la mañana y las 4 de la tarde, es la cantidad de personas que se atiende en un día normal.
Las aportaciones del gobierno para el sustento del comedor son fundamentales. Sin ellas, el lugar se vendría abajo. Pero la señora Lety reconoce que también reciben donaciones voluntarias por parte de algunos vecinos que tienen la oportunidad de apoyar la causa y que lo hacen sin mayor intención que esa.
“A veces llegan algunos amigos de la cuadra que conocen nuestra labor y que les parece llena de nobleza. Ellos piensan en nosotras cuando van a realizar sus compras y cuando regresan nos pasan a dejar un litro de aceite, un par de kilos de frijol, de arroz…”, confiesa conmovida la jefa de las cocineras.
A pesar de tratarse de un esfuerzo colectivo, en algunas ocasiones la desconfianza ha puesto en tela de juicio la buena labor del grupo de cocineras pues en esta ciudad puede resultar confuso un servicio de buena calidad con un costo tan bajo. “Hemos escuchado a personas que se acercan, ven el precio del menú y terminan alejándose por parecerles que un servicio tan barato puede ser de mala calidad”, remata la señora de 50 años de edad.