El 14 de abril, se informó que la nueva refinería, la primera en 30 años, sería construida en Atitalaquia, Hidalgo: se preparó el terreno, se dejó a cientos de campesinos sin sus tierras y después de gastar 620 millones de dólares (mdd), de aquel proyecto sólo se ha construido un muro.
El muro cerca las 700 hectáreas donde se instalaría la refinería en la que se esperaba una inversión de 9 mil mdd; 700 hectáreas de áreas de cultivo que está abandonada.
La obra prometía cambiar la vida del pueblo, que depende sobre todo de la siembra de maíz, frijol, alfalfa y cebada. A todos ellos se les ofreció empleo y oportunidades, pero los empleos y la construcción de la refinería, llamada Bicentenario, nunca llegaron.
Ahora, la mayoría de los 520 campesinos que vendieron sus tierras están peor que antes, dijo Mundo Enrique Flores Hernández, vecino del pueblo.
“Las tierras se vendieron, trabajo no hubo como se prometió. Era la esperanza de la gente pero todo se quedó en el camino”.
“Fue un engaño para nosotros, independientemente de que se pagaron las tierras, moralmente había un compromiso de que iba a haber empleo para los campesinos. Por eso la gente está molesta”.
Refinería ¿para qué?
Cuando Felipe Calderón anunció el proyecto en 2008, muchos lo criticaron, cuestionando la utilidad de producir gasolina y diésel a un costo mayor al del mercado internacional.
Originalmente en el complejo Bicentenario se esperaban producir 250 mil barriles al día, y crear 32 mil empleos directos e indirectos.
Y aunque el complejo nunca se concretó, cada año la Cámara de Diputados autorizó presupuesto para planes, estudios, nivelar el terreno y construir el muro que lo cercó.
Para 2014, la refinería fue definitivamente cancelada, pero entonces, ya se habían gastado unos 9 mil millones de pesos, unos 620 mdd.
Daños sociales
Con la cancelación del proyecto, cientos de personas que vendieron sus terrenos, quedaron en la quiebra pues cuando les pagaron sus terrenos muchos campesinos compraron camiones de carga, retroesxavadoras o camionetas: esperaban un contrato en la construcción de la refinería y las carreteras que contemplaba el proyecto.
Algunos construyeron hoteles, restaurantes o crearon comercios de ropa y otras mercancías.
Siete años más tarde la realidad es otra. “Ya están vendiendo los carros, a varios se les echaron a perder porque no supieron darle mantenimiento”, dijo Enrique Flores.
Los hoteles y comercios están vacíos o con pocos clientes, y muchos de quienes vendieron sus tierras ahora son empleados.
“En estos años el dinero ya se acabó”, dijo Delfino Martínez Hernández, presidente del Comisariado Ejidal de Atitalaquia.
“Y ya no hay tierras. Antes por lo menos con la cosecha de maíz o alfalfa se recibía un poquito, pero ahora ni eso”.
Pero lo peor es la indignación por la promesa incumplida. “Dijeron que los hijos tendrían preferencia para trabajar allí, se habló de empleos en Pemex”, señaló Enrique Flores.