Septiembre quedó marcado con la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa y noviembre por el escándalo de la “casa blanca”, el inmueble que está a nombre del dueño de Grupo Higa, Armando Hinojosa Cantú. Ambos casos alejaron a China de los negocios de México.
El inicio de la administración se enmarcaba en el glorioso regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder. Las reformas estructurales eran el cimiento que el país necesitaba, tanto que ese periodo fue bautizado como el “mexican moment”, por la prensa extranjera.
Pero además del paquete de reformas, de “mover a México” en trenes, con la puesta en marcha del Tren México-Toluca, el Tren Transpeninsular Yucatán-Quintana Roo y el Tren de Alta Velocidad México-Querétaro. Sólo dos se licitaron. El primero quedó en manos de OHL e ICA y el último fue para el consorcio liderado por la empresa China Railway Construction Company. Entre las empresas que conformaban ese equipo estaba Constructora Teya, filial de Grupo Higa, además de Grupo GIA, China South Rolling Stok Corporation y GHP Infraestructura Mexicana.
Su propuesta económica fue de 58 mil 951 millones de pesos, que resultó 21 por ciento más cara de lo que se tenía presupuestado.
El 5 de noviembre, el titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) salió a anunciar al consorcio ganador. Pero horas después salió de nuevo, pero para anunciar que la licitación se cancelaba.
Después se conocieron las relaciones políticas que guardaban las empresas ganadoras: Grupo GIA es propiedad de Hipólito Gerard Rivero, quien es hermano de Ana Paula Gerard, esposa del ex Presidente Salinas de Gortari; Constructora Teya, que es de Grupo Higa, al cual también le pertenece la empresa Eolo y Prodemex, que es propiedad de Olegario Vázquez Aldir, hijo de Olegario Vázquez Raña, dueño de Grupo Imagen.
De acuerdo con la agencia Reuters, la decisión causó molestia en Pekín y la empresa China Railway anunció que pediría la indemnización prevista en las bases de licitación y que ascendía a 500 millones de pesos. Sin embargo no la presentó formalmente.
En medio de la crisis de Ayotzinapa y la “casa blanca”, el Presidente y el Secretario de Comunicaciones viajaron a China. Este último se reunió con autoridades de aquel país para explicarles los pormenores de la decisión.
El 29 de enero de 2015, la SCT lazó de nueva cuenta las bases de licitación para el tren a Querétaro, pero para ese momento México ya estaba sumido en la indignación, provocada por las sospechas de un posible conflicto de intereses.
El fallo del concurso sería el 31 de julio de ese mismo año y políticos y expertos auguraban que el consorcio liderado por China Railway volvería a ganar.
Pero la historia cambió de nueva cuenta al día siguiente. El entonces titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SCT) anunció un recorte al gasto público por 124 mil 300 millones de pesos para contrarrestar los bajos precios del barril de petróleo.
En la misma conferencia, Videgaray decretó que el Tren a Querétaro quedada suspendido de manera indefinida y el tren Yucatán-Quintana Roo, cancelado de manera definitiva.
Los empresarios chinos ya no se pronunciaron al respecto. No hubo reacción inmediata. En México, analistas alertaron sobre un posible alejamiento del capital chino del país al detectar la indicios de corrupción en las licitaciones.
La agencia Reuters publicó que la ola de desinterés de las empresas chinas hacía México podría durar años. Y aunque se pensó que China podría participar en alguna de las licitaciones para el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) o en el proyecto de Red Compartida, a la fecha, no han presentado propuestas.
Pero, por el contrario, empresas de automóviles y diversas constructoras comentaron a Reuters que consideraban “peligroso” invertir en México y que se encontraban analizando nuevos objetivos de inversión en Latinoamérica, ya que consideran que en el país no habrá llegada de inversiones masivas hasta que no haya certidumbre.
En los últimos años China ha ido desplazado a Estados Unidos como principal socio comercial en los países latinoamericanos al tiempo que la demanda de soya, petróleo y hierro de la región alimentó el crecimiento más rápido de las últimas décadas. Pero recientemente, a medida que la demanda china de materias primas disminuía, las economías locales se han visto golpeadas, diluyendo el tórrido romance con la segunda economía más grande del mundo.