El arranque de las campañas y los tres discursos

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Plaza Cívica

Las campañas presidenciales han comenzado, y sus inicios tienen mucho qué decirnos de sus tres principales contendientes. Más allá de las propuestas, que serán tema los siguientes noventa días de competencia electoral, vale la pena centrarnos en los detalles de los arranques, que por sí mismos nos muestran una pintura interesante de las personalidades de los contendientes, y los partidos que los postulan.

Andrés Manuel López Obrador, el candidato puntero. Inauguró su campaña en Ciudad Juárez, Chihuahua, ciudad de poderoso simbolismo, donde nos dice: hasta aquí llegó la República itinerante juarista, aquí se derrotó a la dictadura porfirista, y aquí se encuentra un microcosmos de los problemas nacionales; un lugar excelentemente pensado. El discurso lo pudo haber pronunciado el ex-presidente Luis Echeverría Álvarez, porque el nacionalismo revolucionario es la doctrina morenista: las reformas vienen del extranjero, hemos perdido nuestra soberanía nacional, produciremos todo lo que consumimos, aumentará el salario mínimo al doble, se reducirán impuestos y se aumentará el gasto público. AMLO olvida que las políticas de aquéllos años causaron en parte las políticas neoliberales de los siguientes, pero los términos medios no son su fuerte. Sin embargo, critica correctamente los bajos salarios, la desigualdad lacerante, la corrupción ofensiva. Y no nos da soluciones concretas. ¿Inseguridad? Ni pío. ¿Cuándo le aplaude más la gente? Cuando menciona que va a “cortar el copete de privilegios que hay en el gobierno…”; cuando nos platica que “los defensores del actual modelo económico hablan de modernidad, pero no dicen que esa modernidad es sinónimo de economía de élites, y que es excluyente a las mayorías…”; cuando dice “la mafia del poder”. Diagnóstico en gran parte correcto, dulces ofrecidos como remedio riquísimos, pero producen males crónicos severos.

Ricardo Anaya Cortés, el candidato del segundo lugar. En su discurso inaugural, pecó de panista: un foro chico, con un discurso corto, en la exclusiva zona de Santa Fe, Ciudad de México. Una reunión de notables, donde asistieron las clases profesionistas, más que una convocatoria de mexicanos, donde puede asistir quien guste: entrada restringida. Un discurso dirigido predominantemente a los jóvenes del país por su potencial de voto, a Ricardo Anaya habría que recordarle que su condición de joven no le asegura el voto joven, y que los jóvenes votarán más por el candidato que exprese mejor sus frustraciones que por aquél que se vea más “moderno”. Nos vuelve a comentar que los tres principales problemas del país son la corrupción, la desigualdad y la violencia, y no más. Un discurso abstracto, donde dice que el México que soñamos es el de paz, donde todos alcancen su felicidad, donde reine la ley. Su inauguración fue un “Hackatón”, y para saber qué era, lo tuve que “gugulear”.

José Antonio Meade Kuribreña, el candidato del tercer lugar. La apertura fue en Mérida, Yucatán, con un clásico evento masivo priista, y un discurso corto, soso. Meade vende experiencia, pero con las actuales circunstancias, eso no le hará ni cosquillas al electorado. El candidato, y sus seguidores, repiten hasta el cansancio “Vamos a Ganar”, como tratando de hacer gimnasia mental extrema para convencerse de que así será. Habla en contra de la corrupción, y el auditorio grita “duro”, pero en este sexenio fueron todo menos “duros” contra ésta. Unas de sus últimas palabras fueron: “Quien no cree en las leyes ni en las instituciones, no podrá acabar nunca con la corrupción”. Con dedicatoria, aunque no sé si para AMLO o para muchos de los presentes.

“¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!” terminaron diciendo los tres candidatos. Los tres son buenos tipos, tal vez hasta patriotas, pero en el arranque, solo uno expresó el hartazgo de la población: Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, sus soluciones nos llevarían a un paraíso perdido que, realmente, nunca existió.

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